El khalasar se marchó justo después de que Daenerys se desmayase y pariese. El rumor de que la khaleesi había parido a un monstruo se extendió como la enfermedad. Una batalla corta siguió a los embrujos de Mirri Maz Duur y los kos de Drogo despedazaron su horda y se dispersaron a los cuatro vientos, repartiéndose esclavos, guerreros y caballos. Solo los doscientos del khas de Daenerys se habían quedado.
La noche en que Daenerys parió, Daenon se alejó del campamento, en solitario, levantó una pira y depositó en ella el cuerpo de Rhaego. Sus alas eran de cuero y tenía el muñón de una cola. Eso decían todos, y era culpa de la puta bruja. Peló su linda y blanda cabecita y depositó el pelo en un guardapelo que un magíster regaló a su hermana para la boda, con la forma de un dragón y con un jade en las fauces. Podía ser un monstruo, peor su rostro era el de un ángel. Encendió el fuego y vio el pequeño cuerpo desaparecer, preso de las llamas. Los idiotas decían que los Targaryen no ardían, pero la tradición era perecer en llamas. Ellos no se quemaban con facilidad, pero sí ardían. Daenon introdujo la mano entre las llamas, le besaron, le pelaron la piel como si fuese un beso, suave y cálido, pero a los pocos segundos comenzó a quemarle y la apartó lentamente. Se quedó allí hasta que las llamas consumieron a su sobrino, luego dio media vuelta.
Dependió de él organizar el pequeño Khalasar de Daenerys. Había cien guerreros, aunque solo cuarenta de ellos estaban en buenas condiciones, el resto eran ancianos o chicos sin una sola campanilla en el pelo y sin trenza alguna. El resto eran mujeres, niños y esclavos. Demasiadas bocas y poca comida dejada por los kos, cuando se marcharon. Daenon los organizó por grupos. Los guerreros comerían el doble que las mujeres y los ancianos, mientras que los niños comerían poco más. Necesitaba a esos jinetes a su servicio, por si algún ko daba la vuelta y les atacaba. Caballos tenían, por suerte, los justos y necesarios, no eran muchos, pero algo era algo.
Día tras día Daenon visitaba a Dany, estaba con ella toda una hora, rogando porque despertara, y luego se ocupaba de que Melanthe, su dulce Melanthe, alimentara a Khal Drogo, que había sobrevivido, pero estaba inerte. Comía cuando le ponían el alimento en la boca y bebía cuando le acercaban el agua, pero no hablaba, apenas respiraba. Esa era la vida que Mirri Maz Duur le había dado, y ella tendría su merecido. También pasaba tiempo con Adso, que le curaba la fea herida del rostro. Le picaba mucho. Le tuvieron que quitar el trozo de carne que colgaba, curar la herida y luego coserla, quedando una cicatriz amplia y muy fea. Su primera cicatriz de guerra.
Entró en la tienda.
—¿Vais a matarme?
Daenon le dio una patada, la mujer soltó un quejido y un hilo de sangre le recorrió la mejilla.
—No vas a morir hoy, ni mañana —Daenon se arrodilló frente a ella y la tomó del pelo —¿Sabes? Los dothrakis dicen que te apareas con demonios. De ser así, esto te deberá parecer menos dulce ¡Kovaro! —El joven Dothraki entró. Era un muchacho alto, musculoso y de pelo rizado negro y pardo —Adelante. Quiero oírla gritar.
Kovaro obedeció. La montó varias veces, luego fueron Aggo, Rhakaro, Jhogo, Uggo y el resto de los hombres del Khalasar. Daenon se quedó dentro de la tienda, viendo a todos y cada uno de ellos, asegurándose de ver el dolor en la cara de la bruja, pero cada vez que un jinete terminaba ella le miraba de forma socarrona, antes de que entrase el siguiente. Al siguiente hizo que la arrastraran alrededor del campamento y la dejó tirada en la tienda, a pan y agua. Pagaría por quitarle al pequeño Rhaego, por quitarle la felicidad a su hermana. Daenon se encargaría de todo. Adso la curaba noche tras noche, para que al día siguiente estuviese fuerte, para aguantar con su merecido castigo.
Al cuarto día volvieron los jinetes que Pono había enviado a Astapor. Les consiguieron pillar por sorpresa y los cuatro acabaron encerrados en una tienda, lo mismo que los otros seis que volvieron luego. Diez bocas más.
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Canción de hielo y fuego: Hijos de Valyria
FanfictionEscaparon de su casa en mitad de la noche, con lo puesto, durante años huyeron de ciudad en ciudad, escapando de los puñales de quienes les perseguían y malviviendo en callejuelas y de la corta cortesía de los ricos y poderosos. Viserys, el Rey Mend...