Tyrion Lannister observaba todo desde la gran pirámide de Meereen. Más allá de los muros, las tropas yunkias y ghiscarias montaban su campamento y preparaban los trabucos. En el río una flota de cien barcos qarthienses anclaba cerca de la orilla. Algunos descargaban provisiones, caballos, hombres o elefantes. Otras naves armaban fundíbulos capaces de traspasar las murallas, lanzando proyectiles en llamas. Barrystan observaba junto al enano. Aquello no lo asustaba, había visto bastantes asedios a lo largo de toda su vida. Los yunkios entrenaban esclavos de cama, no guerreros. Los ghiscarios, aunque bien armados, sucumbirían ante las lanzas de los inmaculados. Y los traidores Segundos Hijos, así como los otros mercenarios, huirían ante el paso de los inmaculados. No era su primer asedio ni sería el último
Entraron al interior de la pirámide. Gusano Gris y Missandei estaban allí, al igual que el Cabeza Afeitada, el líder de la guardia de la ciudad. Barristan vio como le echaba miradas furibundas al senescal Reznak mo Reznak. Luego estaba la Araña, callado, silencioso, observando todo con ojos curiosos e interesados. Barristan no se fiaba de ninguno de ellos salvo del comandante de los inmaculados y de la pequeña niña de Naath. El resto habían acudido a su reina como polillas hacia la luz, movidos solo por su creciente poder, pero su espada blanca estaba lista. Miró con especial desconfianza al senescal y al Cabeza Afeitada. Ellos estuvieron de acuerdo en encerrar al Rey Hizdarg en prisión, el enano solo tuvo que insinuarlo para que lo hiciesen, «los dos sacaban provecho de ello —pensó Barristan— si Hizdarg muere, tendrán el cortejo a la reina abierto otra vez». Uno de ellos podía ser la Arpía... pero Hizdarg intentó envenenar a la reina. Nadie estaba libre de sospecha.
—Debemos atacar —Dijo Barristan —No tenemos armas de asedio ni víveres para soportar un sitio largo. Vencerlos fuera de las murallas es lo único que podemos hacer
—¿Cómo, ser caballero? —Preguntó el senescal perfumado —Si los inmaculados salen de la ciudad los hijos de la Arpía atacarán y asesinarán a la buena gente de Meereen.
—Y si los inmaculados se quedan dentro serán los que mueran, o enfermen por la Yegua Pálida —Dijo Barristan. Él había dado la orden de cerrar las puertas de la ciudad a los enfermos de colerina sangrienta. Cuando sus enemigos llegaron aporrearon las puertas y las murallas, suplicando entrar. «La reina no los habría dejado fuera».
—Yo lideré la defensa de una vez —Dijo Tyrion —Perdí media nariz, no quiero perder la otra mitad, le tengo cariño. Ser Barristan es quien conoce las artes de la guerra. Le dejo a él el mando.
—Entonces, contadnos vuestro plan —Dijo Reznak mo Reznak.
Barristan se mordió el labio.
—Creo que deberíamos retirarnos y dejar al caballero pensar —Dijo Varys, con una mirada triste —Serán horas difíciles para todos nosotros. Cuando el lord Comandante de la guardia de la reina esté listo, puede llamarnos.
Todos fueron desalojando la sala, todos menos Varys, que se quedó tras la puerta cuando la cerró.
—Os advierto que no os será fácil matarme —Le expuso el caballero.
—No quiero mataros, quiero advertiros. Mis Pajaritos han indagado en la ciudad y tienen importante información para vos, mi señor.
No se fiaba de la Araña, no se fio de él bajo el reinado de Aerys, ni bajo el cetro de Robert, ni bajo el perdón de la reina dragón.
—¿Qué cantan vuestros pajaritos?
—Que esta noche, en el Templo de las Gracias, la mismísima Arpía estará rezando a los dioses del Antiguo Ghis por una derrota temprana de nuestra amada reina.
¡La Arpía!
—¿Quién es? —Preguntó Barristan, apoyándose en la mesa y mirando los enigmáticos ojos del eunuco —Durante meses ha matado a los fieles a Su Majestad, ha destruido la armonía de la ciudad...
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Canción de hielo y fuego: Hijos de Valyria
FanfictionEscaparon de su casa en mitad de la noche, con lo puesto, durante años huyeron de ciudad en ciudad, escapando de los puñales de quienes les perseguían y malviviendo en callejuelas y de la corta cortesía de los ricos y poderosos. Viserys, el Rey Mend...