NO PUEDO HUIR DE LA TORMENTA

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 21)

No volví a ver a Misael, las siguientes semanas antes de finalizar mi práctica, fueron tal y como eran siempre, mi rutina era la misma, de mi casa al hospital, del hospital a mi casa, limpiar, lavar, cocinar, un día después de que regresé de mi turno de noche, sonó el teléfono de casa, mamá respondió, —Liss, te llaman— gritó, fui hacia la sala, tomé el teléfono y oh sorpresa.

—Bueno— dije.

—Hola mi amor, ¿cómo estás?— escuché al otro lado del teléfono, ¡joder, esa voz! ¡Era Misael! Pero tenía que disimular porque tenía a mamá frente a mí, —hola, estoy bien, ¿y ustedes cómo están?—

—Estamos bien, estaba muy preocupado por vos, solo desapareciste, y no supimos más de vos, te extraño Liss, extraño tus labios, esos besos tuyos—

—Me operaron por eso ya no pude despedirme de ustedes—

—Yo quería saber de vos, por eso le pregunté a mi abuela el nombre de tu mamá y busqué en la guía telefónica hasta que di con tu teléfono, necesitaba saber de vos—

—Gracias por llamar, me saludas a tu hermana, adiós,— colgué.

Me di la vuelta sentía un nudo en la garganta, quería llegar a mi cuarto.

—¿Quién era ese que llamó y por qué dijo mi amor?— preguntó mamá muy molesta.

Sentí que el mundo se detuvo por un instante, sentí tanto miedo, demasiado miedo, estaba temblando, no me sentía capaz de articular palabra, inhalé profundamente.

—¿Por qué el nieto de la señora Trinidad me diría mi amor? Usted tiene ganas de pelear conmigo, y no la entiendo—

—Lo que yo no entiendo es que hace llamándote, ¿él sabe que tenés novio?—

—Si madre, si sabe—

—Ah mí no me vas a faltar al respeto gritándome— respondió mamá, dándome un zape en la cabeza.

—Es que nunca me dejan en paz, ya estoy cansada— grité.

Y así empezó la discusión en la que terminamos gritando, una discusión en la que mamá me decía que no servía para nada, papá intervino para golpearme, y todo terminó en que no irían a mi graduación de enfermería que sería en 2 días, papá y mamá dejaron de hablarme.

Llegó el día de mi graduación, me estaba graduando con honores, salí de casa sin más dinero que para los pasajes, papá y mamá no me voltearon a ver, no me dieron el dinero que necesitaba, me dirigí a la casa de Hernán, él aún dormía, su mamá me dejó pasar a su habitación, en cuánto lo vi empecé a llorar, él me hizo espacio en su cama, me metí, me abrazó, lloré, hasta que me desahogué, le conté que pasaba, se puso de pie, sacó dinero de su clóset, me lo dio, —vaya a su graduación y yo iré más tarde para pasar con usted por su título— dijo, mientras me daba un beso.

Salí de ahí, me dirigí a mi graduación, fuimos a la casa de una compañera de clases para cambiarnos para la graduación, nos dirigimos hacía el salón, empezaron a llamar uno a uno a los estudiantes, Hernán no llegaba, estaba triste, faltaban 2 compañeros para que pasara yo, cuando vi en la entrada a mamá y a Hernán, llegaron hasta mí, mamá no dijo nada, solo me tomó del brazo y caminó conmigo y Hernán hasta el frente, terminó la graduación y mamá no dijo nada, mi fiesta de graduación sería una semana después, con todos los amigos y familia, en casa, ya que para entonces la casa estaría terminada.

Llegó el día de la fiesta por mi graduación, había casa llena, mis abuelos, tíos, tías y primos estaban en casa, sería un servicio cristiano, todo empezó bien, la fiesta familiar iba demasiado bien, hasta que, empecé a saludar a los invitados, me paré justo abajo de las escaleras que llevaban al segundo nivel de la casa, cuando de repente sentí un golpe muy fuerte en la cabeza y los hombros, que provocó un dolor insoportable, para luego bajar y golpear mi espalda, me dejó casi ahogada del dolor, volteé a ver al suelo y era mi primo Angelo que en ese entonces tenía 5 años y creyó que saltar de un segundo nivel era algo divertido, de no haber estado yo bajo las escaleras no quiero imaginar que hubiese pasado.

—Lissbeth acaba de salvar su primera vida— dijo el pastor y todas las personas presentes aplaudieron, el golpe desvió mi clavícula y un hombro, pero mi primo no tenía un solo rasguño.

•••

Pasaron unos meses, papá regresó a USA, a mí me ofrecieron un trabajo en el hospital en el que di mi práctica, solo tenía que hacer un mes de prueba, cuando le conté a Hernán dijo que no estaba de acuerdo, que él no quería que su esposa trabajara, así que terminé con él.

Nunca imaginé que el intentar seguir mis sueños me costara tan caro y dejara todas las heridas que dejó, de haberlo sabido hubiese peleado más.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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