¡SOS FUERTE!

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CARTAS AL MARINERO (Capítulo 85)

—Doctor, la vamos a perder— decía la anestesista.

Yo apenas la escuchaba, ya no podía mantenerme consiente, sentía que el corazón ya no la latía, cerraba los ojos y veía la carita de Jeremy pidiéndome que no la dejara sola, me aferré a ella, a mi pequeña, a no dejarla desprotegida, ella me tenía solo a mí, a mí y a nadie más, mi pequeño pedacito de gente, así le decía yo.

—Ya, ya cerré, póngale medicamentos, sáquenla de sala, abriguenla bien, bien hecho Lissbeth, resististe— dijo el Médico mientras acariciaba mi brazo.

—Su presión arterial se está normalizando, Doctor, sos una mujer fuerte, te aférraste a la vida como pocos lo hacen, es bonito ver gente con ganas de vivir— dijo la anestesista.

Sonreí, lo único que quería decirle es que, yo ya no quería luchar, que no quería vivir, que me dolía la vida, que me dolía el alma, que la vida para mí solo era una carga muy pesada, que ya no quería seguir aquí, pero que tenía una personita que sin mí sufriría mucho y que por ella estaba dando la pelea.

Me sacaron del quirófano a eso de las 3:30 p.m. el médico le explicó a mamá que todo estaba bien, solo que mi hemoglobina otra vez había bajado a 4.5, que era normal por la pérdida de sangre en la cirugía, que no me pondría unidades de sangre, que solo vitaminas para saber si la cirugía había funcionado, le comentó sobre los quistes que había encontrado en mi ovario, pero que los había quitado.

En cuanto el Médico se fue, pedí mi celular, quería avisarle a Luis que todo había salido bien, mamá me dio el celular, le marqué.

—Mi amor, ¿cómo estás?— preguntó en cuanto respondió.

—Todo bien— respondí.

—¿Segura? ¿No te duele?— preguntó, se escuchaba preocupado.

—Si, segura— respondí, al mismo tiempo que entró una enfermera a la habitación.

—Ok amor, descansa, te amo— dijo Luis.

No respondí a su te amo, solo corté la llamada.

—Usted no debe estar hablando, va a juntar gases si habla, y no va soportar ese dolor— dijo la enfermera, groseramente.

—Solo le avisé a mi novio que todo salió bien— respondí.

La enfermera no dijo nada, solo salió de la habitación, y mamá se paró al lado mío en la cama.

—¿Te sentís bien?— preguntó.

Asentí.

—Trata de descansar— dijo.

Cerré mis ojos y me quedé dormida.

Me despertó un frío insoportable, abrí los ojos, mamá se puso de pie, —¿qué pasa?— preguntó.

—Tengo mucho frío— musité.

Mamá tomó una colcha y me la colocó encima, también apagó el aire acondicionado.

Pasados unos quince minutos sentía demasiado calor, mamá quitó la colcha y encendió el aire.

Luego sentí mucho frío otra vez.

—Esto no es normal— dijo mamá.

Llamó a la enfermera, reconocí a la enfermera prepotente, había sido mi compañera de clases y era la peor de la clase y ahora la veía hablándole a mamá con tanto orgullo, era déspota.

—Señora, es normal, por la anestesia, a ella se le sube y baja el calor corporal— dijo.

Jamás imaginé que lo peor estaba por venir.

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