Adso I

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Los Dothraki creían que todos los sucesos de gran importancia debían realizarse bajo el cielo, por ello Khal Drogo convocó a todo su Khalasar frente a las murallas de Pentos, para celebrar su boda con la princesa Daenerys. Miles de casetas y tiendas se extendían frente a las puertas, con cientos de hogueras y un millón de barriles del mejor vino que los magísteres habían podido encontrar en sus bodegas para agasajar a Drogo. El olor a carne de caballo cocida inundaba el campamento, las mujeres bailaban y los hombres cabalgaban, alzando sus arkhs en honor al matrimonio.

El joven maestre, con los brazos cruzados a la espalda, seguía a su joven señor entre las tiendas. Les escoltaban dos inmaculados de Illyrio Mopatis, con sus relucientes cascos con púa. El ponientí observaba todo con cierto interés mientras caminaba. En el año que llevaba en Essos apenas había conocido a los Dothraki. «Un año», se dijo «Llevo un año lejos de Poniente... el niño ya habrá nacido.» Adso pensó en el niño y en su amada Isobelle, con su piel bronceada, sus manos ásperas, su cabello largo, rizado y negro y sus labios regordetes. Solo había sido una vez, solo la había tenido una vez y fue suficiente para que la amase con todo su ser, pero claro, el archimaestre se enteró de su desliz por boca de algún malnacido hijo de los Siete Infiernos y a él le echaron de la ciudadela y luego le enviaron allí. «Ya habrá nacido ¿Niño o niña?» En verdad eso no le importaba, solo quería que estuviesen bien y dudaba mucho de que su padre, lord Nayland, les estuviese tratando del todo bien en su fangoso castillo.

—Mirad, Adso —Dijo el príncipe Daenon, señalando a una trapecista que entretenía a una multitud con sus acrobacias —¿No es magnífico?

—Sí, mi príncipe. Aunque si sigue a ese ritmo, no durará mucho y pobre de ella al bajar, con tantos hombres mirándola.

El príncipe hizo una mueca y, tras un rato, volvieron al claro, dónde estaban los novios. Daenerys Targaryen vestía un vestido blanco, casi translúcido y llevaba joyas en los brazos y hermosas diademas sobre la sien, que recubrían su cabello plateado con muchos hilos llenos de perlas color azulado.

Adso y su señor hicieron una reverencia ante la pareja y entonces el Khal dijo unas palabras, con su voz tosca y ronca, señalando a un lateral, justo al lado de su esposa.

—Khal Drogo os ofrece sentaros junto a su Khaleesi —Dijo el magíster Ilyrio.

—Gracias —Dijo Daenon, que dirigió una mirada a los jinetes de sangre de Drogo, con gesto incómodo ante sus miradas lujuriosas y sus relucientes arkhs. —¿Dany, estás bien? —Preguntó, una vez se hubo sentado.

Ella asintió aunque la princesa tenía las manos cruzadas sobre su regazo y le temblaban ligeramente, clara señal de que la presencia de Khal Drogo la intimidaba.

Poco a poco muchas personalidades de Pentos, Khales, jinetes de sangre y demás se acercaron a presentar sus regalos a la princesa. Uno de ellos fue un caballero de Poniente, lo que sorprendió a Adso. Se presentó como Jorah Mormont de la Isla del Oso.

—¿Sabéis quién es? —Preguntó Daenon.

Adso se inclinó.

—Es un caballero de renombre, por lo que he oído. Ungido en los siete aceites por el Septón supremo pero el Rey Ro... eh, perdón, el Usurpador le exilió por petición de lord Eddard Stark.

—¿Por qué?

—Por vender esclavos, alteza —Dijo el maestre.

El joven príncipe se levantó y se presentó ante su hermana, ofreciéndole un cofre lleno de perfumes y sustancias aromáticas. Nominalmente ese era su regalo pero Adso sabía que, como las esclavas dadas por Viserys, eran regalo de Illyrio.

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora