LA INFIDELIDAD

340 24 2
                                    

CARTAS AL MARINERO (Capítulo 15)

Después de ser ya unos novios bautizados y bendecidos por Dios, llegó el momento en el que tenía que dar mi práctica en un hospital, y como era de esperarse Izabel y yo, daríamos la práctica en el mismo hospital, el problema era que, habían turnos de mañana que eran de 7:00 a.m. a 1:00 p.m. estaba el turno de tarde que era de 1:00 p.m. a 7:00 p.m y el turno de noche que era de 7:00 p.m. a 7:00 a.m. del siguiente día, con el que había problema era con el turno de noche, porque en ese entonces el último bus hacía mi pueblo salía a las 6:00 p.m. cuando le dije a mamá, recordó que justo cerca del hospital donde yo daría mi práctica vivía una señora, amiga de mi abuela que era donde mamá había vivido cuando estudió, así que el plan era ir a buscarla, hablar con ella, y pedirle que me diera donde pasar la noche, cuando me tocara turno de tarde, y así lo hicimos, obviamente nos llevó Hernán para que viera como estaba todo, la señora ya bastante mayor, se alegró al ver a mamá, mamá le planteó el asunto, la señora dijo que siendo hija de mamá, seguro yo sería una señorita de bien, así que aceptó.

Eso ya estaba solucionado, las prácticas iniciarían justo cuando cuando yo cerrara mis estudios de noche, mecanografía y computación, fui la mejor en las tres, en mis clases nocturnas la nota que más resaltó fue matemáticas con un promedio de 100, si algo he amado siempre es estudiar, aprender, leer.

Llegó el mes de inicio de mi práctica, todos los alumnos de mi país estaban de vacaciones, excepto los estudiantes de medicina o enfermería, había pasado aproximadamente un mes de que habíamos hablado con la amiga de mamá, y justamente mi primer turno fue tarde, en el mismo hospital quedamos Gloria la señora que conocí el primer día de clases, Izabel "mi cuñada", y Maricela la chica más popular y "adinerada" del salón de clases, en el primer turno me tocó sola, sentía miedo y vergüenza de que los demás me vieran con el uniforme, pero me fue muy bien, las enfermeras y los doctores fueron muy amables conmigo, fue pesado pero me gustó mucho, salí de mi turno, traía puestos unos pantalones verde musgo ajustados, unos botines negros y un suéter de cuello alto, rojo, mi pelo siempre suelto, me gustaban mis ondas, salí del hospital camino a casa de la señora, quedaba relativamente cerca, hacia frío, mucho frío, estaba cansada y me dolía la cabeza.

Llegué a casa de la señora Trinidad (así se llamaba la amiga de mamá), toqué a la puerta, y abrió la hija de esta, Zoila, saludé me invitó a pasar, y al verme la señora Trinidad se asombró, —hija por Dios santo, yo no sabía cuando ibas a iniciar, y justo ahora tengo casa llena, vinieron mis nietos de vacaciones, vienen desde la capital del país, pero no te preocupes ahí nos acomodamos— dijo.

Me sentí mal, avergonzada, —¿ya cenaste?— preguntó, —sí— mentí, lo bueno es que no vas a estar sola y aburrida mis nietos son más o menos de tu edad, espérate a que lleguen andan en la tienda, me senté en el pasamo de la casa, y no decía nada, sentía vergüenza, me sentía entrometida, cuando entraron dos jóvenes, la señora tenía razón eran casi de mi edad, un chico y una chica, la chica me sonrió y el chico solo me observaba, —ella es la niña de la que les hablé está estudiando enfermería, y pasará la noche acá cuando tenga turno de tarde— dijo la señora Trinidad.

—Hola, soy Mariela y él es mi hermano Misael— dijo la chica, sonriendo mucho y extendiendo su mano.

—Hola, soy Lissbeth— respondí.

—Bueno, me vas a disculpar, pero no te esperaba tan pronto, te voy a dar la última habitación, tiene un poco de cosas guardas ahí, pero está muy limpia y la cama está muy cómoda— dijo la señora Trinidad.

Fuimos hasta el fondo de la casa, me dio mi habitación, me enseñó dónde estaba el apagador de la luz, me mostró los baños, luego me llevó a la cocina, me dijo que ahí podía tomar lo que quisiera, como si estuviese en casa, que no me sintiera incómoda, que si ella me había aceptado es porque sabía que era buena niña, yo sonreí y agradecí.

Entré en mi habitación, me quité la ropa, me puse pijama, me amarré el cabello, me quise meter a la cama pero tenía sed, tenía hambre, y también me dolía mucho la cabeza, tenía pastillas para el dolor, pero no tenía agua, y tenía tanta pena de levantarme a traer agua, pero no aguanté más, así que me puse pantuflas y salí hacia la cocina, todo estaba apagado, solo las luces de la cocina estaban encendidas, primero fui al baño, luego regresé a la cocina, entré, tomé un vaso, tomé agua, —sos muy bonita— dijeron, me quedé petrificada, no podía moverme, a como pude volteé, era Misael, —me asustaste— dije, los dos reímos, nos quedamos conversando así de pie, teníamos la misma edad, le conté que tenía novio, no dijo nada, hablamos como por 30 o 40 minutos, —debo irme a dormir, estoy cansada y mañana tengo turno de mañana— dije.

—Qué descanses— dijo, acercándose mucho a mí, y, ¡me besó!

Dios mío, me besó, y no hice nada por quitarlo al contrario le correspondí, fue un beso largo, y bastante bueno.

¡Acababa de serle infiel a mi novio!

Continuará...

- Lissbeth SM.

CARTAS AL MARINERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora