La Reina Dragón II

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Daenerys recibió a los recién llegados en la sala del trono, acompañada de Tyrion Lannister y de sus dos espadas juramentadas, Jorah y Barristan. La reina se sintió a gusto junto a esa compañía, había recorrido largos y tortuosos caminos con los dos caballeros y si alguien era tan gracioso como hábil en el gobierno era Tyrion. A los tres les debía mucho.

—Que pasen —Ordenó Daenerys.

Dos inmaculados apartaron las lanzas y por la puerta aparecieron tres Hijos del Hierro. Uno era un hombre alto, de melena oscura y figura imponente. Otro, era igual de alto, pero con el pelo gris y a pesar de parecer más joven, la edad le había caído encima de golpe. La tercera era una mujer de caballo corto, del mismo color que le de sus acompañantes, más alta que Daenerys y el doble de robusta.

—Majestad —Dijo la mujer, haciendo una reverencia —Me llamo Asha Greyjoy y estos son mi hermano Theon y mi tío Victarion.

—Theon Greyjoy —Musitó Tyrion, con una triste sonrisa —Es gracioso como la vida nos vuelve a juntar tras tantos años en el lugar menos imaginado: La corte Targaryen.

—No fueron tantos años —Respondió el muchacho —Pero para mí ha sido toda una vida.

­—Sí, supongo que debería disculparme por todo lo que os dije otra vez y vos disculparos por todo lo que me dijisteis, pero lo pasado, pasado está. Y por nuestras caras, ninguno nos hemos divertido en este tiempo.

Daenerys, desde su asiento, tomó la palabra.

—¿A qué habéis venido a mi presencia, mis señores, mi señora?

—Mis sobrinos y yo venimos a pediros ayuda, gran reina —Dijo Victarion, adelantándose un paso —Mi hermano Euron volvió a las Islas del Hierro tras una larga ausencia y asesinó a mi hermano a sangre fría. Fue elegido Rey por la asamblea y fue inmediatamente a matarnos.

—Estáis muy vivos para ser cadáveres —Argumentó Tyrion —¿Traen los cadáveres del hierro naves para la reina?

—Ciento veinte barcos —Asintió Asha, dando un paso al frente —Los ponemos a vuestros pies, mi hermosa reina. Pero debéis saber que Euron también viene a ofreceros sus barcos.

—¿Por qué no debería esperarlo? —Preguntó Daenerys.

—La Flota de Hierro no es lo único que traerá —Musitó Theon —También quiere daros...

—Su gran polla, creo que dijo —Asha alzó las manos —Su oferta incluye el matrimonio. No conseguiréis lo uno sin lo otro.

Daenerys sonrió mientras miraba a la joven de las Islas del Hierro.

—¿Y vuestra oferta? ¿No incluye el matrimonio?

La mujer le guiñó un ojo.

—Jamás demando, pero haría cualquier cosa. Puedo ir a buscar a un septón, si lo deseáis.

—O casaros conmigo, si lo deseáis. —Apuntó Victarion.

Daenerys soltó una carcajada. No eran los primeros en intentar negociar con ella a través de coqueteos e insinuaciones, en Qarth ella había recibido docena de protestas cien veces más indecentes, pero ni por asomo la mitad de directas que la de los isleños frente a ella. Lo sopesó. La flota de los amos era grande, doscientos barcos bien requisados, suficientes para cargar sus hordas y legiones de inmaculados, pero más barcos supondrían poder llevar más materiales, alimentos y esas cosas.

Miró a sus consejeros.

—¿Qué proponéis, mis señores?

—Si vamos a la guerra, mi reina, deberíais firmar todas las alianzas precisas y más aún. Los Lannister están débiles, pero sin duda serán una gran fuerza. Con la flota de los Greyjoy, podréis sitiar Desembarco del Rey y tener navíos para desplazaros por el continente.

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora