SOLO HAY UNA LUNA

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 64)

El que Jeremy dejara de respirar me hizo sentir vulnerable, sentí que mi mundo estaba yendo en pedazos, abrí la boca de Jeremy para intentar darle respiración y entonces vi algo atorado en su garganta, metí mi mano saque una bola de lo que parecía ser flemas, —aaaaaaaaaahg— el sonido salió de la garganta de Jeremy haciéndola volver en si.

Pero estaba débil, los cuarenta minutos de camino al hospital se me hicieron eternos, no sabía como me estaba sosteniendo, llegamos al hospital, nos estaban esperando en la entrada, me quitaron a Jeremy de los brazos la colocaron sobre una camilla y la ingresaron de emergencia, yo no había recibido ni una sola llamada de Hernán para preguntarme que pasaba, me senté en la sala de espera del hospital, no podía llorar, solo sentía que el pecho me iba a explotar, estaba temblando y no había nadie que me sostuviera la mano.

Salió el médico de la sala de emergencias y se dirigió a mí, —¿desde cuándo está Jeremy así?— preguntó.

—Desde hace una hora, ella estaba bien Doctor, no había presentado síntomas, de la nada empezó a tener fiebre, estábamos en una fiesta de cumpleaños, ella andaba corriendo por todos lados, en cuanto la vi mal, la traje hacia acá— respondí.

—Liss, tranquila no te estoy culpando, yo sé la calidad de madre que sos, Jeremy está mejor, tiene bronquitis asmático, le voy a dar tratamiento, y la voy a dejar irse a casa, para que no tengas que pagar una cuenta de hospital tan grande, sé que vas a seguir al pie de la letra mis indicaciones, solo deja que terminen de nebulizarla y podrás llevarla a casa, por ahora puedes pasar a verla— dijo.

Entré a la sala de emergencia donde atendían a Jeremy, ella estaba recostada en la camilla, ya se veía mejor, sonrió al verme, la abracé y sentí un poco de paz.

Terminó la nebulización, tomé a Jeremy entre mis brazos, la llevé al auto, mi cuñado esperaba, pasamos a la farmacia a comprar medicamento, había recibido llamadas de mamá, de Valentina, de la Sra. Chela, pero ni una sola llamada de Hernán el sabía que su hija estaba mal y no había hecho ni una sola llamada.

Llegamos a casa, cambié a Jeremy, tomé una ducha, me puse pijama, le preparé una caldito de verduras, le di de cenar, le di su medicamento y se durmió.

Hernán llegó pasadas las 10:00 p.m. según él tenía mucho trabajo, Jeremy ya estaba dormida, —ella enfermó por su culpa, usted no la cuida, y todavía la duerme para que yo no la vea— gritó Hernán, mientras yo le preparaba la cena, no respondí, lo escuché ponerse de pie, —¡le estoy hablando!— gritó, mientras me tomaba del cabello.

Me volteé hacia el, —estoy harta de usted, llevo casi 5 años aguantándolo a usted y este maldito infierno, ¿qué piensa hacer? ¿Matarme? ¡Pues hágalo ahora mismo! ¡Ya no me importa, Hernán, ya no! ¡Yo morí, desde el día en que nos casamos!— grité viéndole a los ojos.

—JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, le haré algo mejor— dijo, aventándome al suelo, quitó el pantalón de mi pijama a la fuerza, subió encima de mí y me penetró con fuerza, me estaba lastimando, levanté mi mano y le rasguñé la cara, —hija de pū-tā— gritó empujando con más fuerza, mientras gə-mīā, se quitó de encima de mí, se metió a bañar y se quedó dormido, no podía llorar, yo no podía llorar, tome un cuaderno, una pluma, una toalla, me metí al baño, me metí a la regadera, tomé una ducha con agua fría, siempre he odiado bañarme con agua tibia o caliente, salí de la regadera, me envolví en la toalla, tomé el cuaderno, la pluma y me senté el piso de mi baño.

«Querido marinero:

A decir verdad no sé siquiera porque empiezo esta carta con querido marinero, la verdad es que debería decir, "maldito marinero", pero no somos iguales, yo si siento, no te odio Iñigo, no te deseo nada malo, pero no era necesario que mintieras, no debiste decir que jamás me harías daño como lo hicieron otros, porque créeme hiciste más daño que todos juntos, fuiste un maldito cínico y mentiroso, también fuiste un cobarde, el peor de todos, y aún sabiendo esto yo te amo, aún te amo y deseo que seas muy feliz con la desición que tomaste, solo te pido un favor, nunca más regreses a Ipen, y si regresas olvida que yo existo, me dejaste sola en Saturno, y a partir de hoy la luna se ha apagado para vos, escuché que no hay nada peor que la decepción, y vos me decepcionaste, y tal vez te importe poco, o tal vez ni te importe, pero juro que el dolor que me hiciste sentir, algún día te va doler, y algún día vas a extrañarme, por lo pronto, se feliz que el mar está lleno de sirenas, pero luna solo hay una.

Con decepción, Lissbeth, la que era tu luna.»

Las lágrimas cayeron sobre la hoja del cuaderno.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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