Arianne II

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Su boda fue tan discreta como su padre había prometido. A ella Ellaria la vistió con un vestido blanco precioso, mientras que su padre le había dado joyas que habían pertenecido a su esposa, la madre de Arianne, Melario de Norvos. «Una boda que no es una boda —el pequeño maestre lacustre, Adso, se visitó con un jubón negro con el dragón tricéfalo de gules cosido en el pecho— al menos tendré dos bodas, no muchas damas pueden disfrutar de ese privilegio». Se tomaron de las manos, hicieron los botos, y luego sin banquete ni celebración fueron a la cámara nupcial. Cada uno se acostó en un lado de la cama y Areo Hotah colocó una espada entre ambos. Si su caballero blanco viviese habría intentado matar al hombre a su lado con ese acero, pero Arys había muerto y eso no lo podía cambiar nadie.

Los sirvientes prendieron la chimenea y las velas y se retiraron. Arianne comenzó a mover los pies por debajo de las sábanas mientras miraba con curiosidad al maestre. Aparentaba estar tranquilo, pero su mirada no se apartaba de las vías del techo, lo que a Arianne le hacía ver que estaba realmente nervioso.

—¿Qué os pasa? —Le preguntó ella —Tranquilizaos, juro no poneros las manos encima. No sería apropiado.

—No os dejaría ponerme las manos encima —Aseguró el muchacho, con tono calmado —Ya tengo mujer, y la amo con locura. Nunca le sería infiel, ni siquiera con una princesa.

Arianne rio.

—No tengo sueño, señor. Habladme de vuestra mujer ¿Cómo es?

El muchacho se deshizo en alabanzas hacia esa chica. Una panadera de Antigua que conoció cuando estudiaba en la Ciudadela. La historia hizo sonreír a Arianne, era como las clásicas novelas románticas o las canciones de los bardos y poetas, con la diferencia que la historia de ese joven no había terminado. Siguieron hablando varias horas, hasta que las velas comenzaron a consumirse por la mitad «Al menos no es un lerdo».

—Así que mi marido empezará a enviar sus tropas a Dorne ahora que estamos casados ¿Ya habéis enviado el cuervo?

—Efectivamente —Aseguró el maestre —Antes de la ceremonia. En unas semanas comenzarán a llegar, luego llegará él, con su hermana Daenerys.

Arianne pensó que su padre podría haber enviado a Quentyn a ver a Daenerys y no casarla a ella, pero suponía que la oferta del príncipe de Rocadragón había llegado con antelación, antes de que su padre pudiese mover ficha «pero aun así está contento, a él le daba igual qué hijo se debía casar con quien —pensó la princesa— también tratará de casar a Quentyn con la reina dragón y legar Dorne a Trystane. Típico de él. Nunca deja nada al azar.»

Se quedó dormida entre los sonidos de la noche. Los sueños le mostraron imágenes de su prometido. Ella se imaginó a un muchacho alto, esbelto y muy guapo, con la piel de leche y unos ojos esmeralda que brillaban como zafiros pulidos. Curiosamente lo imaginó sin barba, y con un cabello largo como el de ella, pero la luz del sol la despertó.

Ellaria la desperezó con caricias en la mejilla. Su acompañante nocturno ya no estaba allí, la espada tampoco.

—Debes venir —Le dijo —Te gustará ver esto. Vamos.

Arianne la siguió mientras la tomaba de la mano, no le importaba que aún estuviese en camisón, estaban en Dorne, no en un castillo de señores mojigatos. Lo llevó hacia una de las salas de recepción de su padre, con las paredes llenas de teselas de colores y el techo abovedado con forma de estrella. Allí estaban lady Nym, Obara y Tyene Arena, pero no estaban solas. Estaban su padre y una docena de guardias dirigidos por Areo, todos armados con lanzas con serpientes enroscadas en torno al hasta.

Arianne corrió hacia sus primas y primero abrazó a Tyene. De todas sus primas ella era la más cercana a su corazón, habían compartido muchas cosas, como las risas, hombres y juegos. Luego besó a Lady Nym en los labios y abrazó a Obara.

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora