LA TORMENTA

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 22)

—Yo aún no soy su esposa, somos novios y quiero trabajar, y si usted no quiere que trabaje, creo que lo mejor es que terminemos—

—¿Está terminando conmigo? ¿Quiere terminar con más de 3 años por un trabajo mal pagado?—

—Si, si usted no quiere que trabaje, creo que lo mejor es que terminemos—

—¿Y todo lo que hemos comprado para cuando nos casemos?—

—Usted se puede quedar con todas esas cosas si gusta, por mi no hay problema—

—¿Es que entonces usted no me ama?—

—Yo lo quiero mucho, pero tengo sueños, metas y usted no quiere que las cumpla, entonces ¿qué hacemos juntos?—

—Ok, terminemos entonces, buenas noches— dijo, salió de casa azotando la puerta un poco, por extraño que parezca no me dolió, no sentí nada.

Me quedé sentada viendo televisión, cuando salió mamá de la cocina, se me quedó viendo y vio a todos lados.

—¿Y Hernán?— Preguntó.

Inhalé profundo, tomé valor para hablar —se fue— respondí.

—¿Por qué? ¿Qué le hiciste?—

—Porque le conté lo del trabajo en el hospital, y me dijo que el no quiere que trabaje, y por eso le dije que terminaramos—

—¿Quééééééé? ¿Cómo vas a terminar con un buen hombre por un trabajo que no te va dar nada? ¿Estás loca? Otro hombre como él no lo vas a encontrar, llámale ahora mismo y decile que te equivocaste—

—No mamá, yo no me equivoqué, y no pienso llamarle es lo mejor para mí—

—Savannah, tráeme el lazo— gritó.

Savannah, obedeció rápidamente, los ojos de mamá estaban totalmente encendidos, ya sabía lo que me esperaba.

Tomó el lazo, lo enrolló en su mano, y me dio el primer golpe, —es que estás loca como vas a dejar a Hernán—

Me daba golpe, tras golpe, y yo estaba usando una falda y una blusa, estaba descalza, así que me puse de pie y corrí hasta el mueble donde estaba la televisión, ahí me alcanzó, me tomó del cabello, y rodeó mi cuello con el lazo, y empezó a jalar de ambos extremos, ¡me estaba ahorcando! Yo solo veía sus ojos totalmente rojos, Savannah nos veía asustada, y Jordana no tenía expresión alguna en el rostro, —es que no servís para nada y para que te quiero, acabas de dejar ir al único hombre que se va fijar en vos, estas tonta—

Yo ha no podía respirar, así que levanté mis manos, tomé a mamá y con todas mis fuerzas la aventé lejos de mí, y quité el lazo de mi cuello, se me quedó viendo, se puso de pie, porque había caído tirada en un rincón de la sala, —te vas ahora mismo de la casa, me pagaste, le levantaste la mano a tu madre, así que te me vas—

Me le quedé viendo, yo lloraba —mami, ¿a dónde voy a ir? Casi es media noche, no puedo irme—

—Ese no es mi problema, aquí ya no te quiero, me faltaste al respeto, así que te vas— dijo, tomándome del brazo, y llevándome hacia la puerta, yo puse resistencia pero fue inútil me sacó a la calle descalza, cerró la puerta y apagó todas las luces—

Vi hacia todos lados, vi la calle que me llevaba a la casa de Hernán, y caminé al lado contrario, lloraba mientras caminaba, hacía un poco de frío, pero no importaba, no había nadie en la calle, pero sentía miedo, llegué a un parque, "El parque 24 de diciembre", me senté en una banca bajo el frondoso árbol de almendro que hay, me senté, me abracé a mí misma y lloré, lloré de dolor, de decepción, de miedo, de frustración, ¿por qué me pasaba esto a mí? Miré al cielo, —¿Dónde estás ahora?— No hubo respuesta.

Levanté la vista y apareció Hernán a la vuelta de la esquina en su bicicleta, llegó hasta mí, y me abrazó, —¿qué hace aquí?— Pregunté entre lágrimas, —llevo un buen rato buscándola, venga vamos para mi casa, no puede quedarse aquí, ya es tarde, está descalza, y hace frío, además es peligroso— dijo.

—Mi mamá me echó de la casa, ¿qué voy a hacer?—

Yo no podía dejar de llorar, me sentía tan sola, y tenía tanto miedo, era mayo, me faltaban dos meses para cumplir 16.

—Pues con mayor razón amor, vámonos a mi casa, es tarde, venga— dijo.

Me puse de pie, empezamos a caminar, su casa estaba cerca del parque, así que llegamos rápido, le habló a su mamá, y ella feliz, si dormí con él, pero en el mismo cuarto que su hermana Oriana y su sobrino, él solo me abrazó, yo lloré toda la noche, casi no dormí, a la mañana siguiente, cuando me levanté, le ayudaba a la señora Chela con los quehaceres de la casa, cuando entró mamá.

Sentí miedo en cuanto la vi, —¿eso querías verdad? Ser una pū-tā— me dijo.

—Señora Gardenia, calmese, no ha pasado nada malo, usted la sacó a la calle, y no podíamos dejarla durmiendo en la calle— dijo Hernán.

—Pues ya no es una señorita de casa, ahora tienen que casarse— dijo mamá.

Yo empecé a llorar.

—Pues que se casen— dijo la señora Chela.

—Pues yo soy un hombre de palabra, y yo me caso con ella porque yo la amo— dijo Hernán.

—Pero ¿por qué vamos a casarnos? Si entre nosotros no pasó nada— dije entre lágrimas.

—Ah, ¿no dormiste con él, pū-tā?— dijo mamá.

—Si, pero no pasó nada entre nosotros, puede llevarme donde un doctor— respondí.

—¿Te das cuenta dormiste con él? Tienen que casarse, ya no sos una señorita respetable.—

—Pues está bien que se casen, ellos se quieren— dijo la señora Chela.

—Vámonos a la casa, mañana hablaremos de cuando se van a casar— dijo mamá.

Me llevó a casa, en cuanto entramos, me tomó del cabello, me aventó al suelo me pateo, —pū-tā, de mierda, anda, bañate, olés a pū-tā, ¿no te dio vergüenza que te vieran desnuda con ese cuerpo que tenés? Si das asco, voy a ir a comprar, pero cuando regrese me vas conocer— gritó, escupiéndome encima.

Salió de la casa y cerró con llave, yo tenía tanto miedo, Savannah se acercó a mí, y me abrazó, —me va matar, yo me voy a ir—dije, —ándate— respondió Savannah, me puse de pie, bajé los pasadores abrí la puerta, y corrí, hacia a la casa de Hernán, no tenía a donde más ir, entré llorando, —llévatela de aquí— dijo doña Chela, en cuanto me vio entrar, Hernán tomó unas cuantas cosas, el esposo de Izabel nos sacó del pueblo en su camioneta, luego tomamos un bus, bajamos en la ciudad bajo una fuerte tormenta, yo no podía dejar de llorar, Hernán me abrazó, —no llore, nos iremos donde una de mis tías, ahora seremos felices lejos de todos— dijo.

Le creí.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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