—Psst, Yin.
En la oscuridad de su celda, Yin intentaba quedarse dormida. Estaba sobre su cama, volteada hacia la pared. A pesar de todo el tiempo que ha pernoctado en ese cuarto, le era difícil conciliar el sueño. Escuchó de inmediato cuando una voz susurraba su nombre. No movió ni un músculo a la espera de una mayor reacción. No sabía quién era, y no quería más problemas de los que ya tenía.
—Yin —volvió a oír aquella voz.
Cerró los ojos con fuerza intentando olvidarse de la voz. Quería, aunque fuera por unas horas, escapar de esa realidad a través del sueño. ¡Al diablo el idiota ese!
La coneja no pudo evadir más al desconocido. Oyó que la reja que la mantenía prisionera se abría. El rechinar del metal retumbó en medio del silencio. No pudo evitar voltearse y toparse con una enorme y atemorizante sombra.
—¡Iluminación!
Extendió su palma y una luz emergió como si de una linterna se tratase. Inmediatamente descubrió la sombra, encontrando a un Lucio que intentaba ocultar su vista de la repentina lumbrera.
—¡Hey! ¡Apaga eso! —se quejó cubriéndose el rostro.
—¿Lucio? ¿Qué haces aquí? —le preguntó Yin sorprendida.
—Necesito hablar contigo —contestó el león alejándose de la fuente luminosa.
Yin colocó la fuente luminosa —que resultó ser una bola brillante— sobre la mesita de noche. Gracias a esto, Lucio pudo descubrirse el rostro. La coneja comenzó a sentirse nerviosa al percatarse que la reja de su celda se encontraba abierta, y con la iluminación de su cuarto llamaría demasiado la atención. No quería más problemas de los que ya tenía.
—¿Qué quieres? —le preguntó intentando sonar autoritaria, a sabiendas que su situación no estaba a favor.
—Vine a sacarte de aquí —el león le sonrió.
—¿Qué? ¿Por qué? —Yin lanzó su pregunta.
—Tengo novedades desde la granja en donde dejaste a tus hijos —respondió con seriedad—. Ellos están muertos.
—¡¿Qué?! —Yin no pudo evitar exclamar a viva voz mientras se ponía de pie.
—¡Shht! ¡O nos van a descubrir! —susurró Lucio agitando sus manos pidiéndole que se volviera a sentar.
Aún aturdida, Yin nuevamente se sentó sobre su cama. El felino hizo lo suyo en la silla que había en el lugar.
—¡¿Cómo que están muertos?! —susurró Yin molesta. Creía que el león le estaba haciendo una broma de mal gusto, y estaba dispuesta a hacérsela pagar de ser así.
—Es verdad —contestó en el mismo tono—. Lo de Yanette era una trampa para apoderarse de tus hijos. Tú sabes que ella los odiaba. Los envenenó poco a poco, y uno a uno fueron cayendo. Cuando me enteré esta mañana, Jack había sido el último.
A Yin se le cayó el mundo encima. La respiración se fue reduciendo en la medida en que sus palabras la iban convenciendo. No, no quería creerle, pero, ¿de qué se podía aferrar para conseguirlo? Desde su celda no podía recibir ninguna evidencia.
—No-no-no es cierto —balbuceó intentando serenarse—. De haber sido como dices, Pablo me habría dicho.
—Pablo está coludido con esa anciana —replicó Lucio—. Si él estuviera de tu parte, ¿por qué aún no te saca de prisión? ¡Mírate! Legalmente no pueden mantenerte presa hasta demostrar el incesto con tu hermano. Necesitan ADN que no tienen. Yang lleva días desaparecido. No tiene caso mantenerte encerrada. ¿Pero crees que a tu abogado le importa eso? ¡No!
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Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...