El Capitán del Silencio

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A Ojo de Cuervo le gustaban los tesoros, le gustaban porque podía arrancarlos de las manos de sus víctimas mientras rogaban por la piedad de los hombres o por el abrazo de los dioses. Euron tomó un puñado de perlas de un cofre que habían obtenido de su saqueo del Rejo. Sonrió al recordar esa batalla, los Redwyne eran más duros de lo que parecían, pero su castillo cayó y su señor se arrodilló, lo que le vino perfecto a Euron, porque tuvo un mejor ángulo para decapitarlo con su gran hacha.

Soltó una carcajada.

Arrojó las perlas al suelo y volvió al catre, donde le esperaban dos mujeres que había conseguido en Antigua. Muy bonitas, morenas y de piel blanca. Euron las tomó a ambas y luego miró el techo de su camarote, mientras el Silencio se movía de lado a lado como un cascarón, haciendo que los candiles se tambaleasen.

Habían pasado el Mar de Dorne, pronto llegarían a Rocadragón, destruirían su flota y le daría a la reina Cersei el oro que tanto quería. Luego él sería rey de los putos Siete Reinos, más de lo que Balon nunca soñó. «Pero él está muerto —recordó el hijo del hierro— los peces se lo han comido, y pronto su hijo y Victarion irán tras él».

Se levantó y estiró la mano para ponerse el pantalón.

Salió a cubierta.

Era de madrugada, el aire olía a mar y su tripulación estaba tan callada como siempre. A veces Euron deseaba no haberles cortado la lengua a todos, alguna vez necesitaba conversación o una mamada.

Bajó a la cubierta inferior. Apestaba a ron y mugre de la sentida. Recorrió los catres colgados de los postes a los lados y fue hasta las celdas.

—Hola, sobrinita —Saludó Euron, acariciando la mejilla de Asha con el dorso del dedo. La chica se estremeció, tenía la mirada perdida y el cuerpo sucio, pálido y amoratado.

—¿Dónde vamos? —La voz de la otrora orgullosa muchacha sonaba más baja y tenue que el aullido de un cachorro moribundo.

—A casa —Le dijo Euron —A mi nueva casa.

—Desembarco del Rey no será nunca la casa de un hijo del hierro. Es lugar de leones.

—Y los krakens somos grandes ¿verdad? Grandes y ocupamos mucho espacio. La sala del trono es bonita, si tengo que matar a unos cuantos leones para conseguir espacio intentaré gozarlo.

—Gozas con la violencia, pero ten cuidado, Euron. Antes de llegar al palacio de los leones debes navegar aguas de dragones. Y los krankens pueden librarse del fuego, pero tus hombres son de carne y tus barcos, de madera. Y ambos, arden.

Euron golpeó a Asha en las costillas. El dolor hizo que se derrumbara, dolorida.

—No me obligues a volver entrar, sobrinita. Además, ya tengo planeado qué hacer con los dragones. Disfruta de tu aposento.

Euron se levantó. La conversación había sido más aburrida de lo que pensaba.

—¡No son solo los dragones! —Le gritó Asha, cuando ya estaba subiendo las escaleras —El príncipe dragón es más peligroso de lo que crees.

—Me alegro —Respondió Euron, subiendo a cubierta.

El Silencio estaba rodeado de un montón de barcoluengos y naves más grandes, como galeras, cocas y demás, capturadas del Rejo. Doscientas naves. A Euron le habían llegado rumores en esa isla de que la flota de los Targaryen, o lo quedaba de ella, era débil, azotada por la malaria y la deserción. Prometedor, pero Euron no se lo creía, principalmente porque del lado de la reina dragón estaba Varys, y ese eunuco tiene bocas en cada rincón de Poniente, incluso en la propia tripulación de Euron. Qué pena no poder castrar a un eunuco.

Canción de hielo y fuego: Hijos de ValyriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora