SIN MARCHA ATRÁS

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 25)

Empezaron todos los preparativos para la boda, llegó tía Anastasia, fuimos a comprar todo, las telas fueron las que a mamá le gustaron, solo pude elegir mi velo y mi ramo, mi tía tomó las medidas, y regresó a su casa, llegaría 2 días antes de la boda para hacer ajustes y todo eso, empezaron a hacerse las invitaciones, a ser enviadas, se buscó al pastor que iba a casarnos por la iglesia, mamá me compró anticonceptivos, no quería que saliera embarazada antes de la boda, según ella, porque que iba a decir la gente, que me había casado porque estaba embarazada, mis primos y mi hermana Savannah serían los pajecitos, y mi hermana Jordana sería la dama de honor.

Empezamos a buscar padrinos, yo busqué a Damaris y su esposo, ella había sido mi vecina de toda la vida, y Hernán buscó a su hermana Oriana y su esposo, mamá buscó quien prepara el banquete, el salón, el pastel, todo, ella estaba pagando todo, y día a día, noche a noche me repetía lo mismo, —hasta el marido te tuve que comprar, porque sos tan fea y gorda que ni para eso servís—, además prohibió a mis hermanas que me ayudaran, que ese era mi castigo por "pū-tā", después de eso llegó el momento por el que menos quería pasar, hablar con papá, esa tal vez ha sido una de las charlas más dolorosas que he tenido en mi vida.

—Bueno—

—¿Por qué hiciste eso? Tanto tiempo matándome para pagar tu escuela, y que a vos te gane la calentura, y te vas con un hombre, si marido querías, me hubieras dicho, y no te pago estudio— dijo papá.

Me quedé estupefacta, papá no sabía el porque me había ido, él creía que había sido por mi gusto, porque quería revolcarme con Hernán y ya, mi corazón se partió en mil pedazos, pero no quise ser maldita y decirle la verdad de las cosas y ocasionar problemas entre ellos, mis ojos se llenaron de lágrimas, se me anudó la garganta, inhalé profundo.

—Perdón, pero le prometo que voy a seguir estudiando— dije.

—Que vas a seguir estudiando, si con esa calentura que tenés, vas a terminar llenándote de hijos— dijo.

No dije más, solo le di el teléfono a mamá, y me fui llorando a mi cuarto.

Si él hubiera hablado, si alguna vez él le hubiese puesto un alto los gritos e insultos de mamá, tal vez hoy las cosas fuesen distinto, nos dejó para irse a otro país a trabajar y darnos una vida mejor, y efectivamente económicamente nunca me faltó nada, pero aún espero un abrazo y un yo te quiero, porque de eso sí faltó y mucho.

Un día antes de la boda llegaron todas mis tías, mis abuelos, mis primos, había casa llena, me entregaría en el altar mi abuelo, y mi primo Darwin sería el niño de los cojines y Savannah la niña.

A la mamá de Hernán se le ocurre la brillante idea de mandar 10 libras de azúcar (3 kilos aproximadamente) para ayudar con los gastos de la boda, esto enfureció a mamá, porque como se le ocurre a la mujer hacer tremenda estupidez.

—¿Para esto te compre marido?— me susurró, para que nadie en la familia escuchara.

Y yo, ya estaba cansada de sus gritos, de sus reproches, que para nada eran mi culpa.

—No, me lo compró porque usted quiso, y por eso lo elegió a su gusto—, no había terminado de decirlo, cuando me soltó la primer bofetada, me tomó del cabello, se quitó el zapato y empezó a golpearme con él.

—Es que sos una abusiva— me gritó.

—Y usted ya me tiene harta, estoy cansada, usted es insoportable, y para nada es una santa— grité, ante la mirada atónita de toda mi familia, para quienes en ese momento yo era una mala hija, mamá tomó el cinturón y empezó a golpearme, hasta que mis tías intervinieron, porque al siguiente día era mi boda y no podía estar toda golpeada.

Llegó el día de la boda, y oh sorpresa, no había energía eléctrica, mi vestido aún no estaba planchado, y la boda estaba programada para las 7:00 p.m.

Mamá estaba vuelta loca cuando dieron las 3:00 p.m. y seguíamos sin energía eléctrica, decorar el salón fue una odisea.

Creo que debimos tomar como una fuerte señal el que no hubiese energía eléctrica, no debíamos casarnos.

A eso de las 5:00 p.m mamá y Hernán fueron a la compañía de energía eléctrica, mi vestido de novia seguía sin ser planchado, mi madrina Damaris llegó para peinarme, porque así era la tradición, ¡no pudo! Me frustré y empecé a llorar, yo no quería nada de esto, mi tía Anastasia salió al rescate y terminó peinandome con el cordón de un zapato, llegaron las 6:00 p.m. una hora antes de la boda, y seguíamos sin energía eléctrica, así que mi tía Anastasia sacó un sartén nuevo, y lo colocaba en la hornilla encendía y luego lo pasaba por mi vestido, así planchó el vestido.

Me ayudaron a vestirme, el vestido era precioso, era pegado a mi cuerpo, mangas de encaje, corte v en el pecho, con encaje en el busto, una cola muy larga, un velo bellísimo, pero en cuanto me vi al espejo, lloré, ahí en esa habitación, sola, sin tener a quien abrazar, viendo en el espejo una novia que no quería ser novia, lloré, y le supliqué a Dios que me ayudara, que mamá se arrepentiera, que me dijera que no me casara si no quería, pero Dios no me escuchó, fue sordo y al parecer también ciego, ¿dónde estuvo su amor todo ese tiempo? Si se supone que el Salmo 91 dice que a sus ángeles mandará para guardarnos, ¿dónde estaban mis ángeles en ese momento? ¿Qué pecado tan grande había cometido yo, para recibir tal castigo?

Odié verme en ese vestido a la luz de la velas.

A eso de las 8:00 p.m regresó la energía eléctrica, ya todos esperaban en el salón, el momento de la boda había llegado, ya no había marcha atrás.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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