ME RINDO

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 43)

LISSBETH

Iñigo se lanzó sobre mí, me abrazó de una manera que nunca antes me habían abrazado, él no solo me estaba abrazando el cuerpo sino también el alma, no supe como reaccionar a ello, me quedé con los brazos abajo, pero quería que su aroma quedara para siempre en mi memoria, el olía a océano, a libertar, a amor, él olía a todo eso que siempre anhelé tener.

—Liss, es hora de cerrar, tenemos que irnos— dijo Valentina, sacándome de los brazos de Iñigo.

Me tomó de la mano, y salí de la bodega siendo arrastrada por Vale, mientras no dejaba de ver a Iñigo, llegamos al Bar, ya todos se habían ido, empezamos a cerrar y cuando salimos del Bar para esperar a que Señor César llegara por nosotras, oh sorpresa Hernán estaba ahí, esperando, en cuanto nos vio salió del auto, —estaba esperando a mi esposa para llevarla a casa— dijo, mientras me abrazaba, yo vi fijamente a Vale, ninguna de las dos tuvo el valor de decir algo, me fui con Hernán al auto, me subí con él, el Bar estaba como a 3 kilómetros de nuestra casa, habíamos avanzado tal vez unos 100 metros, cuando Hernán me pidió que me quitara los zapatos, no entendí porque, solo me le quedé viendo pero le obedecí.

Pasados unos 500 metros detuvo el auto en medio de la nada, eran casi las 2:00 a.m. —¿qué pasa Hernán? Estoy cansada, vamos a casa, ¿por qué se detiene?— Pregunté.

Se me quedó viendo, no dijo nada y se bajó del auto, me preocupé, pensé que el auto se había averiado, de pronto abrieron la puerta de mi lado, yo grité me asusté, era Hernán, —claro que vamos a ir a casa, solo que yo en el auto y usted irá caminando, para que entienda que si usted se mete con otro yo la mato, ¿le quedó claro?— gritó, tomándome fuerte del brazo y haciéndome bajar del auto.

—Hernán, no por favor no me deje aquí sola en medio de la nada, Hernán por favor, ¡HEEEEEEEEEEEEERNÁN!— grité, fue inútil, no me escuchó, solo se subió al auto y siguió la marcha.

Me dejó en medio de la nada, de madrugada, sola y descalza, empecé a llorar mientras caminaba y veía a cielo, solo la luna era mi compañía, y era la única que me alumbraba, estaba tan cansada, tan agotada, sentía que mis pies pesaban con cada paso que daba, tenía la esperanza que en algún momento Valentina y el Señor César me alcanzaran, pero nunca sucedió, seguramente habían tomado el otro camino, estaba tan cansada que aquellos 3 kilómetros se me hicieron eternos, me llevó más de una hora llegar a casa, con los pies totalmente llagados, llegué casi a las 4:00 a.m. toqué a la puerta, Hernán abrió la puerta, —¿qué horas son estas de llegar?— gritó, dándome el primer cinturonazo, caí de rodillas en el patio, y ahí mismo me di por vencida, yo misma que quité la blusa, recibí el segundo, el tercero, el cuarto, cinturonazo, me abracé a las piernas de Hernán y le supliqué, que acabara con mi vida.

Ahí hincada, abrazada a sus pies, viéndole a los ojos, —por favor ya máteme, por favor ya acabe con mi vida— supliqué, mientras las lágrimas no daban tregua.

En ese momento, él se detuvo, se agachó, levantó, me llevó a la regadera, y me bañó, —usted es mi único y más grande amor, yo jamás haré algo por dañarla, si de vez en cuando la golpeo es por su bien, solo por su bien— repetía, una y otra y otra vez, mientras ejuagaba mi cabello, yo no podía dejar de llorar, de repente, sentí su cuerpo desnudo entrar a la regadera, me puso contra la pared, y cuando sentí me penetró sin decir más, —le voy a demostrar, aaaah, cuanto, aaaah, la, aaaaaah, amo, aaaaah, disfrute, aaaah, mi, aaaaah, amor— decía mientras me empotraba contra la pared, mi cuerpo pegado a los azulejos del baño, yo parecía una toalla mojada que se movía al compás del mete y saca de Hernán, las lágrimas caían solas, le supliqué una y mil veces a Dios que tuviera piedad de mí, no obtuve respuesta, era como si le suplicara a un ser que no me veía que no me escuchaba, —aaaaaaaaah— gimió Hernán, saliendo de mí y dejándome ahí sola, me sentí el ser más inútil del mundo.

Salí del baño, me fui así desnuda y mojada hasta la cocina, tomé todas las pastillas que encontré y las bebí, unos minutos después, toda la luz se apagó.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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