SE APROXIMA UNA TORMENTA

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 20)

Hernán no podía dejar de llorar, mamá estaba muy asustada, y preocupada, y a decir verdad yo también, pero entendía que pasaba, mamá intentó tranquilizar a Hernán, pero no podía de ninguna manera, Hernán solo atinó a decir que su mamá estaba en la clínica que estaba muy mal, que no sabía que hacer, mamá tomó sus cosas y salió con Hernán rumbo a la clínica, me quedé con toda la preocupación del mundo pero debido a la cirugía que me acababan de practicar no podía salir.

GARDENIA

Me dirigí con Hernán hacia la clínica estaba muy preocupado y nosotros no podíamos dejarlo solo, llegamos a la clínica y entramos directo a donde estaba la señora Chela, su ropa estaba muy sucia, ella estaba totalmente despeinada, sus pies estaban llenos de mugre, Izabel le limpiaba los pies mientras lloraba, y el Doctor la examinaba, a decir verdad ahí todos lloraban excepto el Doctor y yo, —la señora Chela está muy grave, al parecer sufrió un derrame cerebral, llevenla a la capital del país si está en sus posibilidades, todos empezaron a llorar y a preguntarse que hacían, —pueden llevarla en mi auto, y si necesitan dinero también puedo ayudarles— ofrecí.

—Por favor cuiden a mis hijos pequeños, por Hernán no me preocupo porque él forma parte de una familia que lo ama— dijo la señora Chela, enter balbuceos, la subieron a mi auto a toda prisa y se fueron, Hernán me pidió que lo despidiera de Lissbeth, no cabe duda que él es un hombre bueno que mi hija no se merece, pero le agradezco a Dios lo hiciera tan bueno como para conformarse con ella.

LISSBETH

Mamá regresó como una hora después, sola.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está Hernán?— pregunté.

—Tu suegra está grave, pobre gente, todos estaban llorando, al parecer a la señora Chela le dio un derrame cerebral, pobre mujer, hay que orar y pedirle mucho a Dios por ella, ah y Hernán ya no pudo venir a despedirse de vos, porque se llevaron a tu suegra para la capital— dijo mamá.

Hernán me llamaba todos los días al teléfono de casa, para contarme como iba la salud de su mamá, todos los días lloraba al teléfono mientras hablábamos, a veces yo no sabía ni que decir.

Pasó una semana de mi cirugía y quitaron los puntos de la herida, todo estaba bien, la señora Chela iba mejorando, justo dos días antes que terminara mi incapacidad y volviera al hospital a dar mi práctica, dieron de alta a la señora Chela, Hernán llamó, tenían que pagar una cuenta de hospital de poco más de Q. 76,000.00 (poco más de $10,000.00 dólares americanos), y que aún no lograban reunir la cantidad, colgamos la llamada y mamá preguntó que me había dicho Hernán, le conté el problema y rápidamente me dijo —llámale y decile que no se preocupe que yo se los voy a prestar— en ese momento sentí un dolor en el pecho, porque si tenían esa cantidad de dinero para prestarsela a la familia de Hernán, ¿por qué había renegado tanto pagar por mi cirugía? Que notoriamente era muchísimo menos dinero, no dije nada y obedecí, llamé a Hernán y aceptó muy feliz.

Llegó el día de regresar a mi práctica me tocaba turno de mañana y el día siguiente de tarde, ¡vería a Misael!" Llegué muy temprano a mi turno de mañana, habían muchos casos de varicela en todo el departamento, todos me recibieron muy contentos, y yo estaba feliz por regresar, mi turno transcurrió tranquilo, lo terminé, tomé el bus de regreso a casa, llegué bastante cansada, ayudé con los quehaceres de la casa, hablé con Hernán me contó que ya habían dado de alta a su mamá, que se estaban quedando en la casa en la que vivía su papá, el papá de Hernán trabajaba en la capital del país.

Colgué la llamada, me fui a dormir.

Al día siguiente, me fui en la tarde a mi turno, iba feliz, volvería a ver a Misael, llegué a mi turno, llegó el primer paciente y Gloria y yo ayudamos al Doctor a atenderlo, después de que terminamos el Doctor se le quedó viendo a Gloria, —Gloria, ¿qué es eso que tiene en el brazo?— Preguntó, —no sé— respondió Gloria, luego el Doctor Monroe volteó que verme, —y usted, ¿qué es eso que en su frente?— Preguntó.

No dije nada, fui rápidamente a verme al espejo del baño, salí, y me dirigí al Doctor Monroe, —Creo que es Varicela— respondí, el Doctor se me quedó viendo y sonrío,—efectivamente pequeña, las dos tienen varicela y están suspendidas 10 días, tomen sus cosas y se van ahora mismo— dijo, así hicimos.

Salí del hospital me dirigí a casa, le conté a mamá que había pasado, se alegró, —déjame hacer una llamada— dijo, se fue y en cuestión de 5 minutos regreso, —prepara tus cosas iremos a la capital del país a ver a tu suegra, aprovechando que tenés libre y a todos allá ya les dio varicela, ya hablé con tu papá y el cuidará de tus hermanas— dijo.

Era increíble, tendría que hacer un viaje de 6 horas, en bus, a dos semanas de haber sido intervenida quirúrgicamente y además ¡tenía varicela!

Al siguiente día salimos de madrugada, yo tuve fiebre durante todo el camino, llegamos allá, Hernán fue por nosotras a la terminal de autobuses, nos llevó a la casa donde estaba su mamá, nos esperaban muy felices, nos quedaríamos todo el fin de semana, la señora Chela lloró al verme, ella decía que yo era como su hija, supongo que decía la verdad, después de más de 3 años siendo novia de su hijo, era verdad, creo.

Toda esa noche tuve fiebre, y las noches siguientes, me sentía verdaderamente mal, pero ya había cumplido con ser una novia buena e ir a ver a su mamá enferma.

Regresamos el lunes a casa, pasaron los 10 días de incapacidad por la varicela y regresé a mi turno de tarde, cuando salí de él, me dirigí muy emocionada a la casa de la señora Trinidad, entré, la saludé, —pensé que ya no venías— dijo.

Le conté todo lo que había pasado, se sorprendió mucho, —con razón no habías venido, pensamos que ya no vendrías, Mariela y Misael regresaron a su casa hace 4 días y querían despedirse de vos y no pudieron— dijo.

Mi corazón dolió.

Continuará...

- Lissbeth SM.

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