LAS CARTAS SOBRE LA MESA

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 118)

Mis primos y Jeremy subieron al auto, y me dejaron ahí con Iñigo, me tomó de la mano, y nos sentamos en la acera fuera del restaurante, todo estaba oscuro, y la luna brillaba en lo más algo del cielo, ninguno de los dos hablaba, yo sentía tantas cosas en el pecho, e Iñigo solo veía hacia el suelo, de pronto tomó mi mano, y sentí que todo el dolor había cesado, ya no sangraba mi corazón, ya no dolía el alma, ya no tenía miedo y sobretodo dejé de sentir esos deseos enormes de morir, es que él me tomaba de la mano y la vida dejaba de doler, él me tomaba de la mano y era justo en ese momento en el que yo volvía a ser su Luna y él mi pequeño marinero.

—Nunca quise lastimarte, te juro que nunca fue a propósito, quería que me odiaras, porque creí que así sería más fácil que me dejaras ir, Liss, yo no quiero perderte, no quiero que te vayas, no quiero dejarte y quiero que no quieras dejarme.—

—¿Y qué me asegura que no vas a dejarme de nuevo?—

—Nada, nada te lo asegura, pero te prometo Liss, que yo no soy como todos, que yo no voy a hacerte daño—

—De eso estoy segura, vos no sos como todos, sos peor que todos juntos, y querrás decir que no vas a hacerme daño otra vez, porque vos me has hecho más daño que todos los que estuvieron antes que vos, y se que nadie que llegue después de vos me hará más daño del que me has hecho, porque a nadie amaré como te amo a vos, a nadie más le perdonaré lo que te perdoné a vos.—

—¿Nunca vas a perdonarme, verdad?—

—¿Cómo perdonas a quién no ha pedido perdón? Aún así, sin que me pidieras perdón, te perdoné, incluso todo aquello que nunca debí perdonarte, y te perdoné aún cuando yo no sé perdonar, a vos te perdoné todo, vos sos la excepción a todo lo que yo no suelo hacer— dije, limpiando una lágrima.

—Liss, ¿con qué cara te pido perdón?—

—Con la misma con la que me heriste—

—Yo leí todas tus cartas, pero presiento que no están todas, pero ¿por qué nunca las enviaste?—

—Hubiese cambiado algo el que te las enviara?

—Sí, hubiese cambiado todo.—

—Seamos realistas Iñigo, no hubiese cambiado nada, cuándo te topas con sirenas de esas que te gustan, no ves nada más que ellas, solo la pones en un altar, y la veneras, aunque la sirena no quiera ser venerada por vos, aunque la sirena te haga daño, no te importa, aunque la sirena te aviente medusas en la cara para hacerte daño, vos se lo agradeces, porque ellas tienen lo que vos querés, un cuerpo perfecto, y belleza digna de presumir, aunque no tengan corazón, aunque no te amen, y haces a un lado a todos y todo, aunque estés muriendo, no lo ves, y eso explica porque nunca me has puesto en un altar a mí, porque yo soy la luna, y yo no tengo un cuerpo perfecto mi cuerpo está lleno de cráteres, pero si tengo un corazón, y tengo luz, un corazón que te ama solo a vos, y una luz que solo busca iluminarte a vos, pero claro el corazón y la luz no se pueden presumir ante todos como lo haces con los cuerpos hermosos que tanto amas— dije, sin poder detener las lágrimas.

—Tenés razón— dijo, con la voz entrecortada.

Me puse de pie soltándole la mano.

—Liss, por favor no te vayas, yo te necesito— dijo.

—¡Yo jamás seré una sirena! Por más que desee serlo para que me veas como las ves a ellas, jamás lo seré, y por más que ahora quieras estar conmigo, cuando llegue otra perfecta sirena, vas a renegar de esta luna que te ama, y entonces me va doler otra vez, y no quiero Iñigo, no quiero ser la luna que siempre haces megunante cada vez que la haces a un lado por alguien a quien si quieres presumir, estoy cansada de ser la luna que te ama, y espera a que la veas.—

—Te estoy viendo justo ahora, todo el tiempo te he visto, pero me da miedo verte.—

—¡Quédate con tu miedo!—

—Liss, hace unos días hicimos el amor sobre tu mesa.—

—No, no te confundas, vos y yo nunca hemos hecho el amor, nosotros cogemos, y me comiste sobre la mesa de mi casa porque yo tenía ganas, no amor— mentí, porque yo siempre le hice el amor, incluso las veces que entre sus brazos fui su pū-tā, yo le amé.

No respondió nada, solo bajó la mirada.

—¿Me llevas a casa de mi tía por favor?—

Asintió.

Subimos al auto, no habló ni hablé, solo colocó música y sonó una canción que jamás había escuchado, te la dedico dijo, «Tal vez - Ocurbre doce», desde entonces esa canción es NUESTRA canción.

La escuché y limpié mis lágrimas, estaba totalmente segura que si él estaba aquí no era por mí, era por él, porque se sentía solo, y yo, yo siempre le llenaba los espacios en blanco.

Llegamos a casa de mi tía, me dispuse a bajar.

—Liss— dijo.

No volteé a verle, solo cerré la puerta del auto y entré a la casa de mi tía, me fui directo a mi habitación, y tras esa puerta dejé todo lo que amaba, a él, a Iñigo, y lloré, lloré por él, por mí, y por todo el amor que yo le tenía.

Al día siguiente, tomé mis maletas y regresé a casa con mi hija, el camino de regreso fue doloroso.

Le conté a Ian todo lo que había pasado, el sabía que estaba triste, decía tonterías y media para hacerme reír.

Llegué a casa el viernes, me dediqué a Jeremy, el sábado a las 8:00 a.m. me despertó una vídeo llamada, ¡era Ian! Grité, tenía miedo, contesté, ¡joder! Era mucho más guapo que en sus fotos, pero no lo dejé verme por más que insistió, mi seguridad no me dejaba, hablamos poco más de 5 horas, lo vi reír, y comer, cantar, ir al baño, todo.

El domingo, me despertó otra vídeo llamada a la misma hora del sábado, era Ian.

«Anda Liss, ya déjame verte, enciende la luz» dijo.

«No, o sea vete, estar súper guapo, y yo estoy recién despierta, despeinada, pálida y ojerosa, que vergüenza que me veas así» respondí.

«Sos muy bonita, y estoy seguro que recién despierta también te ves así, anda» dijo.

Encendí la luz, jamás voy a olvidar la forma en que me vio, le brillaron los ojitos, y su sonrisa de medio lado apareció.

«Pero mira nada más, eres preciosa, muy preciosa Liss, así toda greñuda, y ojerosa, eres preciosa, mucho gusto preciosa» dijo.

Y en ese momento, mi corazón herido, sanó.

Continuará...

- Lissbeth SM.


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