Capítulo 44

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—¡Yanette! ¡Mamá nos está llamando a comer!

Un pequeño perrito color calipso recorría los campos en busca de Yannette. Tenía aproximadamente diez años y era redondo cuan pelota. Usaba una jardinera embarrada sobre una camiseta a rayas naranja y amarilla. Bajo el sol del verano el perro sudaba a chorro. Traía la lengua afuera en un intento de regular su temperatura.

Sobre una cerca de madera de baja estatura, junto a un enorme sauce llorón, pudo ver a la coneja morada junto a un panda con un desbordante cabello afro. La pareja tenía aproximadamente veinte años. Ambos reían felices sin importarles su entorno.

—Y de un solo golpe en el trasero, ¡Pum! Terodárticus cayó por ese agujero. No se le vieron ni las plumas a ese pajarraco —le alcanzó a oír al panda acompañado de unas risotadas. Pudo verlo haciendo mímicas de su heroica hazaña.

—¡Eso fue increíble! —exclamó Yanette emocionada—. De seguro tus maestros deben estar orgullosos.

—Sí que lo están— respondió el panda con suficiencia sacando pecho—. Ahora me dejarán tener mi propia plantación de bambú.

—¿Yanette? —el perro interrumpió la conversación. Ambos interlocutores voltearon a verlo.

—¡Peter! ¿Qué haces aquí? —preguntó la coneja con curiosidad.

—Mamá ya sirvió la comida y me mandó a buscarte —respondió con incomodidad.

—¿Qué? ¿Tan temprano? ¡Apenas son las cuatro! —exclamó sin ocultar su sorpresa.

—De hecho ya son las siete —aclaró Peter entrecruzando sus manos.

—¿Qué? —la chica miró hacia el cielo y se percató que el primero de los soles estaba tocando el horizonte. Se volteó hacia el panda, quien le confirmó la realidad afirmando con la cabeza nerviosamente.

—¡Santo cielo! ¡Cómo ha pasado el tiempo! —exclamó aún más sorprendida.

—El tiempo vuela cuando estás con el panda indicado —le respondió el susodicho con una sonrisa amplia.

—¿Te veré mañana, Yo? —le preguntó la coneja sosteniendo las manos del panda.

—No lo sé —respondió—. Hoy me pude escapar con relativa facilidad porque Ti y Chai estaban más relajados tras mi último triunfo. No sé si mañana pueda hacer lo mismo.

—Pues, es algo lamentable —respondió Yanette agachando la mirada.

—Pero te prometo regresar pronto —la animó el panda sujetando sus manos con fuerza—. Cualquier cosa te aviso por Edna.

Cuando Yanette alzó la mirada, pudo ver una sonrisa jovial en el rostro del panda. Sin previo aviso, ambos coincidieron en la idea y el acto de un beso en los labios. Fue un beso sencillo, pero largo y lleno del más puro amor.

—¡Iu! ¡Asco! —exclamó el pequeño Peter volteándose para evitar seguir viendo aquella escena.

—¡Oye! ¡Algún día crecerás y querrás tener a alguien así como tu hermana! —le espetó Yo tras finalizar el beso.

—Ehm, ¿Eso no sonó algo raro? —comentó Yanette extrañada.

El silencio solo fue interrumpido por el graznido de un par de aves lejanas. Para Peter, fue otro más de los momentos incómodos que le regalaba la presencia del panda en su vida.

—Bueno, nos veremos pronto —se despidió Yo tras regalarle una caricia en el mentón a la coneja.

—Nos vemos —le respondió la chica.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora