TIRÉ LA TOALLA

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 61)

IÑIGO

Estaba quedándome dormido, tenía los ojos entero abiertos, cuando de pronto vi el rostro de Liss, tenía sus ojitos llenos de lagrimas, su cara era de angustia, se veía pálida, sus labios estaban morados, —perdóname— susurró, en ese momento me senté de golpe, —Liiiiiiiiiiiiiiiiiiss— grité, no sabía que había pasado, no sabía si había sido una pesadilla o si había sido real, parecía muy real, y el corazón me decía que algo estaba pasando con Liss, eso me desesperó, no podía con ello, así que salí del hotel y fui en busca de Valentina, ella era la única que podía ayudarme.

VALENTINA

Pasaba de la media noche cuando tocaron desesperadamente la puerta de casa, me asusté demasiado, estaba sola, mamá se había ido de visita a la casa de la abuela, y hacía una hora que papá había salido de casa con Hernán el esposo de Liss, porque uno de los autos de papá había fallado, sabía que algo había pasado entre Hernán y Liss, porque había escuchado unos gritos, y Hernán había llegado mojado a casa, después de que se fueron había ido a casa de Liss, pero nadie abrió la puerta, así que corrí a la puerta con la esperanza de que fuese Liss.

Abrí a toda prisa, y me topé con Iñigo, llevaba una cara de preocupación, que no podía con ella, —Liss, está mal, debemos ayudarla, por favor Valentina, sé que algo pasa— dijo Iñigo.

Eso me puso más nerviosa, más ansiosa, más desesperada, porque yo había escuchado los gritos de Liss, pero no sabía como era que Iñigo lo sabía.

—Su esposo no está, salió con mi papá, pero yo ya fui a buscarla porque escuché gritos, pero no abrió, así que no sé que más hacer— dije

—Voy a meterme a su casa, solo ayúdame a decirme por dónde es más fácil— dijo Iñigo.

Lo llevé a la parte trasera de mi casa, él escaló la pared con ayuda de una escalera, y luego saltó, yo esperaba afuera de la casa de Liss, la puerta se abrió, entramos y buscamos a Liss.

LISSBETH

Ya nada dolía, ya no sentía miedo, ya no había frio, estaba sentada a la orilla de un río tenía metidos los pies en el agua, el agua estaba fresca, era un bosque precioso, habían animales, y muchos tulipanes rojos, a lo lejos vi a mi abuela saludándome, sentí paz, una paz inexplicable, quería correr a abrazar a mi abuelita, era como si la tormenta hubiese cesado, era como si el infierno ya no fuese mi hogar, mi alma al fin estaba descansando, de repente escuché la voz de Iñigo, me llamaba, pero aunque quería ir a él, el lugar el el que estaba ahora me daba tranquilidad, estaba consiente de que estaba muriendo, estaba a punto de lograr mi cometido, y de pronto la voz de Valentina, —Liss, no nos hagas esto, piensa en tu hija— dijo.

Esa frase caló, pero no caló de buena manera, es que a veces las personas no logran entender es que cuando te duele la vida, cuando la tristeza te consume y el dolor es el pan de cada día, lo peor que se puede hacer es decirle que piense en los seres que ama para motivarlo, porque lo único que se logra es hacerlo sentir culpa, porque no se es capaz de pensar en nada más, solo queremos salir del infierno que vivimos, podemos reír a carcajadas, podemos decir y demostrar que somos felices, podemos estar rodeados de amor, pero siempre nos sentimos solos, y al llegar la noche las voces atacan, el dolor calcina el alma, la vida nos importa poco y el miedo se apodera de nosotros, así que erróneamente creemos que solo muriendo acabaremos con todo, y digo erróneamente porque ahora sé que no es el camino correcto, pero cuando el dolor y el pánico atacan el único camino que nosotros vemos es el del sūī-cīdīø y no vemos nada más, y no es que el dolor nos nuble la vista, no, el dolor nos arranca la vida, así que no, no estaba dispuesta a regresar, ni por Iñigo ni por nadie, ya había luchado suficiente, y ya me había dado por vencida.

IÑIGO

—Liss, por favor regresa, Liss, no me hagas esto, ¡Liss, te amo!— dije, suplicando.

—Aaaaaaaaaaaaahg— volvió.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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