EL INFIERNO ESTÁ DONDE MENOS LO ESPERAS

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 29)

Dejé de salir, ya no convivía con nadie, era algo así como una sirvienta, solo salía a la casa de mi suegra Chela, le ayudaba a cocinar, a limpiar, o iba en las noches un momento a la casa de Izabel, o las tardes-noches que pasaba donde mamá, jugaba con Savannah y Jordana, al llegar a la casa era ver televisión, o tener sexo en el que yo no sentía absolutamente nada, los gritos estaban siempre a la orden del día, los jalones de cabello o las bofetadas, Hernán se había vuelto brusco conmigo, era como si yo hiciese todo mal, es como si yo no sirviera, como si fuera defectuosa, vivir con Oriana era en verdad difícil, yo estaba tan cansada de esconder mis cosas, mi comida, todo, tuve que ponerle candado al mueble donde guardaba los platos, ya no podía más con la situación, se habían perdido todos mis platos, cuchillos, y Hernán reclamaba por ello, era difícil estar así, Oriana estaba en su segundo embarazo y vomitaba todo el tiempo, y se iba para donde su mamá o su hermana, y para cuando Marcelo llegaba a comer, ella no estaba, así que me tocaba darle de mi comida, pero yo lo hacía con mucho gusto, era un buen hombre.

Las ventajas de que Oriana no estuviese en casa, es que solo tenía que limpiar una vez al día y se mantenía limpio, y nadie se robaba mi comida, los días más felices para mí, eran los sábados, ese día descansaba Hernán, y me llevaba al río a nadar, ¡yo amo nadar! Y eso era lo que más disturba, estaba todo el día metida en el agua y al verme Hernán sonreía, entonces yo creía que me quería, que ya no iba a golpearme, y por días era así, me trataba bien, me llevaba a comer o me daba un poco más de dinero, me besaba con ternura, esos eran los días que me gustaban.

Llegó navidad, era nuestra primer navidad juntos, así que pasaríamos navidad con mamá y después de las doce iríamos con la familia de Hernán y en año nuevo lo pasaríamos con la familia de Hernán y después de las doce con mamá y mis hermanas, los regalos los abriríamos en casa de la familia de Hernán, cociné junto con mamá, le ayudé, y también hice mi primer pollo relleno para nosotros, la familia de Hernán se molestó porque no fui a ayudarlos con su comida, pero no me gustaba su forma tan precaria de cocinar no entendía como podían sacar 100 tamales con 1 kilo de pollo, para mí era imposible, además su comida era insípida y sus tamales duros, parecían ladrillos envueltos en hoja.

Llegó la cena de navidad estuvimos con mamá y mis hermanas, mamá por ser adventista no creía en navidad y se iba a dormir temprano, así que nos fuimos a casa de la familia de Hernán, llegó el momento de los regalos, Hernán me medio mi regalo y cuando lo abrí, eran platos y cuchillos, me puse feliz, lo abracé, porque amo todo lo que tenga que ver con cocina, entonces el papá de Hernán dijo: —eso no es un regalo para ella, esa es tu obligación,— cuanta razón tenía, pero eso a Hernán le molestó mucho, pero su enojo fue conmigo, ya no se acercó a mí en lo que restó de la velada, cuando terminó la reunión, nos fuimos a casa, solos, solo entramos me tomó del cabello, —¿eso quería, verdad? Hacerme pasar vergüenza con mi papá— dijo dándome un golpe en la espalda.

—¿De qué habla? ¿Qué hice?— pregunté, temblando, tenía miedo, ya sabía lo que venía.

—Todavía se hace la tonta, lo de los platos— gritó soltando su cinturón y sacándolo del pantalón.

—Pero yo no le pedí que me regalara eso y tampoco le dije a su papá que dijera lo que dijo— dije.

En ese instante me dio el primer cinturonazo, —aaaah, Hernán no por favor— supliqué, hizo caso omiso, y fue cinturonazo, tras cinturonazo, grito tras grito, hasta que se cansó y se fue a nuestra habitación y me dejó ahí en el suelo, tirada llorado, sin comprender que hice mal esta vez, al día siguiente habíamos quedado de ir a nadar con mamá, como hubiese querido decirle a mamá lo que estaba pasando, como hubiese querido correr a ella y que me protegiera, pero no era así, no podía hacer eso.

Llegó el momento de matricularse en la universidad, y fue entonces cuando quise morir.

—Mami, ya debo hacer los trámites para la Universidad— dije muy emocionada.

—Ah, lo siento no voy a poder pagarte la Universidad, es demasiado gasto y no puedo— respondió, muy quitada de la pena.

—Pero usted y Hernán dijeron que...—

—Si, ya se lo que dijimos pero no se va poder, lo siento— dijo mamá, interrumpiéndome.

—Y yo tampoco estoy de acuerdo con que vaya— dijo Hernán.

—¿Ves? Te debes a tu esposo así que no, no se va poder— dijo mamá.

¡Me habían mentido! Se habían burlado de mí, era más que obvio que no pensaban pagarme la Universidad, lo dijeron para su conveniencia, ¡maldita niña tonta! ¿Cómo no me di cuenta?

Nos fuimos de casa de mamá, a nuestra casa, bajé del auto azotando la puerta, me habían cortado las alas y me habían metido a una jaula sin que yo me diera cuenta.

Los siguientes meses fueron entre golpes, gritos, Oriana dio a Luz, yo debía cuidarla, gritos, golpes, más gritos, más golpes.

Hasta esa noche de junio que jamás voy a olvidar...

Continuará...

- Lissbeth SM.

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