Capítulo 36

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El otro día tuve una interesante conversación por PM en Twitter con Marty (arroba martychoco) sobre el desarrollo de este fic y sobre Yin Yang Yo. Fue tan bonito aquel momento que decidí dedicarle este capítulo. ¡Espero que lo disfrutes!

Con amor.

Patito.

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—¿Dónde estoy?

Yenny estaba en un hermoso jardín bajo un cielo púrpura. El césped se veía lustroso bajo las gotas de rocío. Las flores más hermosas adornaban el entorno, totalmente abiertas y con colores vivos. Los árboles se encontraban cargados de sus frutos, amenazando con caer en cualquier momento. Se podía oír el correr de las aguas de un río cercano, y el trinar de las aves. Era un lugar cálido y apacible. Era perfecto para tomarse unas buenas vacaciones.

Con cierta dificultad, Yenny se puso de pie. Sentía su cuerpo pesado y notaba cierto mareo. Le costaba recordar lo vivido minutos antes. Simplemente no tenía explicación de por qué estaba allí. Observó hacia todos lados en busca de alguien a quien pedirle explicaciones. Aunque no podía evitar sentirse contagiada por la apacibilidad del lugar, no podía tampoco alejar la perturbación que se ocultaba tras este momento.

—¿Estás buscando algo? —la sorprendió una voz desde su espalda.

La chica se volteó y vio a alguien apoyado con su espalda contra un árbol. Tenía la cabeza de un felino, pero no pudo identificar de cuál especie. La observaba a través de sus gafas de sol y con sus brazos cruzados. Traía un traje de lino completamente blanco, junto con un par de zapatos de charol igualmente blanco. La observaba con ironía, con una ceja levantada. No podía ocultar sus colmillos filosos de su sonrisa socarrona. A Yenny le dio una desconfianza inicial su presencia.

—Disculpe, ¿en dónde estamos? —le preguntó la chica acercándose al desconocido.

—Este es un lugar muy especial para el común de los mortales —le respondió acercándose con las manos en los bolsillos—. Es conocido como el jardín de las almas perdidas.

La respuesta solo acarreó más preguntas.

—¿Cómo llegué aquí? —preguntó con cierta aflicción—. ¿Quién es usted?

—No tengas miedo, no te voy a comer —el sujeto se detuvo a un par de metros de ella con una mano en su pecho y sin borrar su sonrisa—. Mi nombre es Pablo, y me encargo de darle la bienvenida a los recién llegados.

—¿Cómo llegué aquí? —Yenny insistió en su pregunta.

—Eso es algo que no me corresponde responder —respondió Pablo—. Para dar el siguiente paso, deberás dejar atrás los pasos que has dado hasta ahora.

—¿A qué te refieres?

—Tu vida antes de este jardín se acabó.

Un instante de silencio entre ambos fue suficiente para dar origen a la pregunta que por un momento aterró a la chica cuando su mente se la formuló:

—¿Estoy muerta?

—Sí, y no —respondió el felino—. De que tu alma se separó de tu cuerpo, eso es verdad, pero por lo menos desde aquí aún tienes esperanzas de regresar.

—¿Qué? —aquella revelación le dio un cañonazo a su mente, la cual quedó completamente vacía.

—Es como la paradoja de Schrödinger —respondió Pablo con una risotada.

La desesperación nació en la chica. No podía estar muerta. No debía estar muerta. Debía estar ahí, en algo importante. ¿Pero en qué? Sus recuerdos se estaban vaciando. Solo existían sospechas de una familia que la necesitaba. Más allá de eso le era imposible recordar. Además, ¿qué había después de la muerte? La incertidumbre y la desconfianza frente a aquel sujeto no le anunciaban nada bueno sobre el más allá. No, simplemente no. Si pudiera regresar, lo haría con todas sus fuerzas.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora