LO ESTOY INTENTANDO

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 92)

Entré a casa me sentía emocionada, fui por Jeremy le preparé de cenar, luego Vale me marcó le conté todo lo que había pasado con Andrés, ella gritaba de la emoción, me dijo que Andrés vivía en la capital del país pero que por trabajo estaba viviendo en el pueblo vecino al nuestro, o sea estábamos a cuarenta y cinco minutos en auto, Jeremy se quedó dormida, yo subí a las escaleras de mi casa, me senté a ver la luna, puedo jurar que en la luna podía ver el rostro del marinero, con esa barba perfecta, esa sonrisa de medio lado, su ceja poblada y con los ojitos más hermosos que había visto en mi vida, estaba totalmente perdida en mis pensamientos, cuando sonó mi celular, era un número desconocido.

«A veces la vida hace las cosas de manera extraña, ¿no crees pedacito de amargura?» decía el mensaje.

Era él, era Andrés.

«¿De dónde sacaste mi número, estás loco o qué?» respondí.

«Cuándo alguien me interesa, muevo cielo, mar y tierra de ser necesario, y usted señorita, me interesa más de lo que me ha interesado alguien en esta vida, así que si eso es locura, pues entonces si, estoy loco, pero por usted» respondió.

«Ja, ja, ja, ja, ja, ¡te compro esa labia, Romeo!»

«Deja de estar a la defensiva conmigo, Liss, yo no soy él»

Leer ese mensaje, me atravesó el alma y dolió.

«Créeme que lo sé, créeme que sé que no sos él»

«Oye, iré a la tienda, ¿gustas algo?» Preguntó.

Lo tomé a broma.

«Claro, quiero unos doritos verdes, unos chocolates, y una coca cola, en botella de vidrio, ojo, que sea botella de vidrio» respondí.

Él solo vio el mensaje, ya no respondió así que yo bajé las escaleras, tomé la toalla, mi cuaderno y una pluma, me senté en el suelo del baño.

«Querido mainero:

Llevo casi 9 años sin saber de vos, y yo aún te recuedo, es que es más, jamás te pude olvidar ni un solo segundo, te amo tanto Iñigo, y sé que no mereces que te ame, porque te fue tan fácil dejarme, has sido tan cobarde, siempre pusiste tu superficialidad por encima de lo que yo pude darte, intenté darte todo y nunca te fue suficiente, porque necesitabas un cuerpo bonito en tu cama, y yo no llenaba esa expectativa, no te odio, a pesar de que mereces todo mi odio, no puedo odiarte, te quiero, supongo que es verdad eso que dicen, que damos lo que llevamos dentro, y la verdad debo decirlo Iñigo, que precioso exterior, que putrefacto interior.

Liss.»

Las lágrimas corrían sin que pudiera contenerlas, me metí a la regadera, y lloré, unos minutos después salí de la ducha, me puse pijama, y me disponía a meterme a la cama, cuando recibí otro mensaje, de Andrés.

«Sal a la puerta de tu casa» decía.

Me quedé helada, no podía creerlo, era casi media noche, ¡no podía creerlo!

Me puse unas sandalias y salí, así en pijama, era su camioneta estaba estacionada frente a mi casa, me acerqué a ella, él bajó rápidamente me abrió la puerta del auto para que subiese.

—No puedo ir a ningún lugar con vos, mi hija esta conmigo y ya duerme— dije.

—No te preocupes, lo sé, solo te traje algo, sube— dijo.

Subí a la camioneta, él también subió y me entregó un Dorito verde, unos chocolates y una coca cola en botella de vidrio, me le quedé viendo cuál niña que acaba de recibir un regalo.

—Andrés, muchísimas gracias— dije, dándole un abrazo, nos quedamos viendo, el tocó mi rostro y pasó el mechón de mi cabello tras mi oreja.

Se acercó y me besó, le correspondí, fue un beso lento, tierno, dulce, fue un beso que sentí en el estómago.

Él sonrió y me vio, —si, si sos— dijo.

Platicamos un rato, reímos y se marchó, me sentía bien.

A la mañana siguiente, yo regresaba de dejar a Jeremy en el colegio y una chica chaparrita, extremadamente delgada, cabello risado estaba afuera de mi casa.

Saludé y abrí la puerta.

—Oye, ¿sos Lissbeth? ¿Conoces a Andrés?— Preguntó.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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