TODO SE DESBORDÓ

280 20 1
                                    

CARTAS AL MARINERO (Capítulo 24)

Vi bajar a mamá, en compañía de Oriana y el esposo de esta, con ellas venían mis dos hermanas, Jordana y Savannah, lo primero que le vi a mamá fueron los ojos, parecían dos trozos de carbón encendido, corrí hacia la cocina, llegué, al verme tan asustada Hernán se puso de pie, —es mamá, está entrando— dije.

—Tranquila hay que hablar con ella, aquí no va pasarte nada— dijo la señora Louisiana

Salimos al patio, mamá ya había entrando, yo iba caminando de la mano de Hernán, en cuanto mamá me vio, caminó hacia mí, me tomó del cabello y empezó a cachetearme, a golpearme por todos lados, —¿esto querías? ¿No te da vergüenza? Andas de arriba para abajo rodando como pū-tā— gritó, sin dejar de golpearme.

Savannah al ver todo empezó a llorar, Lesly la prima de Hernán la tomó y se la llevó junto con Jordana.

Se metió la señora Louisiana, —ya no la golpee que tampoco mató a nadie— dijo.

—Es mi hija puedo hacerle lo que yo quiera, así que usted no se meta— gritó mamá.

Oriana se acercó a Hernán, lloraba, —perdón, tuve que decirle, porque discutió con Izabel y amenazó con denunciarte y yo tenía miedo, por eso le pedí Jesús (su esposo) que la trajera hasta donde estaban ustedes— dijo.

—No debiste hacer eso— dijo Hernán.

—¡Vine por ustedes y se van a regresar conmigo, y vamos a celebrar un matrimonio!— Dijo mamá.

—Señora Gardenia, yo si quiero casarme con ella, yo la amo, pero no tengo tanto dinero como para pagar una gran fiesta— dijo Hernán.

—Pues la pago yo, que va decir mi familia, la gente si no se celebra la boda de mi primer hija, preparen todo, mañana a primera hora nos vamos— dijo.

La señora Louisiana y yo preparamos la cena, yo no comí, me paré de la mesa y fui al baño, cuando salí mamá estaba fuera, me tomó del cuello y me azotó contra la pared —hasta el marido te voy a comprar porque estas fea y gorda, y sino pago por él nadie te va querer así toda jugada— dijo.

Empecé a llorar, —todo lo querés arreglar llorando, gorda inútil— susurró.

Llegó la hora de dormir, Savannah durmió conmigo, me sentía feliz de tenerla cerca de mí, ella era lo único que extrañaba de estar en casa, era lo único que amaba de mi casa, esa pequeña niña que con su inocencia me hacía sentir a salvo.

Llegó el día siguiente nos despedimos de la familia de Hernán, nos subimos al auto, —se agachan cuando pasemos frente a la casa de Anastasia por favor, que no quiero que nos vean, que diría mi familia si saben que te fuiste de pū-tā y por eso vas a casarte, ah y tu papá está muy decepcionado de vos— dijo mamá.

Llegamos a mi pueblito, Oriana y su esposo se fueron, —vamos a buscar vestidos de novia, aunque dudo mucho que encontremos algo para esta vaca, ja, ja, ja, ja— dijo mamá.

Yo no quería casarme, yo no quería hacer esto, yo quería estudiar, y esto no se parecía nada a lo que siempre soñé.

Buscamos vestidos pero nada me gustaba, o todo era muy caro y mamá ponía el grito en el cielo.

—Ya se que haremos, vas a llamarle a tu tía Anastasia, y vas a contarle muy emocionada que vas a casarte y querés que ella te haga el vestido— dijo mamá.

Mi tía Anastasia era hermana de mamá, y hacía unos vestidos preciosos, pero por más preciosos que fuesen yo no quería un vestido de novia, no aún.

Pero obedecí a mamá, le llamé a mi tía y se emocionó mucho, quedó en viajar dos días después para tomarme medidas e ir a comprar todo lo que se necesitaba.

En cuanto colgué empecé a llorar, no encontraba consuelo por ningún lado, Hernán me abrazó.

—¿Y vos por qué lloras, ridícula? Mejor poné fecha para la boda— dijo mamá.

—¡Porque yo no me quiero casar!— dije entre lágrimas.

—Ay déjate de tonterías Lissbeth, te prometo que si te casas, te voy a seguir pagando la carrera de medicina— dijo mamá.

—Y yo le prometo que voy a dejarla seguir estudiando— dijo Hernán.

—¿Ves? Poné fecha para tu boda— dijo mamá.

Inhalé profundo, sonreí, —14 de junio, casi un mes antes de mi cumpleaños— dije.

«Aún no sé como fui tan tonta como para creerles que iba a seguir estudiando, me pintaron todo tan bonito, sin imaginar el infierno que estaba por vivir, si alguien me hubiese dicho la manera en la que me iban a romper la vida, ¡juro que me hubiese quitado la vida en ese instante! Nadie, absolutamente, nadie, está listo para vivir, lo que yo viví, en los nueve años que estaban por empezar».

Continuará...

- Lissbeth SM.

CARTAS AL MARINERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora