Capítulo 25

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Narra Dulce

Al ver como esa rata golpea a mi hija enfurezco ¿Cómo se atreve está escoria a tocar a mi hija? Voy a a acabar con su jodida existencia.

Me acerco a ella furiosa, alejo a las niñas de ella y le propino una cachetada volteándole la cara. Saco mi arma y apunto a su cabeza.

Voy a matar a esta jodida rata, voy a dispararle en el puto cráneo por ponerle una mano encima a mi escuincla. Esa niña es mía, nadie, absolutamente nadie le pone un dedo encima.

Voy a disfrutar viendo el cadáver de esta escoria. Escupiendo en ella.

Respiro. Debo calmarme.

Mi nana entra corriendo y se pone frente a mí.

— Calma mi niña, no puedes dispararle. Está embarazada ¿Recuerdas? — dice mi nana mirándome nerviosa.

Tiene razón. La rata está embarazada, no puedo hacerle nada. Quiera o no, es un bebé y no tiene culpa de nada.

Sonrío. Tengo otra idea mejor para hacerle pagar por haber golpeado a mi hija.

— Christopher va a saber que me pegaste. Te odiará por ello. — dice Ratalia advirtiéndome. Río amargamente.

— A estas alturas me importa muy poco lo que opine Christopher de mí. Tú le pegaste a mi hija, yo te la devolví. — le digo sería. Veo a Renato en la puerta observándonos.

Las niñas están detrás de mí, mi vieja al lado de Natalia mirándola con enojo. Veo como se agarra la cintura con molestia. 

— ¿Te duele algo vieja? Te agarras mucho la cintura.  — le pregunto. Ella sonríe nerviosa mirando a Natalia.

Ella le ha hecho algo.

— Está señorita me empujó haciéndome caer al suelo, Renato vino en mi ayuda y está mujer aprovechó para venir corriendo hasta aquí. Al pobre de Renato no le dio tiempo. —  me confiesa mi vieja.

Miro a Ratalia enojada y cuando estoy apunto de decir algo dos persona se acercan a Natalia y la empujan.

— ¡Bruja!¡No vuelvas a empujar a nana! Mamá te hará pagar. — le grita la mocosa a la rata.

— Ojalá mamá te aplaste como a una cucaracha. Rata. — le dice la escuincla. Sonrío.

Ambas niñas quieren que destroce a la rata. Estupendo. Me alegra saber que compartimos el mismo deseo.

La destruiré. Claro que lo haré. A mi modo. Sin lastimar a ese bebé.
Le hago una seña a Renato para que agarré a Natalia.

— ¿Qué haces?¡Suéltame! — grita ella. — ¡Maldita!¡Él te odiará si me lastimas! — sigue gritando.

— Encierrala en alguna habitación vacía. Yo me ocupo de lo demás. — le ordeno a Renato. Él asiente y se la lleva con cuidado mientras ella grita que la suelte.

Me giro a ver a las niñas y agarro el rostro de la escuincla entre mis manos, mirando si la estúpida esa le ha dejado marca. Está bien, no tiene nada.

Retiro mis manos de su rostro y las miro orgullosa por defenderme.

— Gracias. Por defenderme. — les agradezco secamente. Nunca se me ha dado bien dar las gracias y con ellas nunca lo he hecho. Es la primera vez.

— Eres mi mamá, a pesar de que no nos llevemos bien a veces, te quiero y no permitiré que nadie te falte el respeto. — me confiesa la escuincla algo tensa pero segura.

Sonrío.

— Mamá, siempre te vamos a querer. Seas como seas. — me confiesa la mocosa también.

Irresistible TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora