TODO TERMINA SIENDO MALO

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 7)

Empecé la carrera de enfermería en enero, tenía 14 años, la escuela quedaba a una hora de mi casa, tenía que viajar en bus, me iba a las 5:30 a.m. y regresaba a las 4:00 p.m. el pasaje costaba Q. 5.00, en ida y vuelta gastaba Q. 10.00, pero la escuela quedaba bastante lejos de donde me dejaba el bus, así que tenía que pagar otro bus que me llevaba, y me costaba Q. 1.00, lo que era Q. 2.00 ida y vuelta, mamá me daba Q. 20.00 diarios, lo que quiere decir que yo gastaba Q. 12.00 en pasajes, lo que me dejaba solo Q. 8.00 quetzales para comer, durante todo el día, y no me daba eso porque en casa no hubiera dinero, en casa si había dinero, pero me daba eso para que no comiera, y no engordara más, decía ella.

Cuando llegué al salón de clases, llegué sola, era la estudiante más pequeña, todos eran señores, señoras, o chavos mayores de 20 años, era un salón enorme y éramos aproximadamente 50 estudiantes, sentía pena, todos hablaban entre ellos, sonreían y yo busqué mi lugar hasta el frente, porque quería poner atención, quería aprender lo mejor posible, habían ventas, no compré nada para desayunar, yo llevaba agua, puesto que hacía mucho calor, llegó la hora de iniciar clases y nuestra maestra era una mujer totalmente llena de vida, y sobre todo muy buena explicando, yo estaba tan emocionada tan feliz, tomaba notas de todo, no perdía nada, la mañana se me hizo totalmente corta, porque estaba en el lugar donde quería estar.

Llegó la hora de comer, la maestra nos dio 30 minutos de receso, salimos, era medio día, apenas me alcanzó para comprar 2 empanadas de pollo y agua de tamarindo, —hola, soy Gloria, soy de Guacamayas— dijo una señora de la edad de mamá aproximadamente, se sentó al lado mío, yo sonreí, —hola, soy Lissbeth, soy de Ipala y tengo 14 años— respondí.

—Pero usted si está chiquita, ¿no le dará miedo ver, todo lo que veremos acá?— preguntó.

—No, espero que no— respondí.

Llegó la hora de entrar a clases de nuevo, Gloria y yo nos pusimos de pie, entramos y la maestra siguió hablando, nos dio el ingreso a enfermería, nos dio la bienvenida, —prepárense para presentarse la próxima semana, en eso se nos irá el otro jueves, en conocernos y de donde somos, yo espero que esto sea una enorme familia, no quiero que hayan competencias, peleas, ni nada de eso, porque para ayudar a otros primero tenemos que ayudarnos nosotros— dijo la profesora, Sandra.

Salimos de clases, yo tomé el bus que me llevaría a al bus que debía tomar para ir a casa, llegué a la terminal de buses, me subí al bus, me senté hasta la parte de atrás, me sentía feliz, pero a la vez sentía que no encajaba en ningún lugar, porque sentía que mi cuerpo era del desagrado de todos, así que me metí en mi mundo, veía por la ventanilla del bus, y pensaba en todo lo que la maestra había dicho, el bus empezó a moverse, —espere, espere, se sube alguien más, atrás hay lugares— dijo el ayudante del bus, no presté atención.

—La niña que ponía atención y anotaba todo— dijeron, sentándose a mi lado.

¡Era mi maestra!

Levanté la mirada, me quedé viendo muy asombrada, —¿por qué me ve así? Yo le estaba prestando atención a toda su emoción mientras yo daba las clases— dijo.

—Es que yo estaba muy emocionada, demasiado— dije.

—Lo sé, se le notaba, pero dígame ¿de dónde es, como se llama? ¿Cuántos años tiene?— Preguntó.

No sabía si responder a sus preguntas o no, me quedé pensando unos segundos, me llamo Lissbeth, tengo 14 años y soy de Ipala— respondí.

—Y es adventista— dijo ella.

Me le quedé viendo asombrada, muy asombrada o tal vez asustada, mi maestra sonrió, —no se asuste, es que no tiene perforaciones para los aretes, no usa joyas, y pues yo también soy adventista, y nos reconocemos entre nosotros— respondió.

Yo sonreí, —jamás hubiese pensado que usted fuera de la religión— dije, —ja, ja, ja, ¿por qué no? Es más, yo soy vegetariana— dijo.

—¿Y usted de dónde es?— pregunté.

—Yo soy de un pueblito antes de llegar a la capital— respondió.

—Le espera un largo viaje— dije.

—De hecho, ya me quedo acá, fue un gusto Lissbeth— dijo, habíamos llegado a la entrada de mi pueblo y yo ni cuenta me di, por venir platicando con mi maestra, ella se bajó, y el bus siguió su marcha, iba emocionada, tenía mucha tarea y me sentía muy cansada, el bus me dejó frente a casa, bajé muy apresurada, entré a la casa, quería contarle todo a mamá.

—Ve, que bueno que ya viniste, vaya a lavar los trastes y limpie la cocina, que en eso quedamos, y póngase a preparar todo que su novio está por llegar y tiene que darle de cenar— dijo mamá, tenía tantas ganas de contarle todo, y no le importó, no me dejó, yo me sentía cansada, pero había que limpiar, así que me puse a hacer todo, limpié y luego me puse a cocinar la cena, Hernán llegó a la misma hora de siempre me dio un pequeño beso, él si me preguntó como me había ido, le conté todo mientras le servía la cena, mientra comía y él me escuchaba con atención, luego se acercó a mí, me dio un pequeño beso, —yo no le entiendo nada, pero me da gusto que esté feliz— dijo.

Le conté todas las tareas que tenía que hacer al día siguiente, fuimos al sofá, él me abrazó, y me quedé dormida en su pecho,
—pues ella se metió en eso, que se aguante porque es lo que ella quería— dijo mamá, y yo la escuché en ni somnolencia.

Hernán no dijo absolutamente nada, desperté minutos después, porque Hernán tenía que irse, nos despedimos, y justo antes de irse, dijo: —Yo sé que usted ahora está muy ocupada, y tiene mucho que estudiar, así que mañana le traeré un poco más temprano mi ropa.—

Me metí a la cama, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba en el lugar equivocado, pero ¿cómo lo decía? ¿A quién se lo decía? Y por increíble que parezca encontré a quien decírselo, Savannah, mi hermanita que para entonces tenía 7 años, entró a mi cuarto, se sentó en la cama conmigo, y nos pusimos a platicar, ella solo dijo; —si vos decís que ya no querés estar con Hernán mi mamá te va matar— y en eso tenía razón, luego entró Jordana a la habitación, pues ella y yo compartíamos habitación, y Savannah se fue de ahí.

A la mañana siguiente me levanté, muy temprano, pues tenía que limpiar todo, era viernes y también tenía que preparar todo para el sábado, y tenía que irme a mecanografía, computación, hacer la tarea y en la noche ir a la escuela a seguir cursando tercero básico.

Hernán llegó muy temprano con la bolsa de ropa sucia, mi mamá me puso a prepararle desayuno, y mientras lo hacía dijo: —ya ven que mi hermana Izabel quería estudiar enfermería, pues le conté todo lo que usted me contó ayer, mi amor, y mi hermana hoy anda inscribiéndose, y va estudiar con usted—

Dejé caer la taza que tenía en la mano.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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