LA NIÑA INTERIOR

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 44)

Desperté con los gritos desesperados de Hernán, —amor no, usted no puede hacernos esto a mí y a nuestra hija, por favor, mi hija la necesita mucho y yo también, gritaba mientras me daba a beber jugo de limón y yo seguía vomitando—

Tuve pequeños flashback, regresé a un año atrás, cuando de la nada Jeremy despertó con fiebre, mucha fiebre y él no quería llevarla al médico, la llevamos gracias a que mamá llegó y al verla tan mal casi, casi le ordenó que lleváramos al médico, era el mismo médico que atendió mi embarazo, nos atendió de emergencia, al hacerle análisis, descubrió que era apendicitis, había que hacerle una laparoscopia inmediatamente, nos explicó que por la edad de Jeremy esta era la mejor opción, Hernán solo se me quedó viendo, no decía nada, —¿cuál es el precio de la cirugía?— pregunté.

—Liss por ser usted, que siempre la he atendido serian Q.12,000 (Mil ochocientos dólares aproximadamente)— dijo.

Hernán inmediatamente llamó a mamá le contó que pasaba, y mamá le respondió que ella no dejaría morir a su nieta que la lleváramos al Centro Médico, y que ahí nos veríamos, que ella llevaría el dinero, esta es una de las cosas que siempre le estaré agradecida a mamá.

Llegamos prepararon a Jeremy, la bajaron al quirófano, ella daba gritos, mi corazón estaba en un hilo, don Enriqueto estaba ahí dando apoyo emocional, y mamá también estaba con nosotros, ella había llevado el dinero, pasados unos 20 minutos subió la enfermera y preguntó por la mamá de Jeremy en ese momento el mundo se me vino encima, pensé lo peor, mi cuerpo temblaba, —soy yo— dije, tartamudeando, —Jeremy ya salió de la cirugía— dijo.

Sentí tanta paz, la subieron a su habitación, Hernán y yo la cuidábamos yo estaba cansada, llevaba varias noches cuidándola, dejé a Hernán a su cuidado, mientras iba al baño, cuando regresé Hernán estaba dormido, y Jeremy se había tirado de la cama, a hacer pipí en el suelo, porque ella ya no usaba pañal.

Entonces comprendí que sin mí Jeremy estaba completamente sola.

Pensé en Savannah y en que desde que nos mudamos ella llegaba a nadar con Jeremy, Savannah y Jeremy eran todo lo que yo tenía, de repente apareció una luz en el baño, no supe si fue real o solo producto de todos los fármacos que había ingerido, la luz entró por el tragaluz del techo del baño, y justo al lado mío estaba Iñigo, me sonrió, —no me hagas esto, aún nos falta mucho por hacer— dijo, y yo dejé de luchar contra la vida, y regresé.

Hernán me llevó a la habitación, le habló a mamá para pedirle que cuidara a Jeremy porque algo que yo había comido me había hecho sentir muy mal, mamá llegó por Jeremy, me regañó por comer en la calle, luego le lanzó una bomba a Hernán, —Hernán, el Sr. Efrein dice que él cree que usted golpea a mi hija, que en las noches se escuchan gritos, ¿es eso cierto?— preguntó.

Hernán se puso nervioso, no sabía que decir, la pregunta de mamá me causó risa, o sea ella misma había sido testigo de como Hernán me golpeaba, ¿por qué le preguntaba? —Claro que no Sra. Gardenia, yo sería incapaz de ponerle un dedo encima a Lissbeth, ¿verdad, amor?— preguntó.

Me les quedé viendo fijamente, —así es mamá, él seria incapaz de lastimarme, usted y yo lo sabemos— dije.

—Entonces me quedo tranquila, y no sé preocupen, yo cuido a Jeremy— dijo mamá, saliendo de casa.

Llegando la tarde cuando casi era hora de irme a trabajar, me puse de pie, busqué ropa, me cambié, Hernán entró a la habitación, —¿qué hace?— preguntó.

—Me preparo para ir al trabajo— respondí.

Él estaba por decir algo, cuando tocaron a la puerta, él se dirigió a abrir, eran Valentina y su papá, en cuanto vi a Vale corrimos a abrazarnos.

—Hernán, ¿qué fue el escándalo que usted armó ayer en mi Bar?— preguntó don César.

Hernán agachó la mirada, y no dijo nada.

—Qué sea la primera y la última vez que lo hace por favor— dijo el Sr. César de manera tajante.

Hernán se disculpó, y salimos de casa camino al trabajo, yo veía por la ventana del auto, y recordaba a Hernán tomando mi cuerpo, me dolía el alma, llegamos al Bar.

En la entrada estaba Iñigo, me vio y sonrió, yo devolví la sonrisa, no dije nada y entré a la cocina, empecé a trabajar.

MOON

Me arreglé esa noche pensando en ese marinero, no sé que tenía él pero me atraía, era como un imán para mí, usé un vestido corto, con las mangas largas, el cabello ondulado suelto, mi antifaz, y me dispuse a entrar al Bar.

LISSBETH

Apenas daban las 8:00 p.m. el Bar se empezaba a alborotar, era la hora en la que entraba Moon, y todos querían su atención pero nadie la tenía.

IÑIGO

Cuando el reloj marcó las 8:00 p.m. la vi atravesar la puerta del Bar, era ella, en cuanto la vi, me acerqué a ella, —¿me estabas esperando?— susurró, yo asentí, —eso me gusta— dijo sonriendo.

Nos sentamos en su mesa, la veía y parecía un sueño, esos labios rojos, ese cabello tan bonito, casi no hablaba, pero cuando lo hacía, se detenía todo, el tiempo, el espacio, las charlas eran muy amenas, ella por alguna extraña razón bajaba mi orgullo, ella me hacía sentir que el mundo se me movía con sus parpadeos, —salgamos de acá, vamos a caminar a la playa— dije.

—No conozco la playa, nunca he visto el mar— dijo.

Lo que me pareció bastante estúpido, ella vivía a unos cuantos kilómetros del mar, pero no quise preguntar el motivo del porque nunca había ido.

La tomé de la mano y salimos del bar, tomamos un taxi y en cuestión de 15 minutos estábamos frente al mar, jamás voy a olvidar su reacción al ver el mar, siendo iluminado por la luna, salió corriendo, reía, reía como una niña chiquita, era verdad, ella nunca había visto el mar, me tomó de la mano, y empezó a saltar sobre el agua, mojándonos, quería ver su rostro completo pero ese antifaz no me dejaba ver más que sus ojos y sus labios, se me quedó viendo, —gracias— dijo dándome un pequeño beso en la mejilla.

De repente vio su reloj, —es tardísimo, tengo que irme— dijo, tomando sus zapatos y saló a toda prisa de ahí, se perdió en medio de la oscuridad de la noche.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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