NADA ES COMO SE QUIERE

805 40 8
                                    

CARTAS AL MARINERO (Capítulo 2)

No voy a mentir, su pregunta no me tomó por sorpresa, a decir verdad creo que la esperaba, pero cuando la hizo, sentí tanta emoción, mi corazón empezó a latir muy rápido, creí que se me iba a salir del pecho, y mi cuerpo empezó a temblar, pero sabía que responder, para qué decirle, —¿me deja pensarlo?— Si al final iba a decirle que sí.

—Si, si quiero— respondí.

Una sonrisa se le dibujó en el rostro, me tomó de la mano, se acercó lentamente a mí, hasta que sus labios encontraron los míos, en ese momento sentí que flotaba, mis piernas temblaban y las cosquillas invadieron mi estómago, era un beso inexperto, tierno, de esos en los que los labios rozan por un instante que parece eterno.

Cuando sus labios se separaron de los míos, los dos sonreíamos, él se acercó a mí, —gracias por decirme que si— dijo, dándome un beso en la frente, sentí bonito ese gesto de ternura, me tomó de la mano y salimos de la biblioteca, mis amigas me veían sonriendo, él se despidió de mí con un beso en la mejilla y salió de ahí, mis amigas me llenaron de preguntas, no respondí ninguna, yo me sentía feliz, la felicidad la sentía en el estómago, una sensación que subía y bajaba, pero en mi estómago.

Regresé a casa a eso de las 5:00 p.m. mamá estaba molesta, me había tardado demasiado, me gritó desde que llegué, pero no recuerdo que me dijo, yo estaba tan feliz que sus insultos no calaron, le ayudé a preparar la cena, luego corrí a tomar una ducha, cené y salí a sentarme a la ventana de la vecina, no habían pasado ni cinco minutos cuando apareció en la esquina, llegó hasta mí, y se sentó, como noche a noche hablamos de todo, solo que ahora me él me tomaba de la mano.

Pasamos así exactamente un mes, tranquilos, felices, hasta que mamá decidió hablar conmigo, —mira muchachita vení para acá, llevas días platicando con un chico ahí afuera, ¿quién es y por qué viene a buscarte todas las noches?— preguntó, yo no respondí, solo agaché la cabeza.

—¿No me vas a decir nada? Bueno, pues entonces hoy es el último día que salís a sentarte a esa ventana, me le vas diciendo que vos no sos callejera, sos una niña de casa y que aunque tu papá está lejos, vos tenés mamá, y que si quiere verte para eso tenés casa, así que venga y hable conmigo, y pida permiso para estar platicando vos— vociferó mamá.

Esa noche salí triste, no esperé a Hernán con emoción, cuando llegó y se sentó al lado mío, no lo dejé tomarme de la mano, —¿qué pasa?— preguntó.

Le conté todo lo que mamá me había dicho, no dijo nada, absolutamente nada, solo me abrazó en silencio, era un silencio incómodo, hasta que él lo rompió —¿cómo se llama su mamá? Preguntó.

—Gardenia— respondí.

No dijo más, nos quedamos así abrazados, esa noche nos despedimos y él se fue, al siguiente día, fui a estudiar sin ánimos, llegué a casa a eso de las 6:30 p.m. no cené, me sentía triste, mamá no me dejó salir, y Hernán no apreció, me fui a dormir temprano y lloré, me quedé dormida así, mi estómago ya no estaba feliz.

Al siguiente día me levanté y empecé a hacer mis quehaceres, —¿te das cuenta de que nadie te quiere? Vos pura tonta saliendo a aplastarte ahí con él, y no te quiere, ja, ja, ja, ja, yo te lo he dicho a las mujeres como vos nadie las quiere, sos fea mi'ja, estás gorda y a las gordas nadie las quiere, lo que pasó fue que como andabas de facilota ahí en la calle con él, y pues él es hombre ¿y a quién le dan pan que llore?— dijo mamá.

Sus palabras atravesaban mi pecho, pero tenía razón, o al menos eso me hacía creer, preparé la comida, pero no comí, —¿qué no pensás hartarte otra vez?— Preguntó mamá, —no tengo hambre— respondí, —bueno al menos vas adelgazar— dijo mamá, me fui al colegio, iba a triste, no sentía ganas de nada, pensé que Hernán si me quería pero al parecer mamá tenía razón, a las mujeres como yo nadie las quiere.

Regresé del colegio, esta vez mamá no dijo nada, ella preparó la cena, mientras yo jugaba con mi hermanita menor, Savannah, tenía cinco años, me paré por agua, cuando entré a la cocina escuché que tocaron a la puerta, entré a la cocina y tomé agua, —Liss, te busca el guapo— gritó Savannah, el corazón se me detuvo en ese momento.

Salí y él estaba sentado en el sofá, y mamá en el sofá de enfrente, yo sonreí al verle, y me senté al lado de él, —Verá señora Gardenia, yo quiero a su hija Lissbeth, y sé que ella es una niña de casa y de respeto, y quiero pedirle permiso para ser su novio y venir a verla aquí— dijo de una, sentí que se me detuvo el corazón, «me quiere, él si me quiere» pensaba, otra vez volvía a sentir felicidad en mi estómago.

Aún no lograba entender porque sentía felicidad en mi estómago, pero años más tarde sabría el porqué.

Mamá se le quedó viendo fijamente a Hernán, sus ojos verdes brillaban más que nunca y yo sabía que cuando a mamá sus ojos le brillaban así, estaba molesta.

—Pues mire, me gusta que usted sea respetuoso y que tenga valor, en esta casa no mando solo yo, también manda mi esposo Manuel, aunque no viva acá con nosotras, tengo que hablarlo con él pero mientras lo hablamos usted puede seguir viniendo a ver a Liss— dijo mamá.

Yo sonreí y Hernán me tomó de la mano, estuvimos sentados en el sofá tomados de la mano sin hablar, hasta que llegó la hora de que se fuera, salí a despedirlo a la puerta, se me quedó viendo a los ojos, —la quiero, yo la quiero, no dude eso por favor, porque la quiero y por eso vine a dar la cara por usted— dijo dándome un pequeño beso.

Se fue, lo vi alejarse, y entré a la casa, —ay pobre muchacho no sabe en lo que se mete al enamorarse de vos, ahora porque está pequeño, por eso se fijó en vos, porque aunque seas mi hija, sos fea y cuando él crezca y conozca mujeres bonita te va dejar— dijo mamá.

No respondí, solo me fui a dormir.

A la mañana siguiente, mamá me despertó más temprano de que de costumbre, —bueno desde hoy, usted (me hablaba de usted cuando el asunto era serio) hará todo en esta casa, si es mujercita para tener novio, también lo tiene que ser para hacerse cargo de una casa— dijo mamá.

No dije nada y empecé a limpiar, luego preparé la comida y me fui al colegio, me sentía tan cansada que me dormí sobre el escritorio en la clase de Biblia, salí del colegio, llegué a casa y mamá me esperaba, me llevó al cuarto donde se guardaba la ropa de papá, sacó toda la ropa de papá, y la desdobló, —bueno, como ya tiene novio, tiene que aprender a planchar ropa de hombre, pantalones de vestir, camisas, hacer paletones, todo, le voy enseñar con uno de cada uno— dijo mamá.

Me enseñó y yo observaba detenidamente, —bueno, ya vio como se hace, ahora planchela toda— dijo mamá.

Planché toda la ropa que pude, hasta que llegó Hernán, salí del cuarto, me senté al lado de él, lo abracé, me rescosté en su pecho, y me quedé dormida.

—¿Entonces usted no estudia, se dedica que trabajar en la mecánica?—

—Así es—

Me desperté con el interrogatorio de mi mamá hacía Hernán.

—Pues mire, hablé con mi esposo y estamos de acuerdo con que visite a Liss, solo que usted tiene que estar consciente que en esta casa somos cristianos y no nos gustan los vicios— dijo mamá.

—No tengo ninguno— respondió Hernán.

—Perfecto, pues mire, lo quiero invitar a comer el sábado (era jueves)— dijo mamá.

—Si, yo encantado— respondió Hernán.

Salí a despedirlo, —la quiero— dijo y me dio un pequeño beso.

El viernes por la mañana, mamá salió de casa mientras yo limpiaba, en casa el viernes se preparaba todo para el sábado, éramos de religión adventista y el sábado no se hace nada que no sea alabar a Dios, por lo tanto se limpiaba la casa y preparaba la comida desde el viernes.

A eso de las 10:00 a.m. apreció mamá, con dos gallinas vivas en las manos, —Liss, venga para acá, si es buena para andar de pū-tā, tiene que saber matar y limpiar una gallina— dijo.

Continuará...

- Lissbeth SM.

CARTAS AL MARINERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora