Capítulo 36

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Capítulo 36:Cuando Adam se cayó29 de junio

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Capítulo 36:
Cuando Adam se cayó
29 de junio

2:37 pm

—Entonces, ¿a dónde dicen que fueron Aviv y Sanne? —preguntó Dalia.

Rubí subió la vista de su cuaderno de canciones y se enfocó en la pelirroja, quien sostenía a una inquieta Harley Bacher que lo único que quería era bajar de su regazo y correr. Esa tarde, dado a que sus tutores habían decidido desaparecer, Caleb invitó a sus familiares, rogándoles a sus tías que hicieran almuerzo porque ninguno de ellos dos sabía cocinar algo decente. Por supuesto que ellas no se negaron. En realidad, Rubí comenzaba a dudar que alguien pudiese negarse al encanto de Leb Carlton.

En ese momento, ya el almuerzo había concluido y todos se encontraban en la mesa, simplemente charlando. Los Blake también estaban ahí, mostrando sus personalidades tan únicas como siempre lo hacían. Sorprendentemente, a Rubí no le molestaba estar tan rodeada de esas personas. Quizá, solo quizá, comenzaba a acostumbrarse a ellos. Le sonrío a Dalia y, solo para aclararlo, fue una sonrisa muy sincera.

—Dijeron que irían a hacer unas diligencias y que no los esperáramos para almorzar —respondió.

—Mhm, claro —dijo la pelirroja, frunciendo un poco su frente.

—¿Por qué esa cara, amor? —preguntó Donovan, entretenido ante la forma en la que ella parecía estar pensando en algo más.

—Por nada —se apresuró a decir ella. Luego, observó a Harley, quien en serio estaba inquieta —. Bueno, Harl, entendí que no te gusta estar en mis brazos. Ya te bajo, pero no molestes más a Drew. Sabes que a él no le gustan los niños.

—Lo cual es irónico, porque él es un niño —resaltó Adam, al tiempo en el que Dalia dejaba libre a Harley —. O al menos en edad, porque a veces siento que sus respuestas son de alguien mayor. Es más, admito que me hace sentir estúpido en ocasiones.

—Eso es porque ese es el don de Drew —soltó Easton, el único terremoto que quedaba en la mesa. El resto estaba afuera junto a Malory y Brandon —: hacer sentir a la gente estúpida.

—Hey, no hablen así de mi hijo —habló Derek, quien tenía a Lavanda en su pierna y la subía y bajaba para divertirla —. Él solo le hace un favor a las personas al recordarles lo estúpidas que pueden llegar a ser, pero lo hace con clase.

—¿De dónde lo habrá sacado? —rio Cloe, desviando la vista para ver a sus hijos —. ¡Huracanes, me entero que destrozan algo y les haré comer de mi comida!

—Que castigo tan cruel —soltó Gabe.

—Sigue y te obligaré a comerla a ti también.

Rosas ||P.E #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora