LA PRUEBA

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 30)

Llegó el día de San Valentín, nuestro aniversario de noviazgo, me llevó a cenar, no me gritó, no me golpeó, fue lindo, la semana santa nos fuimos a pasarla con mi familia, donde mi abuela todos lo adoraban, fueron unas vacaciones bonitas hasta que llegó la hora de regresarnos, mamá quería vernirse en el lugar del copiloto, junto a Hernán, cosa que yo no quise, no accedí, se formó una discusión, y mamá terminó decidiendo que no se vendría en el auto con nosotros, si no que lo haría en bus, me pareció muy bien, no dije nada, estaba cansada de acceder a todo, pero ante mi abuela y el resto de toda la familia que estaba presente la mala era yo, la mala hija era yo, egoísta y mal portada con su madre, Hernán y yo subimos al auto y nos vinimos hacia casa, mamá pasó unas dos semanas sin dirigirme la palabra, el segundo bebé de Oriana lloraba toda la noche, padecía cólicos, llegó el día de la madre y el regalo tenía que ser el mismo tanto para mi mamá como para la de Hernán, y para Oriana e Izabel, también para mi abuela, que siempre pasaba el día de la madre con nosotros, en casa de mamá.

Llegó junio, nuestro primer aniversario de bodas, preparé una cena, Hernán llegó cansado y de mal humor por su trabajo, ni siquiera se metió a bañar, estaba lleno de grasa, olía a aceite de motor, no dije nada, solo serví la cena, era una cena especial, él solo se me quedó viendo, no dijo nada, yo me sentí mal, al parecer él había olvidado nuestro aniversario, pero no dije nada más, engulló la comida, —este pollo quedó muy bien, pero no debería de andar gastando tanto en comida— dijo.

—Perdón, es que es un día especial— dije.

—¿Qué día especial? Su cumpleaños es hasta dentro de un mes— respondió.

No dije nada, solo bajé la cabeza.

—Igual, no importa, estaba rico, iré a descansar, estoy cansado— dijo.

—¿No va bañarse?— pregunté, porque le había puesto sábanas blancas a la cama, y obviamente el blanco y la grasa de auto que él tenía pegada al cuerpo y la ropa no se llevaban bien.

—¿Qué dijo, desde cuándo usted me dice que hacer?— gritó, poniéndose de pie y dándome una bofetada, que me aturdió por completo.

—Usted, no va decirme a mí que hacer, parece que usted no se ha dado cuenta que el esposo soy yo, y el que manda soy yo, usted es quien debe obedecerme a mí, no quien me va decir que hacer— gritó, aventándome al suelo, para luego dirigirse a la habitación.

Me puse de pie, limpié mis lágrimas, levanté los platos de la mesa, los llevé la lavadero, los lavaría al día siguiente.

Me dirigí a la habitación, Hernán estaba acostado sobre las sábanas blancas, que ya no se veían blancas, se habían llenado de grasa de auto.

Sentía coraje de verlo ahí echado, —hoy es nuestro aniversario por eso cociné algo especial, y por eso la cama tiene sábanas blancas— dije entre lágrimas, que limpiaba con coraje.

Hernán se me quedó viendo y se puso de pie, —¿y por qué no me lo dijo? No soy adivino y a mí esas cosas no me importan, solo quiere hacerse la importante conmigo, ¿verdad?— gritó, dándome otro golpe en la cara, yo grité, Oriana y Marcelo no estaban, no había quien nos escuchara.

—Pero bueno, como es nuestro aniversario, le daré su regalo— dijo, tomándome de las manos y lanzándome a la cama, subió mi vestido.

—Hernán no, por favor, no quiero— supliqué.

¿Cómo podía pretender que yo quería sexo después de que él me había golpeado y hablado tan feo?

El solo me vio, y abrió el cierre de su pantalón, hizo a un lado mis bragas y entró, dejándose caer sobre mí, él olía tan mal, a sudor y grasa de auto, a comida y pies, no quería, cerré los ojos, y entonces recordé los abusos de cuando tenía 6 años y también de cuando tenía 9, Hernán gemía, y una gota de su sudor cayó sobre mi rostro, mientras el eyacublaba dentro de mí.

Se puso de pie y fue a bañarse, no puedo explicar lo que sentí en ese momento, sentía asco y muchas ganas de morir, no sabia que había pasado, si estaban bien o mal lo que él me hizo, pero si sabia que no se sintió bien, que me sentía vulnerable, cambié las sábanas entre lágrimas, Hernán entró ya bañando, ¿por qué no se bañó antes de tomarme por la fuerza?

No dije nada, solo fui a meterme a la regadera, lloré bajo la ducha, en ese momento no sabía que lo que Hernán acababa de hacer era abuso sexual, sin importar que fuese mi esposo, si yo decía no, él debía respetarlo.

Llegó el mes de mi cumpleaños, hice una comida, Hernán me dio Q.50.00 (seis dólares aproximadamente) como regalo, con ello quise cortarme el cabello, no me lo permitió, llegó agosto era el cumpleaños de Savannah, cumplía 8, le hicieron una comida, y una piñata, la disfrutamos tanto.

Llegó septiembre, decidí armarme de valor y hablar con Hernán, no podíamos estar juntos, todo era gritos, golpes, y malos tratos.

—Hernán, ¿y si nos separamos? Ya no vivimos bien juntos, es mejor ahora que aún estamos jóvenes— dije.

—Tiene razón, pero ¿qué va decir la gente de mí?—

—Mire si usted quiere echeme a mí la culpa, que hablen de mí, pero ya terminemos con esto— dije.

—Bueno solo deme dos semanas parar juntar un poco de dinero— dijo.

Yo accedí, estaba feliz, había logrado que aceptara.

Esa misma noche, fuimos a cenar con mamá, le preparé huevos revueltos a Hernán, en cuanto vi que el dio el primer bocado a la comida, salí corriendo, apenas alcancé a llegar al patio para vomitar.

—¿Estás embarazada?— preguntó mamá.

—Que embarazada va estar, eso es una solitaria (parásitos).— dijo Hernán, burlándose.

—Igual deberia ir mañana al centro de salud, para salir de dudas— dijo mamá.

Al día siguiente Hernán me llevó muy temprano al centro de salud, dejé mi muestra de orina y me dijeron que regresara por el resultado a eso de las 2:00 p.m.

Hernán me llevó a casa de mamá, preparamos comida, Hernán llegó a eso de las 1:30 p.m. a comer, —vamos a traer el resultado de la solitaria— dijo en tono de burla, yo sentí feo.

Entré al centro de salud, solo habían otras 7 mujeres en el lugar, cuando salió la laboratorista, —de las 8 pruebas que recibimos hoy, solo 1 debe empezar a comprar ropita— dijo.

Respiré, «no estoy embarazada», pensé.

—¡Felicidades, estás embarazada!— dijo, acercándose a mí y dándome el sobre.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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