LA LUNA Y SATURNO

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 57)

Habían pasado unas dos semanas después de la muerte de la abuela, lo más difícil era lidiar con la depresión de mamá, quería morirse, no quería salir de la cama, todo parecía gris, y yo, yo solo quería despertar de la pesadilla, estaba triste, y además tenía que lidiar con Hernán gritándome todo el día por estar triste, dejé de ir a trabajar, dejé de pensar en mi trabajo, pero jamás dejé de pensar en Iñigo, su sonrisa estaba grabada en mi memoria, lo extrañaba, lo extrañaba mucho, pero no quería regresar a él, porque me dolía, tenerlo cerca dolía, porque sabía que yo no era la única opción, y que Moon era la primer opción, a pesar de que, Moon, era...

—Hola, Liss— dijo Valentina, interrumpiendo mis pensamientos.

No respondí, solo me volteé hacia el otro extremo de la cama, no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie, ni siquiera con Valentina.

—Liss, sé que no estás pasando un buen momento, sé que te duele el alma, sé que todo se te juntó, lo de tu bebé, lo de tu abuela, y todo lo que cargas con Hernán, pero no te hundas, al menos no te hundas más de lo que ya estabas.—

—Me siento perdida, ya no sé de dónde vengo, y olvidé a donde voy, se me ha roto la brújula— respondí.

—Regresa al Bar, Iñigo ha preguntado por vos los días pocos días que ha ido, pregunta por vos.—

En cuanto la escuché decir eso, sentí que mi corazón tuvo un poco de vida, él había preguntado por mí.

—No tengo ganas de trabajar, Vale.—

—Entonces no trabajes, regresa como...—

—¡Cállate! Hernán puede estar escuchando lo que dices— dije interrumpiéndola.

—¿Entonces paso por vos a la misma hora de siempre?—

—Si— respondí, esbozando una pequeña sonrisa.

IÑIGO

Tenía semanas de no ver a Liss, la extrañaba, sabía de ella por medio de Valentina, supe de la muerte de su abuela, quería abrazarla, quería decirle que no estaba sola, que me tenía a mí.

Por otro lado pensaba en Moon en sus labios, yo no había ido al Bar en días, y había pensado en ella, en sus labios, en su cabello, en lo bien que se veía siempre.

De pronto las 8:00 p.m. sonaron en Saturno, y la vi cruzar la puerta se veía más majestuosa que nunca, traía un vestido negro, corto de encaje, estilo pin up, medias negras, y zaptaos de tacón de aguja color rojo, que combinaban a la perfección con el rojo de sus labios, y ese antifaz que le cubría el rostro, era ella, era Moon, en cuanto la vi, sentí que mi corazón saltó.

Caminó directamente hacia a mí, me puse de pie, me besó de tal manera que me dejó sin aliento, —vamos a una de las habitaciones privadas del Bar, por favor— susurró a mi oído, me puso nervioso.

Me tomó de mano, ella estaba temblando, su mano estaba fría, pasó por la barra le dieron una llave, y me llevó directamente a la mejor habitación de Saturno.

Entramos, cerré la puerta, ella se quedó parada, se veía tran preciosa, —creo que esta no fue una buena idea— susurró, pasando a mí lado para salir de la habitación, le tomé la mano y la traje hacia a mí, la abracé fuerte, ella me vio a los ojos, vi una lágrima salir de su antifaz, la limpié, me acerqué a ella y la besé, fue un beso apasionado, mis manos bajaron por su espalda, bajando la cremallera de su vestido, me separé un poco para verle, sus prominentes pechos estaban dentro de un sostén de encaje negro, traía un cachetero que hacía juego, un liguero sostenía sus media, se veía perfecta, pero estaba llena de moretones por todos lados, yo ya había visto ese cuerpo, era el cuerpo, de, de, de, de, ¡Liss! ¡Maldita sea! ¿Es que acaso Liss y Moon eran la misma? Ella al darse cuenta como la veía intentó cubrir su cuerpo con el vestido.

Me acerqué a ella, se lo quité, solté su liguero, bajé sus medias, ella temblaba, parecía un trozo de gelatina en mis manos, ella quitó sus zapatos, quité sus medias, quedó solo en ropa interior, yo empecé a quitar mi ropa, ella cerró los ojos inmediatamente, no cabía duda, era...¡Liss! Todo este tiempo estuve sintiendo cosas por Lissbeth y su alter ego, Moon.

La besé, ella se entregó por completo a mí, su respiración era muy agitada y nerviosa, temblaba mucho, desabroché su sostén, ella intentó detenerme, la besé y entonces sus manos bajaron solas, sus pechos eran preciosos, perfectos, grandes, duros, firmes, con unos pezones perfectos, los tomé entre mis manos, los apreté, jugué con ellos, pellizqué sus pezones, ella respiraba fuerte, estaba ahogando sus gemidos, me puse de rodillas ante ella, y acerqué mi boca a su sexo, olía delicioso, coloqué mi lengua sobre él, solo el encaje de su ropa interior separaba mi boca de sus labios, bajé lentamente su ropa interior, y frente a mí estaba su sexo, rosa, suave, pasé mi lengua lentamente, su cuerpo vibró, metí me lengua en el, lamí de arriba, abajo, ella estaba tan húmeda, sus fluidos bajaban por sus piernas.

Me puse de pie, e intenté quitar el antifaz, no me dejó, así que la besé e introduje uno de mis dedos en su sexo, mientras la besaba, en ese momento ella se perdió, y yo quité el antifaz, ahí estaba Liss, disfrutando de mí, de ella, de nosotros, es la mejor imagen que tengo en mi memoria ver a Liss disfrutando por mí, ahora solo necesitaba escucharla, necesitaba escúchala gemir, en cuanto se dio cuenta que no tenía el antifaz, bajó su rostro, —ya sabía que eras vos, no te apenes, y por favor no te reprimas, disfrutemos esto, no ahogues tus gemidos, gime, gime conmigo— susurré en su oído.

—Yo nunca me había entregado a alguien por voluntad propia, es la primera vez— dijo con la voz quebrada.

La tomé entre mis brazos, la besé, la llevé a la cama, la recosté lentamente en ella, me coloqué entre sus piernas, sintió mi erección rozando su piernas, dejó de besarme, levantó un poco su cabeza para ver mi sexo que ya estaba en la entrada de su sexo, me vio con asombro, la vi, y empecé a entrar lentamente en ella, gimió en cuanto la puntita entró, ¡Dios, su primer gemido! escucharla gemir, y ver mi sexo entrando en su sexo me llevó a un nivel de placer que no puedo explicar, cuando mi sexo entró por completo, ella gimió con mucha fuerza, sus piernas abrazaron mis caderas, sus uñas se aferraron a mi espalda, y ella mordió mi hombro, empecé con movimientos lentos, pero sus gemidos con la mezcla de los míos me volvieron loco, entraba y salía de ella con fuerza, —Aaaaaah Iñigo, que rico— dijo entre gemidos, y es lo mejor que he escuchado, mi nombre, entre sus gemidos, di una embestida final, y puedo jurar que lo que ocurrió nos llevó a otro plano, caí rendido sobre ella, las lágrimas corrían por el rostro de Liss.

Acababa de hacerle el amor a la luna en Saturno.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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