UN ERROR MÁS

228 18 3
                                    

CARTAS AL MARINERO (Capítulo 74)

—¿Qué hace usted aquí?— dije, cerrando la puerta.

Él la empujó con fuerza, abriéndola de nuevo, y metiéndose a mí casa, yo tenía el celular en la mano pero estaba petrificada, era Hernán, estaba totalmente ebrio, en todo el tiempo en el que estuve con él jamás lo vi tomar, hasta ese día.

—¿Por qué me dejó si yo la amaba? ¿Por qué me hizo eso? Perdí todo por su culpa, casa, mi taller mecánico, mi auto, y la perdí a usted— gritó.

—¿Es en serio Hernán? ¿En verdad me pregunta por qué lo dejé? Usted sabe porque lo dejé, y nada de lo que dice que perdió era suyo, así que no ha perdido nada, y nada es mi culpa, todo es consecuencia de sus actos— dije, mientras remarcaba en mi celular.

Hernán alcanzó a ver que había marcado tomó el celular y lo tiró.

—Vamos, llámele a ese otro con el que anda, llámele a ese por quien me dejó y dígale que venga por usted, que venga a defenderla— gritó.

—Hernán yo no le debo explicaciones pero yo no ando con nadie— dije.

Yo iba caminando hacia atrás, y el avanzaba, llegué cerca de la escoba y la tomé, él me la quitó y la partió en dos, Hernán sabía del accidente que yo había tenido porque Jeremy le había contado y la respuesta de él fue: —ojalá se quede ciega— así que lo que me hizo ese domingo fue predeterminado.

Me llevo hasta que topé con la pileta para almacenamiento de agua, ahí Hernán me tomó del cabello, me empujó contra la pileta, haciendo que mi cabeza golpeara con ella, cai al suelo bastante aturdida, Hernán empezó a patearme, yo estaba tirada en el suelo en posición fetal tragando de cubrirme los golpes, totalmente aturdida.

Cuado Alfredo (el mejor amigo de Jeremy e hijo de mi jefa) se paró en la entrada de la casa, —¡noooooooo, no la patees!— gritó y salió corriendo.

Hernán me escupió —¡maldita pū-tā— gritó y salió a toda prisa de ahí.

No sé cuanto tiempo pasó, cuando entró Yamila, mi jefa, me ayudó a ponerme de pie.

—Usted me marcó y alcancé a escuchar una discusión, y mandé a Alfredito a ver que pasaba, llegó llorando y gritando, yo no puedo permitir esto, ya llamé a la policía— dijo Yamila.

—No, yo no quiero poner una denuncia, le tengo tanto miedo, él va matarme, no quiero— dije, sollozando.

—No, ya estuvo bueno, es momento de ponerle un alto— dijo.

La policía llegó, tomaron mi declaración y antes de marcharse.

—Señora, sé lo que se dice de nosotros los policías, pero créame que ese infeliz va pagar por lo que le hizo, de eso me encargo yo— dijo el policía.

Yo sonreí.

—Yo no voy a dejarla sola, se va conmigo a la cena que tengo con mi familia, y no acepto un no por respuesta— dijo Yamila.

Acepté totalmente incómoda, subí a su auto y fuimos a las afueras de Ipen, donde vivía una de las hermanas de Yamila.

Cuando llegué todos fueron muy amables conmigo, al parecer Yamila les había contado.

Le mandé un mensaje a mamá, contándole lo que había pasado con Hernán, me llamó inmediatamente y dijo qu hiciera todo por denunciar a Hernán, terminé la llamada con mamá y me senté otra vez a la mesa, era una carne asada.

El cuñado de Yamila (Manuel) llegó a la mesa y puso frente a mí una botella de Whisky, —bueno Liss, ahogue las penas, esta botella es suya— dijo.

—No gracias, yo no tomo— respondí.

—¿Me va despreciar? Dijo Manuel.

—No, no, es que nunca he tomado— dije, muy apenada.

—Siempre hay una primera vez— dijo Manuel, sirviendo un trago.

Lo tomé a fondo, acababa de cometer un gran error.

Continuará...

- Lissbeth SM.

CARTAS AL MARINERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora