Daenon I

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El joven observaba por el balcón de la habitación de su hermana. Las altas torres y las cúpulas doradas de Pentos se desdibujaban con las primeras luces de la mañana, al mismo tiempo que varios navíos llegaban al puerto. El muchacho trató de pensar de dónde venían, qué transportaban y cómo serían sus tripulantes, era un juego entretenido pero insulso.

Se dio la vuelta y vio a Dany observando los hermosos grabados en el mármol rosa de las paredes. Su hermana lucía su clásica mirada ausente. Las esclavas de Illyrio estaban llenando la gran bañera de granito con agua caliente. Viserys había dado órdenes muy claras: Daenerys debía lucir hermosa cual diosa.

—Tranquila —Dijo Daenon, sobándole el hombro con una suave caricia —Khal Drogo es muy rico, vivirás como... como...

—¿Como una princesa? —Preguntó Daenerys, casi en un tímido susurro, apenas aludible.

«Una princesa con mayor reino que el que tenemos ahora», pensó. Viserys les hablaba mucho de las tierras al poniente, esas tierras en las que sus dos hermanos pensaban tanto y con tanta asiduidad. Poniente, los Siete Reinos, aunque su hermano mayor se limitaba a llamarlas "nuestras tierras." «Nuestra por derecho, solo la traición nos la arrebató, pero sigue siendo nuestra, será nuestra eternamente. No se le puede quitar al dragón lo que es suyo. No, no. El dragón recuerda.» Puede que esas tierras fuesen suyas pero Daenon no las recordaba casi nada, solo tenía un año cuando su madre, Jaehaera, le subió en un barco junto a sus hermanos, nunca la volvió a ver, no volvió a escuchar las palabras de sus labios ni el sabor de su leche en la boca. De Siete Reinos en unos meses solo les quedó Rocadragón, y, en unas pocas semanas ni eso. Huyeron del castillo, junto a ser William Darry y otros cuatro caballeros leales. Daenon les recordaba a todos con cariño, le llamaban "príncipito, pequeño dragón", y algunos motes más, pero uno a uno murieron y los tres hermanos se quedaron solos, vendiendo lo poco que les quedaba, incluso la corona de la reina Rhaella. Y luego robaron, durmieron en cloacas y cagaron en las vías, hasta que, al llegar a Pentos, el magíster Illyrio se ofreció a cuidarlos, un año atrás.

Un escalofrío recorrió la espalda de Daenon y bajó la mirada, presa del desconsuelo.

—¡Daenerys, Daenerys! —Gritaba Viserys, desde el corredor. Su hermano entró, con una amplia sonrisa, sosteniendo un hermoso vestido de tela rosa perlada y translucida —¡Ten, toma! Un regalo de Illyrio. Ven, palpa la tela. Un regalo del magíster Illyrio, este color te resaltará el violeta de los ojos. Y también te pondrán joyas de oro, muchas. Me lo ha prometido Illyrio, te verás como una princesa.

—Tal vez... al Khal le gustase más sin joyas —Propuso Daenon —Se la verá más.

—¿Te he preguntado, bastardo? —Inquirió Viserys —Recuerda cuál es tu lugar.

El chico dio un paso atrás. Daenerys le dirigió una exigua mirada de pena y luego se fijó en su hermano.

—Hemos sido sus huéspedes por un año... y nunca nos ha pedido nada.

—Illyrio no es tonto —Le dijo Viserys —Sabe que no olvidaré a mis amigos cuando conquiste mi trono. —El magíster Illyrio comerciaba con especias, sedas, huesodragón y con muchas otras mercancías menos delicadas. Tenía muchos amigos en las Nueve Ciudades Libres y, a todos ellos, les vendería por un buen precio.— Uhm... aún sigues cabizbaja. Enderézate —Viserys le dio el vestido a una esclava, agarró a su hermana de los hombros hacia atrás—Déjales ver a todos que tienes cuerpo de mujer. —Viserys desabrochó el vestido de su hermana por los hombros y examinó su desnudez, le acarició la piel blancuzca hasta llegar al seno izquierdo, que mimó unos segundos —Necesito que hoy estés perfecta ¿Harás eso por mí? —Ante el silencio de Daenerys la caricia de Viserys se transformó en un pellizco del pezón y sus ojos violetas se encendieron —Responde ¿No querrás despertar al dragón, verdad?

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora