Daenon III

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—¿Nunca dejáis de beber? —Preguntó Daenon, mientras se ajustaba el cuello del abrigo rojo. Lord Tyrion estaba sentado en una mesa tras él, habían estado jugando al sitrang, con una gran desventaja para Daenon, que perdía consecutivamente ante Tyrion.

—Arrinconáis al rival, pero sois muy impulsivo y atacáis antes de tiempo —Le comentó el Lannister.

Ahora había echado mano de la botella de vino dorniense al otro lado de la habitación y se servía copa tras copa y tras copa.

—No, nunca dejo de beber ¿Por qué dejaría de hacerlo? Mi vida ya es una gran mierda como para no beber. Bebía antes de que todo se jodiese ¿Por qué dejarlo ahora?

El Lannister le caía bien. Daenon agradeció no haberle cortado la cabeza cuando la ira se apoderó de él, el pequeño león era gracioso, aunque lo más que le gustaba era su capacidad para responder sagazmente a cualquier comentario que le dijese, pero sabía que tras esa fachada, Tyrion Lannister estaba sufriendo «y esa es otra razón por la que no lo mato —se dijo— ya está sufriendo bastante en vida. Le atormenta haber matado a su padre, pero también debe sentirse solo. Está muy lejos de su hogar, con su familia despreciándolo y con su enemigo mortal». A pesar de haberle recortado la barba y el pelo, de haberle bañado, puesto comida en su tripa y de vestirlo con las mejores ropas Tyrion Lannister seguía sufriendo, y eso le hacía sentir algo de pena. Algo.

Daenon se volvió a sentar frente a él.

—¿Cuál fue mi última pieza? La última que moví.

—El dragón, lo usasteis para matar a uno de mis caballeros ligeros.

—Cierto —Dijo Daenon, moviendo de nuevo el dragón, sobrevolando la montaña de Tyrion y cayendo frente a su rey, que estaba tres casillas moviendo recto.

—Buena jugada, pero habéis vuelto a precipitaros —Tyrion movió una de sus caballerías y mató al dragón.

En dos movimientos más había destrozado la defensa de Daenon y le había ganado otra vez. El chico se estrelló contra el respaldo de su silla y resopló, molesto.

—Sois bueno.

—Pues deberíais haberme visto cuando esto —Dijo, señalando su cabeza —Aún funcionaba.

—Me habría gustado verlo. He oído que dirigisteis la defensa de Desembarco del Rey contra Stannis Baratheon.

—Así es, y como recompensa me dieron una cicatriz que me cruzó la cara. Pero así es la vida.

—Y a pesar de ello... seguís queriendo a vuestra familia.

—Claro que les quiero. En especial a mis dos sobrinitos, son los niños más hermosos que he visto, y los más adorables. También a mi tío, a mi hermana muy pero que muy poco, y a mi hermano Jaime.

—El Matarreyes.

—El Matarreyes que mató a vuestro padre, sí. Es el mismo.

—Cuidado, lord Tyrion —Advirtió Daenon.

—Ya no soy lord de nada, de hecho creo que nunca lo fui. A parte de la cabeza, que no me importa mucho, no me podéis quitar nada.

—Puedo quitaros hasta la última gota de vino de esta casa y alimentaros a base de pasto.

Tyrion le miró con esos ojos saltones, y sonrió apesadumbrado.

—Me había olvidado del puto vino, acertáis en eso ¿Por qué pretendéis matar a toda mi familia?

—Venganza.

—Uh... ¿No justicia?

—No, me importa poco la justicia. La vida me ha enseñado que la mejor manera de pagar algo es con el viejo dicho de ojo por ojo y diente por diente.

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora