EL MARINERO

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 39)

Las semanas pasaron y Hernán cada vez se hacía más cercano a César nuestro nuevo vecino, iban a pescar juntos, salían a todos lados juntos, pero en casa, en nuestra habitación todo seguía igual, los golpes, los gritos, las humillaciones, los abusos.

Pasaron tres años, tres largos años entre gritos y maltratos, entre abusos y más abusos, Valentina, la hija de César era mi amiga y Hernán me dejaba ser su amiga, era domingo por la noche nos invitaron a cenar, arreglé muy bonita a Jeremy, mi niña ya tenía cuatro años, cuando Hernán entró a la habitación y me vio un poco de color en los labios me tomó del cabello, yo tenía una navajita cosmética en la mano, cuando él me tomó fuerte y me llevó hasta él, —¿con permiso de quién usted se puso labial?— susurró, me volteé y le puse la navaja en el cuello, —delante de Jeremy, no, no quiero ese trauma para ella, si usted llega a ponerme un dedo encima en frente de ella, ese día me voy, voy a sacar valor no se de donde pero tenga por seguro que me voy— susurré con coraje.

—Jeremy, anda tráeme mi billetera la dejé en el baño— dijo, Jeremy salió inmediatamente y entonces Hernán me dio una bofetada que me hizo caer al suelo, —¿qué se cree para amenazarme? Usted hace lo que yo le digo, cuando le digo, ¿le quedó claro?— gritó Hernán, se me llenaron los ojos de lágrimas, me puse de pie, él se acercó a mí y pasó su mano de manera brusca sobre mis labios para quitar el labial, lo corrió y nuevamente me sentí humillada, limpié el labial corrido, pero ya me sentía poca cosa salimos a casa del señor César, la cena fue amena, todos reían, yo no me atrevía a reír, tenía miedo de reír, mamá siempre dijo que mi risa escandalosa era de prostituta, Valentina, empezó a levantar los platos de la mesa, y le ayudé, los llevamos a la cocina, —¿hasta cuándo vas a ser su esclava?— preguntó, yo me helé no supe que decir, me quedé callada, —lo sé, sé lo que te hace, se nota que te maltrata, que te abusa, que te golpea, nunca te deja salir, es más estoy segura que antes de venir acá te golpeo, se nota el golpe cerca de tu boca— dijo, mis ojos se llenaron de lágrimas, volví a quedarme callada, Valentina me tomó de la mano, —ya lo hablé con papá y él me ayudará a darte un poco de libertad— dijo, yo la vi con emoción, mientras regresábamos a la mesa.

Vi a Valentina hacerle una señal a su papá.

—Hernán, ¿ha visto el Bar Saturno?— preguntó el señor César.

—Si claro, se ve muy elegante, pero no me llama la atención, perdón por lo que diré pero no me gustan las putas, ni mujeres que se andan vendiendo— respondió Hernán.

—Pues verá ese Bar es de mi propiedad, lo administra mi hija Valentina y ella no es ninguna puta.—

—Lo siento César yo no sabia, no quise insultar a su hija.—

—No se preocupe, pero lo saqué a tema porque en el Bar necesito una cocinera, y no he probado mejor comida que la de su esposa, y me gustaría que ella trabajara conmigo, y no afectaría en nada con usted porque ella trabajaría de noche, de 7:00 p.m. a 2:00 a.m y pues es buena paga, estaría con mi hija y yo las transportaría—

En cuanto escuché la propuesta mi corazón saltó, pero intenté disimular mi emoción, porque estaba segura que si Hernán notaba que me interesaba, diría que no.

—Faltaba más, César, usted no más diga cuando empieza y ella quiere, ¿verdad, amor?— preguntó Hernán.

Yo asentí.

Así fue como empecé noche a noche a trabajar en el bar Saturno, como cocinera, o eso creían.

SEIS MESES DESPUÉS...

EN ALTA MAR

CAPITÁN

Leven anclas, icen velas, vamos a la máxima de nudos, no importa la tormenta ni el ímpetu del mar, no vamos a detenernos hasta llegar a Ipen es el pueblo más cercano, ahí estaremos unas semanas.

—Capitán la tormenta es muy fuerte, no podemos ir a una velocidad tan alta, debemos bajar los nudos—

—Iñigo, usted es el segundo al mando y si en verdad quiere tomar mi lugar cuando yo decida retirarme, debe dejar de cuestionar mis órdenes, no se le olvide que aquí el capitán soy yo, usted es solo un simple marinero.—

Continuará...

- Lissbeth SM.

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