LA REALIDAD DE LAS COSAS

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 27)

Abrí los ojos, me estaba moviendo mucho, hacia calor era junio 15, no pasaba de las 8:00 a.m. con la luz del día ese hotel era más nefasto de lo que se veía en la noche, —ya levántese la voy a llevar a desayunar a Chiquimula, y después vamos a casa de su mamá a abrir los regalos— dijo, no hubo un beso de buenos días, ni un «que hermosa se ve mi esposa», no hubo un abrazo, y entonces se instaló ese vacío en mi pecho, me metí a la regadera, quise llorar pero no pude, pensé en Antonhy y también en Misael, seguramente Misael, sabría de mi boda, puesto que le habíamos llevado una invitación a su abuela, y de Antonhy no sabia absolutamente nada, también pensé en todos los invitados, y en los que habían firmado como testigos, ¡todos habían sido cómplices de mi desdicha, y ni siquiera lo sabían! Salí de bañarme y entró el al baño, es como si a Hernán le hubiesen cambiado el chip en la noche de bodas, estaba distinto y distante, salimos del hotel, nos subimos al auto, y me llevó a desayunar, luego regresamos a casa, y todos nos esperaban emocionados.

Sonreí al verlos y empecé a abrir regalos, me veía feliz, había una fotografía en la que estoy con mi vestido azul marino y florecitas blancas, sosteniendo una plancha, con todos los regalos a mis pies, pero... ¿quién no es feliz abriendo regalos?

Ese días comimos en familia, y jugué con mis primos, en la noche hicimos maletas mamá se iría a Estados Unidos a ver a papá, yo me quedaría al cuidado de Savannah y Jordana, al estar casada ellas me veían como si ya no fuese parte de ellas, Jordana siempre me decía que yo no tenía nada que opinar porque esa ya no era mi casa.

Era jueves por la tarde estaba enseñándole a Savannah como se picaba verdura para rellenar pollos, pero ella no me ponía atención, —Savannah, te estoy hablando, poné atención— grité, —ay sí mira— dijo poniéndose de pie, colocando su mano en mi cabeza y empujó para que mi cabeza quedara dentro de la olla de agua con verdura y salió corriendo, fue tanto mi enojo que tomé el cuchillo que tenía en la mano, me di vuelta y se lo lancé, le quedó incrustado en el muslo, ella cayó al suelo, llorando y haciendo drama, al parecer yo había llegado a mi límite, hoy en día Savannah aún guarda la cicatriz de ese recuerdo.

Mamá regresó de su viaje una semana después, y entonces era momento de irme a vivir mi vida de señora, tomamos todas las cosas que habíamos comprado, y oh sorpresa viviríamos en la misma casa que Orina, su esposo Marcelo, y Christopher el hijo de 3 años de estos, no me molestó la idea, me llevaba bien con Oriana, así que por mí estuvo bien que viviéramos juntos, ah que error cometí, que idiota fui, ahora se que el diablo esta en donde menos lo imaginas y que la mugre si es una persona.

Jamás voy a olvidar ese día, había preparado la cena, era nuestra primer cena, en "nuestro hogar", en el corredor habían dos mesas, la de Oriana y la nuestra, Oriana estaba en su mesa esperando a que su esposo llegara, yo ya había terminado de preparar la cena y estaba por servirla, Christopher el hijo de Oriana jugaba en un burrito de plástico a lo largo del corredor yo llevaba la taza de café para Hernán cuándo Christopher se me atravesó y por no quemar al niño con el café aventé la taza que cayó encima de Hernán, este solo gritó se puso de pie, me tomó del brazo y me llevó jalada hasta nuestra habitación, en cuanto entramos a la habitación, me tomó del cabello, me lanzó a la cama, quitó su cinturón y me golpeó, grité, y dio el segundo golpe, su hermana llegó corriendo a la habitación, se quedó parada en la entrada observando, luego se dio la vuelta, y me dejó ahí en las manos del «amor de mi vida».

—No por favor, ya no,— supliqué, mientras el cinturón dejaba marcas en mi piel, él me veía con odio, ¿cómo era posible que esos ojos que antes me veían con amor ahora me veían con tanto odio? ¿Por qué estoy con él? ¿Por qué me está pasando esto? Mientras mi mente se llenaba de preguntas, mi cuerpo se estaba llenando de moretones, gracias a los golpes que recibía con el cinturón del que creí el amor de mi vida, me golpeó hasta que quiso, no dije más, solo cerré los ojos, y lo dejé golpearme, cuando terminó de golpearme, salió de la habitación, salí corriendo de mi habitación, vi a Oriana en la sala, no dijo nada, salí de la casa y en la entrada me topé con la señora Chela, mi suegra.

—¿A dónde va?—

—Hernán me golpeó, yo no le hice nada, solo no quise quemar a Christopher, y me regreso con mi mamá.—

—No, yo ya hablé con él y está arrepentido, además usted ya está casada, una no le cuenta su vida a sus papás, Hernán está muy arrepentido, quédese, él la ama.—

No dije nada, solo agaché la cabeza, entré a la casa y me metí a la cama, lloré mientras abrazaba una almohada, pensé que solo era algo de una vez, ja, ja, ja, pobre niña ilusa, si supieras.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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