El lobo en la guarida del dragón

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La rutina de Jon en Rocadragón había seguido una estricta monotonía. Por la maña supervisaba la extracción de vidriagón y por la tarde recorría la isla. Rocadragón era grande, rocosa, volcánica, casi sin vegetación, salvo por los jardines de Aegon. Pero entre sus fayas, encontró pequeños paraísos: Grutas donde el agua goteaba, hirviendo, como los baños de Invernalia, playas donde las rocas se adentraban en el mar un tras de otra como colas de dragón, piedras multicolor en la arena, cuales gemas ocultas. Para sus ojos de norteño, ese lugar era una pequeña miniatura de cómo debió ser la Antigua Valyria.

En uno de esos paseos, se le unió Arya.

—Así que... en Braavos ¿eh?

Ella asintió.

—He entrenado, ya no soy una niña.

—No —Reconoció Jon —Ya eres casi una mujer hecha y derecha.

Arya le golpeó en el hombro.

—No te burles de mí, anda. —Siguieron caminando sobre las rocas grises y rojas, hasta que llegaron a un acantilado, donde solo el mar cubría el horizonte —Es precioso, pero no es nuestro lugar.

—Disfrutemos de esto mientras dure —Le aconsejó Jon —Estas vistas no las tenemos en el Norte, y si no vencemos a los Otros... no las veremos nunca más.

—Dragones, Caminantes Blancos, Asesinos sin rostro ­—La chica se cruzó de brazos —Qué más habrá en este mundo.

—Arañas gigantes y un gigante de ojos azules, probablemente.

—Y una reina dragón —Le dijo Arya —La miras mucho ¿sabes?

—Davos dice lo mismo.

—Todos dirían lo mismo, Jon. Es bella ¿No te gustaría...? ¿Cómo se dice? Ah: "Cortejarla como si fueseis absurdos personajes de cuentos estúpidos." Esos le encantaban a Sansa.

—Ha cambiado —Le aseguró Jon —Pero Daenerys... no es momento para amar, Arya.

—Nunca lo es, por eso es tan preciado. Vamos, volvamos al castillo. El principito se va hoy ¿no?

Jon asintió.

Emprendieron el camino de vuelta y tras llegar a los acantilados lindantes a la enorme fortaleza, divisaron como, en la bahía, la flota ya se preparaba para salir. Velas negras y rojas, negras y doradas, verdes y naranjas. La mayor parte de lo que quedaba de la armada Targaryen.

Fueron hacia el salón del trono, donde solo estaba la princesa Arianne.

—Alteza —Saludó Jon.

—Jon Nieve —Dijo ella. Caminaba de lado a lado, jugando con los anillos de sus dedos, de forma nerviosa. —Lady Arya.

Entonces, entró Daenerys, seguida de Tyrion y Adso, que ya se disponían a partir simultáneamente hacia el continente. La reina le dirigió una sonrisa que hizo que el corazón de Jon se conmoviese. Miró a Arya... puede que llevase algo de razón.

Entonces entró Daenon, y poco después, Victarion Greyjoy. Posiblemente porque acababan de ultimar los detalles de la armada.

—Estoy a punto de irme —Anunció. Su hermana fue la primera en abrazarlo, un abrazo tan prolongado como el que Jon le había dado a cada uno de sus hermanos cuando abandonó Invernalia.

—¿Puedes perdonarme? —Le preguntó Daenerys, con voz trémula.

—No hay nada que perdonar —Aseguró el príncipe —Te traeré gloria. Arianne...

La princesa dorniense se adelantó y rodeó con sus brazos la cintura de Daenon, mientras ocultaba su rostro en el hueco de su hombro.

—Te quiero —Le dijo la princesa, lo que al parecer impresionó al propio príncipe, pues dio un leve respingo —Vuelve conmigo ¿vale? Regresa.

Daenon asintió y Arianne juntó los labios de ambos. La sinceridad en la voz de Arianne le sorprendió mucho a Jon. «Lo ama —comprendió— lo ama como solo una mujer puede amar a un hombre.» La serpiente de Dorne, despiadada e inhiriente, ahora mostrada sus emociones ante todas aquellas personas.

Daenon se volvió hacia Adso y los dos se abrazaron.

Jon vio los ojos del maestre, y a pesar de sus amables palabras en sus ojos no vio pena sino... confusión.

Al separarse, Daenon dirigió una mirada prolongada a Jon, una mirada tan sostenida que le hizo pensar que desenvainaría Fuegoscuro en ese momento y le cortaría por la mitad.

—Quiero hablar contigo —Dijo, luego se viró hacia Arianne y abrió la boca, pero luego la cerró y dijo simplemente: —Besa a Matarys y Jaehaera de mi parte.

Salió, seguido de Victarion, y Jon.

Lo esperó en el pasillo y con un sencillo gesto le ordenó que lo siguiese. Solo sus pasos sobre la fría piedra de los angostos pasillos de Rocadragón.

—No me caéis bien.

Jon tragó saliva. Comenzó a sudar levemente.

—Lo he notado, alteza.

Daenon entonces empujó a Jon contra la pared y le apretó el cuello. El norteño instintivamente quiso echar mano de la espada, pero Victarion lo agarró por la muñeca.

—Escúchame, Nieve. Aléjate de mi hermana. Ella es lo único de gran importancia que me queda en el mundo, si le pasa algo por tu culpa te encerraré en una jaula y haré que veas como quemo el Norte. —Daenon lo soltó y Jon se llevó la mano al cuello —Los dragones no perdonamos, recuerda eso. Y no te acerques a mis hijos, a ninguno de ellos.

Daenon siguió adelante, seguido de Victarion.

Entonces Jon escuchó unos pasos detrás suya. Se viró y vio como Varys, la Araña, se acercaba.

—Qué chico tan imperioso ¿No creéis? Tan impetuoso... tan agresivo. Ay, como me entristece decirlo, pero... cuando cierro los ojos veo al viejo rey, y cuando los abro, a su hijo. Hay mucho del Rey Loco en nuestro príncipe.

—Lo que decís... es traición.

Varys se encogió de hombros.

—Traje a Daenerys aquí para que liderase este país hacia el futuro, un futuro donde el pobre y el campesino no sea arrastrado y humillado. No dejaré que nadie me lo impida. Entronizaré al mejor rey.

—¿Y qué es Daenon? —Le preguntó Jon —¿Un impedimento o...?

—Es un niño perdido —Dijo Varys —Como yo. Y los niños perdidos... son los que arrasan el futuro. Adiós, Jon Nieve.

Jon suspiró y salió al balcón, pensando en las palabras del eunuco. Lord Varys, la Araña, Consejero de los Rumores ¿Qué planeaba? ¿Traición? No, no iba a traicionar a la reina acababa de admitir que era su mejor baza para subir al trono, pero ¿Qué había de Daenon?

Lo vio bajando por las escaleras del castillo, a lo lejos, hablando con Victarion. Hablaba mucho con él.

Luego se acercó a los dragones, que dormitaban sobre las rocas. El negro... ¿Drogon? Rugió en cuanto lo vio y acercó su cabeza para que lo acariciara. Lo mismo hizo con Rhaegal y, finalmente, besó la cabeza de Viserion, trepó por su lomo, y echó a volar.

¿Qué era Daenon Targaryen? ¿Un impedimento o algo más?

—¿Qué era Daenon Targaryen? —Susurró.

Davos le miró mientras entraba en el camarote.

—¿Habéis dicho algo?

Jon se dio la vuelta y le sonrió, apartando los recuerdos de aquella última vez que vio al padre de Dragones.

—Nada, no es nada.

—Como queráis —Respondió suconsejero —Estamos a punto de llegar a Desembarco del Rey.

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora