Paranoica.

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Me encontraba en la habitación de la habitación de Benjamin en Argentina, todo estaba como siempre. Sus juguetes en su respectiva caja de juguetes, su cama en forma de carro, el papel tapiz de un campo de fútbol y una que otra fotografía de cuando nació.

Yo cargaba un plato con papilla de manzana en mi mano, el cual es su favorito, mientras veía toda la habitación sonriente, me daba felicidad tener un hijo así, el es maravilloso y es todo lo que yo pueda pedir en la vida. 

Me acerco a la cama que al parecer Benjamin se arropó hasta la cabeza como a veces suele hacerlo. Yo sonrío y dejo escapar una risita. 

—Vamos amor, tienes que comer —dije destapandondolo hasta ver que se trataba de la típica broma de almohadas juntas. 

En seguida entre en pánico vi al rededor de la habitación pero no había nada, todo lucía muy tranquilo y en seguida la habitación se volvió oscura como si se trataba de llover.

—¿Divertido, no? —escuché una voz a mi espalda.

Voltee y estaba Sergio con Benjamin en brazos con una sonrisa diabólica mientras que Benjamin se reía de mi.

—¡No! —grité y corrí hacía la puerta.

La puerta se cerró antes de que pudiera llegar a ella, al llegar la abrí eufóricamente pero ahí no se encontraba el pasillo de mi casa, me encontraba en la calle. Salí de la habitación y empezaron a caer relámpagos y rayos pero las personas no les parecía importarles solo caminaban como si nada estuviera pasando.

—¡Ayuda! —empecé a gritar entre la multitud— ¡Mi hijo fue secuestrado!

Gritaba, gritaba y podía gritar lo que quisiera pero nadie volteaba a verme, nadie me escuchaba.

—¡Ayuda, por favor! —le dije a un señor de unos 60 años mientras lo sacudía pero el no parecía notarme.

Era como si fuera un fantasma, nadie me veía, nadie me escuchaba y nadie parecía estar normal ante la situación de que los rayos caían y mataban a unos cuantos.

Corrí hasta la puerta de la habitación y al abrirla estaba Benjamin, todo era oscuro, el sonreía y estiró sus manos hacía mi.

—Mami —dijo con su vocesita tan dulce.

En seguida sonreí aliviada.

—Benjamin, hijo —iba acercarme pero al hacerlo el caminó hacía mi y cayó en un abismo negro.

—¡No! 

Empecé a llorar eufóricamente y me gritaban desde abajo.

—¡______! —se escuchó el primer llamado— ¡Linda, por favor despierta!

Sentí unos brazos abrazarme, sentí las lágrimas salir involuntariamente, no podía saber lo que pasaba, no podía parar soñar cosas horribles, no podía evitar sentirme mal. Quería soltarme de aquella persona y empecé a luchar para soltarme pero el solo susurraba un "shh" y me abrazaba más fuerte al abrir los ojos pude ver la camisa verde del entrenamiento de Brasil, subí mi mirada y ahí estaba Neymar... con el cabello teñido de rubio.

Mi cabeza estaba recostada de su pecho, su respiración era tranquila y traté de igualar mi respiración con la de él, poco a poco fui respirando lentamente mientras obligaba a mi cuerpo a dejar de temblar, mi mano se encontraba aferrada al brazo de Neymar y el solo mantenía su labios en mi cabello mientras me inspiraba tranquilidad.

Al cabo de unos 5 minutos me fui seperando de el y sentí mi rostro pegajoso por las lágrimas que se secaron. El me miró y apartó el cabello de mi rostro, yo lo miré y el sonrío.

La hija de Maradona {Neymar y tú}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora