NO QUIERO REGRESAR

320 27 3
                                    

CARTAS AL MARINERO (Capítulo 18)

—¿Ya lograron comunicarse con su familia? Tiene fiebre, el dolor es muy fuerte, es menor de edad y sin autorización de algún familiar no podemos hacer nada, por favor sigan intentando llamar al número de teléfono que nos proporcionó.—

—No responden, Doctor, ¿qué hacemos?—

—Ingresenla de emergencia, hay que canalizarla, pero por ningún motivo coloquen analgésicos, porque eso puede hacer que sus síntomas se escondan, y hay que confiar a que aguante hasta que amanezca, para tener información de sus familiares.—

—Doctor, pero apenas es la 1:00 a.m. falta mucho para que amanezca.—

—Lissbeth, aguanta por favor, no quiero mandarte a un hospital público para que te atiendan, quiero atenderte yo, pero necesito la autorización de algún familiar y en tu casa no responden.—

Pasaban escenas totalmente distorsionadas frente a mí, creo que era el Dr. Monroe, veía que sus labios se movían pero el dolor era demasiado fuerte como para lograr entender, no sé que estaba pasando conmigo, pero de lo que si estaba segura era de que, estaba cerca de morir, y en mi casa me iban a regañar, porque yo daba mi práctica en un hospital privado, y me acababan de ingresar, mamá pondría el grito en el cielo al saber que tendría que pagar una cuenta hospitalaria.

—Son las 3:45 a.m. Liss ya casi no reacciona, intenten llamar a su casa de nuevo, ¡la vamos a perder!—

Ring, ring, ring, ring

—Bueno—

—Bueno, ¿Disculpe hablo con algún familiar de Lissbeth Miransh?—

—Si, soy su madre, ¿qué pasa? ¿Qué hizo?—

—Señora, hablamos del Hospital privado de Especialidades, donde su hija da su práctica supervisada, su hija está mal desde hace más de 3 horas, y necesitamos la autorización de algún familiar para hacerle análisis y medicarla.—

—Pero, ¿qué tiene o qué?—

—Dolor abdominal, fiebre muy alta, por encima de los 39.5°—

—Ay no se preocupe de seguro algo comió y le hizo daño, pero tiene mi autorización, hágale estudios, sé que será por gusto, dinero malgastado.—

—Señora, necesitamos que firme una autorización, ¿sería tan amable de venir?—

—En cuanto amanezca, iremos, buenas noches.—

—¡Me colgó! Pero no importa, Doctor, tenemos el consentimiento de su mamá—

—Perfecto, sáquenle sangre, hematología completa, conteo de glóbulos blancos, quiero también un ultrasonido abdominal, confirmen o descarten una Apendicitis, de inmediato.—

—Si, Doctor—

—Quiero esos análisis ya en el laboratorio, levantan al químico y le dejan claro que los quiero para ya, ¡apresúrense!—

—Si, Doctor—

El reloj marcaba las 6:56 a.m. cuando el Dr. Monroe entró a la habitación que me habían asignado, —hola, nos asustaste mucho ¿sabés? Nunca me había quedado esperando para que localizaran a los familiares de un paciente, generalmente dejo eso a las enfermeras y yo me voy a dormir, y ve aquí me tenés, hasta que logramos saber que tenés—

—Lo lamento mucho Doctor, no quise ser una molestia— dije muy apenada.

—Tranquila, ya llamé por segunda vez a tu casa, hablé yo con tus padres, ya vienen para acá, necesitas una cirugía urgente, tenés una apendicitis en un estado en el que ya no se puede esperar más, fue difícil de encontrar, porque por alguna extraña razón la tenés mucho más arriba de donde debería estar—

CARTAS AL MARINERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora