A VECES AÚN NO ENTIENDO

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 3)

Vi a mamá con asombro, tenía miedo, nunca había matado una gallina, si bien yo era una niña de carácter fuerte, no me creía capaz de matar una gallina, mamá se encaminó al lavadero, —vení para acá pues— dijo mamá, tomando el cuchillo, me paré al lado de ella, ella tomó el cuchillo con mucha más fuerza, tomó el pescuezo de la gallina, —mira, le tomas el pescuezo así, y justo aquí, cortas así— dijo mamá, cortando el pescuezo de la gallina, la sangre empezó a salir a borbotones, —le sujetas fuerte las alas porque si no lo haces se va salpicar todo con sangre, ahora, toma la otra, haces lo mismo que hice yo, yo voy a salir y cuando regrese quiero esa gallina muerta— dijo mamá.

Vi a mamá salir de casa, me paré frente al lavadero, miraba la gallina y miraba el cuchillo, no tomaba el valor para hacerlo, habían pasado ya unos diez minutos y yo no sabía como hacerlo, pero sabía que si no lo hacía, me esperaba una paliza de esas que me dejaban hasta con fiebre, así que tomé el pescuezo de la gallina, tomé el cuchillo, cerré los ojos y corté, luego sujeté las alas de la gallina muy fuerte, pero la gallina no dejaba de saltar, no dejaba de intentar aletear, ¡no se moría! Pasaron unos diez minutos y la gallina seguía sin morirse, la solté y la gallina empezó a correr por todo el lavadero, salí corriendo hacia la puerta, abrí en busca de ayuda y justo venía mamá entrando, —no se muere— dije viéndola a los ojos con miedo.

—¿Será posible que tenés sufriendo a ese proble animal?— dijo, viéndome directamente a los ojos, sus ojos verdes brillaban y todo la piel al rededor de sus ojos estaba roja, esa era señal de que mamá estaba muy molesta, entró rápido, se dirigió al lavadero, la gallina andaba saltando por todos lados, mientras salpicaba sangre, todo aquello parecía escena de una película de terror con poco presupuesto, mamá tomó a la gallina, tomó el cuchillo y la degolló, luego tomó la palangana y me dio al rededor de diez golpes por todos lados con la palangana, —te la llevas de inteligente pero sos tonta, bien dice tu abuela que el estudio no quita la tontera— decía mamá, mientras me golpeaba.

No dije nada, me enseñó a desplumar gallinas y luego a limpiarlas, y después me ordenó preparar la comida, la preparé con mucho gusto, terminé de prepararla y me metí a bañar, me arreglé bonita, y en cuanto salí de mi habitación, mamá se que me quedó viendo —es que para putiar si sos buena, ¿verdad? Pero para cosas de mujercitas no, tener sufriendo a ese pobre animal más de una hora— dijo mamá.

Me senté en el sofá a esperar a Hernán, pasados unos treinta minutos tocaron a la puerta, mi hermana Savannah corrió a abrir la puerta y mi hermana Jordana se paró y se fue a su habitación, ah Jordana, Jordana, mi hermana Jordana era veintidós meses menor que yo, era la consentida de mamá y a ella mi novio Hernán no le caía bien.

—Liss, es el guapo— dijo Savannah muy emocionada, Hernán entró, saludó a mamá, se sentó al lado mío y me saludó, nuestras noches eran de mamá interrogando a Hernán, esa noche Hernán quiso hacer algo distinto, —Señora Gardenia, usted nos daría permiso de ir a la esquina a comprar unas tostadas de pollo y una lift (gaseosa sabor toronja)— dijo Hernán.

—Ush no, ¿usted está loco? ¿Ya vio a Lissbeth? Es gorda, no, no, no, si quiere compre para usted, ella no, a partir del lunes ella empieza una dieta rigurosa, porque así como está no se ve bien— dijo mamá.

Hernán se me quedó viendo, y me dio un beso en la frente, —ah no, entonces no, yo no tengo hambre— dijo.

Llegó la hora de que Hernán se fuera, —no se le olvide que mañana está invitado a almorzar, su novia ya cocinó, porque mañana es el día del señor— dijo mamá.

—Claro, mañana a las 12:00 p.m. estaré aquí— dijo Hernan.

Salimos a la puerta para que yo me despidiera, yo me sentía triste, Hernán me tomó del mentón y levantó mi rostro, —usted es preciosa, no le ponga atención a su mamá— dijo, dándome un pequeño beso en los labios.

Entré a la casa, ya no me sentía triste, me dirigí a mi cuarto, me metí a la cama y me quedé dormida, el sábado temprano me levanté, me mentí a la regadera, sequé mi cabello, lo dejé suelto, las ondas me caían un poco abajo de la cintura, opté por una falda larga, hasta los tobillos, con una abertura prominente atrás, era de color rojo, una blusita negra con detalles rojos, y unos zapatos rojos, salí feliz, —ve, apareció el diablo, ja, ja, ja, ja— dijo mamá, —¿se vio en el espejo o qué?— respondí sin pensar, —abusiva— me gritó, dándome un tremendo golpe en la boca.

Desayunamos, salimos para la iglesia, a decir verdad, a mí nunca me gustó la iglesia, me gustaba cantar, si, me gustaba participar en debates, si, pero nunca la iglesia, la religión, nada, terminó el servicio en la iglesia, y nos dirigimos de regreso a casa, Hernán ya nos esperaba afuera de la casa, en cuanto me vio su rostro cambió, y sonrió, nos acercamos y nos saludó, —¡qué bonita se ve!— dijo Hernán muy emocionado, mi mamá se nos quedó viendo, —no cabe duda que eso que dicen, que el amor es ciego es cierto, ja, ja, ja,ja— dijo mamá, Hernán no dijo nada, solo tomó mi mano muy fuerte, entramos a casa, mamá y yo fuimos a la cocina, servimos la comida, y todos nos sentamos a comer.

—¿Usted preparó esto?— preguntó Hernan, yo asentí, —¡está muy rico!— dijo él, mamá solo nos observaba, Hernán comió demasiado, luego mamá partió una sandía, y nos sentamos en el sofá, Hernán se acercó a mí, susurró algo a mi oído, yo respondí, luego se puso de pie, se despidió de mamá y se fue.

En cuanto Hernán se fue, mamá se volvió loca, —¿por qué se fue? ¿Qué le dijiste? ¿Qué le hiciste?— gritó mamá.

—¿Yo? ¡Yo no le hice nada! Él tenía que irse— respondí.

—¿Vos crees que yo soy tonta? Tráeme el lazo Jordana, que casualidad que se secretean entre ustedes y él se va inmediatamente— gritó mamá, tomándome del cabello con una mano y con la otra tomó el lazo que le llevó Jordana.

—¿Estás tonta? Él es un hombre guapo y trabajador y vos estas gorda y fea, si te deja no vas a encontrar a otro igual, tenés que cuidarlo— gritó mamá, dándome el primer golpe con el lazo.

¿Qué irónico no? Era el día de Dios para limpiar y cocinar, pero no lo era cuando de golpear e insultar a su hija se trataba.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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