UN RARO ENCUENTRO

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 12)

Ese domingo llegamos tarde, y Hernán ya me esperaba sentado en la acera, en cuanto llegamos me abrazó, —¿a que huele? Parece perfume de hombre— dijo.

Mamá volvió a verme rápidamente, —gracias por el choker, me encantó— dije rápidamente.

—¿Si le gustó, amor?— preguntó.

—¡Me encantó!— respondí.

—Lissbeth es muy afortunada, Dios la bendijo con un hombre tan bueno como usted Hernán, yo en verdad espero que ustedes logren casarse y formar una familia, ya son más de dos años de noviazgo— dijo mamá, abriendo la puerta y entramos a casa.

—Con eso que dijo usted señora Gardenia, yo quería hablar con usted y también con Lissbeth, quiero que empecemos a comprar muebles para amueblar nuestra casa en cuanto nos casemos— dijo Hernán, lanzando la bomba.

—Pero yo aún voy a estudiar medicina, después de graduarme de enfermera— respondí.

—Me parece una gran idea, ¿verdad Lissbeth?— dijo mamá.

Yo asentí.

—Hernán, ¿ya cenó?— preguntó mamá.

—No, aún no— respondió él.

—Lissbeth, ve a prepararle de cenar a tu novio— dijo mamá.

Yo me sentía casada, demasiado cansada y en el fondo también me sentía triste, pero sabía que si no preparaba la cena, me iría mal, así que me puse de pie y fui a la cocina a preparar la cena, luego la serví, no comí, Hernán se fue, yo me preparaba para irme a dormir —No creas que no te vi, le estás faltando el respeto a tu novio y futuro esposo, además ese indio al que andabas abrazando, ¿qué tiene de bueno? Hasta Sonya se dio cuenta de lo puta que sos, porque me preguntó si ya no eras novia de Hernán, es vergonzoso que la gente se de cuenta de lo que sos— dijo mamá.

—Yo no pienso casarme aún, y tampoco ando de puta, Anthony es mi amigo, pero eso usted ya lo sabía gracias a la chismosa de la señora Enna— dije.

En cuanto terminé de decirlo, mamá acertó una bofetada en mi rostro, y con ello me fui a dormir.

Me desperté el lunes temprano, para limpiar, cocinar, luego irme a mecanografía, saliendo de ahí a computación, llegué a casa a comer, limpiar, preparar todo para primer día de clases en el colegio nocturno, Hernán pasó por mí en el auto de mamá, (papá había enviado un auto desde Estados Unidos y pues Hernán era el único que sabía conducir, así que el auto prácticamente era suyo) me llevó al colegio, la hora de entrada eran las 6:00 p.m. llegamos, me despedí de él, entro, ingreso al salón de clases de tercero básico, éramos 12, conocía casi a todos.

Llegó la hora del recreo, salí a comprar porque Hernán me había dejado dinero, al llegar a los puestos de venta, oh sorpresa, la otra hermana de Hernán, Oriana, estaba estudiando ahí también, cursaba su último año de la carrera, que no había logrado terminar, porque salió embarazada.

No me malentiendan me llevaba muy bien con ella y le tenía mucho cariño, de hecho así era con toda la familia de Hernán, ellos me querían y yo a ellos, al igual que mi familia adoraba a Hernán, ya habíamos ido dos veces de vaciones a casa de mi abuela, y todos lo querían como parte de la familia, y era normal pues Hernán sabia ganarse a todos, él ayudaba en todo, a casi nada decía que no.

Pero el ver a Oriana ahí me incomodó porque ya no tenía ni un solo espacio para mí, en casa me la pasaba con Hernán, en enfermería ya se había metido Izabel y ahora Oriana en el colegio nocturno.

Ella me saludó muy linda, amable como siempre, le devolví el saludo, llegó la hora de salida, las clases terminaban a eso de las 9:30 p.m. y el colegio quedaba un poco lejos de mi casa, para cuando salí, Hernán me separaba afuera, me saludó con un tierno beso, y me llevó a casa, estaba cansada y aún tenía que hacer las tareas para el siguiente día de clases.

—Liss, preparale cena a Hernán, que seguro el pobre no ha cenado— dijo mamá.

—No, no se preocupe señora Gardenia, no he cenado pero antes de ir por Lissbeth, pasé comprando comida, para ella y para todos nosotros— dijo Hernán.

—Voy por platos— dije.

Me dirigí a la cocina, mamá se fue detrás de mí, —¿te das cuenta? Pobre hombre, trabajando todo el día, y todavía gasta en comprarte comida porque vos sos una huevona a la que le pesa hacerle un poco de comida— dijo mamá.

—Mami, estoy cansada— respondí.

—¿Cansada? ¿Cansada de qué, mierda? Ah ya sé, de andar cargado todo ese peso, porque no haces nada, por hacer limpieza te quejas— dijo mamá, mientes me daba golpes en la cabeza y la cara con su mano.

—También lavo la ropa de todas nosotras y la de Hernán, y toda la lavo a mano— respondí.

—Ay que gran trabajo, que gran esfuerzo, apurate llévale las cosas a Hernán— finalizó.

Tomé los platos y los llevé a la sala. Hernan había comprado tacos, para todas, cuando estábamos a media comida dijo.

—Me voy a apresurar a comer e irme que mañana tengo que madrugar, porque mamá tiene que hacer tamalitos de elote y no tiene quien le ayude, porque mi hermana Oriana se dedica a cuidar a su hijo, y pues no le queda tiempo para nada más—

—Ay Hernán, falta de confianza, Lissbeth irá a ayudarle a su mamá— dijo mamá.

—Pero ella tiene que ir a sus clases— dijo Hernán.

—Por un día que falte, no va pasar nada malo, ¿verdad Lissbeth?— dijo mamá.

—Si, yo voy— respondí, porque sabía que si decía que no, me iba muy mal.

Al día siguiente, me levanté temprano, tenía que limpiar antes de irme a la casa de Hernán a ayudarle a su mamá.

Limpié, me cambié y me fui a la casa de Hernán, él ya se había ido.

—Buenas— dije.

—Buenas, pase, Hernán me dijo que vendría a ayudarme y me da pena, pero es que no tengo quien lo haga, entre— dijo, abriendo la puerta que daba hacia la casa y oh Dios, todo estaba muy sucio y desordenado—

—Está un poco desordenado porque estos muchachos no ayudan, pero yo digo que aquí en esta mesa, podemos hacer todo— dijo quitando unos platos sucios de la mesa.

Todo aquello tenía mal olor a pies sucios, que axila, a mugre, ¡yo no podía cocinar ahí! Así que lo que hice fue empezar a limpiar mientras ella se metió a bañar, saqué calcetines sucios de abajo de las camas, bóxer, limpié todo, y cuando ella salió, se asombró.

—Ahora si podemos cocinar— dije amablemente.

Cuando te pronto vi entrar a un hombre con un saco de elotes.

—Él es mi esposo Enriqueto, papá de Hernán— dijo la señora Chela.

Sentí un frío recorrer todo mi cuerpo, yo no conocía al papá de Hernán, era la primera vez que lo veía y verlo así, sola, por mi mente pasaron todas las palabras de Hernán.

«Mi papá es un hombre difícil, es un hombre demasiado enojado, con él es muy difícil tratar».

Tuve miedo, temblé.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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