UN NUEVO COMIENZO

221 26 3
                                    

CARTAS AL MARINERO (Capítulo 73)

5 DE AGOSTO DEL 2010

Había regresado a vivir a la casa en la que viví con Hernán, ya no era la misma, papá la había remodelado para mí, pero las paredes seguían siendo las mismas, estas paredes eran testigos de cada golpe, de cada grito, de cada abuso, Hernán se había llevado lo que era "nuestro" camas, comedor, sofás, refrigerador, televisión, todo, empecé desde cero otra vez, no quería nada de esas cosas de regreso, tenía una mesa con dos sillas, una estufa de mesa de dos hornillas, una cama, una televisión vieja sobre una silla de madera, y dos vasos, dos platos, dos cucharas, dos tenedores, dos tazas, no tenía más, pero, ¿para qué necesitaba más? Tenía lo más importante conmigo, a Jeremy.

Era 5 de agosto, mamá llegó a despedirse de mí, puso $100 dólares en mi mano, y después de eso se fueron ella, Jordana y papá, no logro recordar si papá me dijo adiós, supongo que no, porque me es difícil olvidar, en ese momento en el que se fueron solo vino a mi mente la única vez que papá me ha abrazado y me ha dicho te quiero, ya siendo una adulta, acababa de regresar, aún no veía bien, y entre lágrimas le dije que él nunca me había dicho te quiero y menos me había abrazado, dos días después entré a su habitación y jamás voy a olvidar lo que pasó, —como decís que no te abrazo, ni te digo te quiero, te quiero— dijo, jalándome hacía él y abrazándome, me quedé con los brazos abajo, nunca he sabido como reaccionar a un abrazo, pero puedo jurar que ese es uno de los abrazos que más me ha dolido, supongo que así es, los abrazos por compromiso o reproche duelen, es como abrazar un cactus, ¿no?

Mamá se fue prometiendo que ellos me enviarían dinero, que estarían al pendiente de mí, no fue así, el dinero se fue acabando poco a poco, Jeremy se iba los fines de semana con Hernán, y ese fin de semana en el que Jeremy se fue, me sentí desesperada, ya no tenía dinero, necesitaba hacer algo, Jeremy volvió el domingo por la noche, en el refrigerador habían solo unas cuantas tortillas, tomates un poco de frijoles y seis huevos, pasé dos días sin comer, porque tenía que hacer que rindiera lo poco que había, así que mi prioridad era Jeremy, esa noche una de mis vecinas y mamá del único amigo de Jeremy (Alfredo) me invitó a cenar, vi la gloria, yo tenía mucha hambre, y por alguna extraña razón yo aún no lograba volver a hablar con Valentina, es que ver a Valentina, era ver mi pasado, era ver a Iñigo, y ha habían pasado tiempo y no quería recordar.

Yamila y su esposo Josué sin saberlo, me habían salvado del hambre, esa noche comí después de dos días, pero mi cuerpo no lo toleró muy bien que digamos, pasé los siguientes dos días con fiebre, no logré salir de la cama, Yamila mi vecina era estilista, habían pasado aproximadamente un mes desde que mamá se había ido, y a Yamila ese día le faltó su sirvienta y tenía a Joscy su bebé de 4 meses, me pidió de favor que se la cuidara, así que me fui a su casa a cuidar a la bebé, pero también le limpié y le hice de comer, en la noche Mish, la asistente y prima de Yamila me dijo, que a Yamila le daba pena, pero que quería que me quedara trabajando con ella como su sirvienta y también niñera de sus dos hijos, acepté en seguida, ni siquiera lo pensé, me quedaba de maravilla, Jeremy estudiaba con su hijo Alfredo y podía tener a Jeremy todo el día en el trabajo, y así encontré la manera de no volver a pasar hambre, siendo la sirvienta de la mamá del mejor amigo de mi hija.

Había pasado aproximadamente un mes en mi nuevo trabajo, era mi día de descanso, y salí a caminar, llegué a la orilla del mar, me topé con Saturno, o lo que antes era Saturno, me dolió el pecho y no pude resistir más, entré al lugar, estaba todo vacío, pensar que en ese lugar había sido inmensamente feliz, me dolía, entré a la habitación en la que me entregué a Iñigo por primera vez, nos pude ver ahí riendo, amándonos, de repente escuché un ruido, salí y era Valentina, me quedé helada al verla y ella corrió a abrazarme, empezamos a llorar las dos, —perdóname, es que no sabía como volver— dije, entre lágrimas.

—No tengo nada que perdonarte— respondió.

Platicamos un poco e hicimos planes para salir a comer.

Era domingo, llegué a casa me recosté, y sonó mi celular, era Yamila, para preguntarme cómo había pasado mi día de descanso, le conté que estaba por salir a comer con Valentina, cuando tocaron a la puerta, —Creo que ya llegó Valentina por mí, hablamos después— dije, abrí la puerta, y oh sorpresa.

Continuará...

- Lissbeth SM.

CARTAS AL MARINERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora