RESPIRAR DUELE

186 21 7
                                    

CARTAS AL MARINERO (Capítulo 101)

Cuando abrí los ojos estaba en casa, quise pensar que todo había sido una pesadilla, pero volteé hacia el sofá, Cristián me veía, lo vi y empecé a llorar, le di la espalda, abracé una almohada, el llanto era incontrolable, Cristián se metió a la cama y me abrazó.

—¿Qué voy a hacer sin él?— Pregunté.

—Vivir, Liss, solo vivir— Respondió.

—Yo ya no quiero, no puedo ser feliz, la vida siempre me arrebata a quienes amo, la muerte ama bailar con las personas que me tocan el alma, yo ya no quiero pasar por más dolor, ya no quiero caminar sobre carbón encendido, tengo demasiadas llagas en los pies— respondí entre sollozos.

—Andrés te amaba Liss, todo el día hablaba de vos y lo maravillosa que sos, él era muy feliz a tu lado, se fue amándote, debes de tener la seguridad que hasta su último suspiro te amó—

—Me rompió la promesa más importante que me hizo, él prometió nunca dejarme sola, y lo acaba de hacer—

—Él no te ha dejado sola, solo que ahora te cuidará desde el cielo— dijo.

Enfurecí con eso, y me zafé de su abrazo, —yo lo necesito aquí conmigo, a mi lado, no en el cielo, yo lo quiero aquí conmigo, a mi lado, no el maldito cielo, ¿de qué me sirve que esté en el cielo? Si acá en la tierra es donde todos los que lo amamos estamos con el alma rota.—

—Créeme que te entiendo, mamá está destrozada, y yo también lo estoy— Dijo, limpiando las lágrimas.

Dios mío, es verdad olvidé a Adriana, mi suegra, no quería imaginar el dolor que ella estaba sintiendo.

Jeremy entró corriendo a la habitación, y me abrazó, lloré en sus brazos, ella me sostuvo, —no te diré que no llores o que él está en un lugar mejor, porque creo que no hay mejor lugar que aquí, entre tus brazos— dijo, y me vine abajo.

El celular no dejaba de sonar, era Valentina, no respondí, no quería responder, no quería hablar con nadie, estaba tan lastimada, y sobre todo no tenía fuerzas para responder al pésame de nadie.

Salí de la cama, fui hasta la ducha, con el cuaderno y la pluma en mano, me dejé caer en el suelo...

«Querido marinero:

En este momento solo quiero y puedo decir, "te odio", por jugar conmigo, por burlarte, por hacerme creer que me amabas, por hacer todo porque me enamorara de vos para luego irte con alguien más como si nada pasara, y yo tan fiel a mis sentimientos que no puedo dejar entrar del todo a nadie, no puedo amar a alguien más con todas mis fuerzas, porque mis fuerzas para amar están con vos, no puedo ser cien por cierto de alguien, porque después de tantos años sigo siendo cien por ciento tuya, y no lo mereces, no mereces nada de mí, tan poco te importo que nunca más volviste a pensar en mí, en lo que te di, porque si tenés a alguien más al lado tuyo, nada de lo que yo te di, cuenta, ¡TE ODIO IÑIGO, TE ODIO CON LA MISMA INTENSIDAD CON LA TE AMO!

Lissbeth.»

Volví a escribirle al maldito marinero después de meses de no hacerlo, porque aunque lo odiara, inconscientemente siempre que estaba mal, corría a él, estuviese o no, corría a él, porque mi memoria sabía, que solo con Iñigo me sentía segura.

Salí de ducharme, fui a mi habitación, me vestí de negro, me senté en la cama a cepillar mi cabello rojo, cerré los ojos, y llegaban a mi mente escenas de todos los momentos con Andrés, todos eran felices, todos eran riendo.

Le pedí a Jeremy que se quedara en casa, ella accedió, Cristián pasó por mí, me dirigí a la casa de Adriana, mi suegra, ahí sería el velorio, llegué, y no tenía el valor para entrar, Cristián abrió la puerta del auto, bajé pero no encontraba la forma de caminar hacia la casa, mis pies se sentían pesados, Cristián me llevó a él y me abrazó, entramos juntos.

Adriana estaba en la entrada, estaba destrozada, en cuanto me vio corrió a abrazarme.

—Hija, gracias por hacerlo tan feliz, él en verdad fue feliz, nunca lo vi tan feliz como cuando te encontró— dijo y me vine abajo.

Adriana me sostuvo, yo sentía que respirar me dolía, quería dejar de respirar.

Caminé hacia el ataúd, lo abrí, Andrés parecía dormido, tenía sus labios morados, pero tenía el rostro lleno de paz.

—Perdóname, por favor perdóname, te amo, te amo desde hace mucho y nunca pude decírtelo, nunca tuve el valor, nunca lo escuchaste, amor, por favor perdóname— dije, mientras abrazaba el ataúd.

Cristián me tomó de la mano y me llevó a una silla, no me dejaba sola ni un segundo.

—Mi amoooooooor, no, no, no, no, no, no podés dejarme, yo sé que me amabas a mí aunque esa zorra nos separó— dijo Guadalupe, había llegado corriendo, y se dirigía al ataúd.

Me puse de pie lentamente, y con la mayor serenidad del mundo, me coloqué frente a ella para evitar que llegara hasta Andrés.

—Quítate de aquí zorra, no nos vas a poder separar, él me amaba y no se que le hiciste para separarnos— dijo.

No dije nada, solo hice lo que debí hacer desde el día que la conocí, le di una bofetada que hizo que cayera al suelo, me agaché y mientras Guadalupe, acariciaba su mejilla, la vi a los ojos, —Andrés no te amaba, todo el tiempo que estuvo conmigo fue feliz, se fue amándome, ya madura, tenés un hijo y vivís con el papá de este, respeta a tu pareja, y vete, porque no voy a permitirte que vengas a querer hacer tu show aquí, lárgate o te juro que te vas a arrepentir— dije.

Se puso de pie y salió sin decir nada.

Adriana y Cristián me pidieron que fuéramos a la habitación de Andrés solo por un momento, subimos, Adriana se acercó a mí.

—Hija, encontramos esto en uno de los bolsos del pantalón que Andrés usaba anoche, y estoy totalmente segura de que vos deberías tenerlo— dijo sacando una cajita.

Me la dio, la tomé, la abrí y era un anillo de compromiso, él iba a proponerme matrimonio y en ese momento todo se tornó negro.

Continuará...

- Lissbeth SM.



CARTAS AL MARINERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora