Elarissa I

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Tras abandonar las Tierras de los Ríos la comitiva que escoltaba a Elarissa se dirigió al sur, a la costa de las Tierras de la Corona. Fue una dura semana de viaje. La nieve y el frío ya comenzaban a afectar a las rutas, incluido el Camino Real.

Cuando avistaron el lugar de atraque de la pequeña flota de Lord Tyrion, comenzaron a bajar.

—¿Necesita ayuda? —Le preguntó uno de sus soldados. Era alto, muchísimo, fornido, con el pelo castaño escaso y la cara quemada por la derecha.

—No, gracias. Puedo yo sola. Soldado... ¿Cómo te llamas?

—Soy el Puto Perro —Respondió —O lo era. Sandor Clegane.

—El Perro del Rey Joffrey —Dijo Elarissa —¿Qué os ha llevado a uniros al ejército de mi esposo?

El hombre escupió sobre la hierba.

—La muerte de un septón cabrón y el borracho de Thoros de Myr.

Tras la desaparición de lady Corazón de Piedra Thoros de Myr y el resto de la Hermandad sin Estandartes se habían unido, junto a sus antiguos compañeros, a las tropas de los Ríos, en defensa del pueblo. Pero el Perro no parecía alguien que se uniese a un ejército por eso, menos aún a un ejército donde todos le odiaban por ser hermano de quien quemó sus campos y violó a sus mujeres.

La comitiva real estaba formada por señores de Dorne, del Dominio y las Tierras de la tormenta, todos escoltados por miembros de la Compañía Dorada y su capitán, Harry Strickland. Entre ellos, se encontraba Adso, vestido con un abrigo con capucha de piel y una larga capa abrigada.

Elarissa de inmediato se dirigió a su hijo y lo estrechó entre sus brazos con mucha fuerza.

—Oh, mi niño. Cuánto me alegro de verte.

—Y yo a ti, madre —Respondió el maestre —¿Cómo has estado? ¿Y tu marido?

—Brynden... ya habrás oído cómo es él. Ha estado todo el rato luchando contra los Lannister, casi no se pasa por Aguasdulces. Dime ¿Has podido ver a Elena? ¿Estaba en Rocadragón? Apenas me escribe.

Adso le acarició la mejilla y la volvió a abrazar.

—Tranquila, madre. Elena está bien. Su esposo la ha llevado a Isla Zarpa, allí estará a salvo. El castillo de los Celtigar es tan fuerte como Rocadragón. Dime ¿Es cierto lo que he oído? ¿Está Mirenna encita?

Elarissa sonrió y asintió. Hacía dos semanas Olyvar le había escrito, anunciándole la gran noticia. La señora de las Tierras de los Ríos solo esperaba que el nacimiento de esa criatura volviese a reunir a toda la familia, a sus pequeñas niñas, a su nuera y nieto y a su hijo. Solo le faltaba Raymond, su dulce grandullón. Pero él no iba a volver, ya estaba descansando en la ciénaga de Pantano de la Bruja, como todos los Naylnad antes que él.

Lord Tyrion se acercó. Vestía un traje negro con escapas decoradas en dorado y una capa de lana.

—Mi señora —Saludó —Debemos partir. Seguro que Cersei nos está esperando con impaciencia.

Por el tono de su voz, Tyrion Lannister estaba mucho más animado de lo que debería.

Subieron a los carros, y partieron.

El interior del carro de Elarissa estaba lleno de mantas, cojines y una pequeña vela aromática dentro de un farol. Parecía casi una jaula de tela, algo claustrofóbica, pero acogedora.

—¿Te encuentras bien? —Le preguntó a Adso —Pareces muy... pensativo.

—Estoy bien, madre —Dijo Adso ­—Es solo que estoy pensando en cosas. En muchas cosas.

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora