—¡Gané!
La mirada de frustración por parte de Carl no se hizo esperar. Estaba cayendo la noche sobre Alaska, mientras que al interior de la cabaña, Él estaba jugando damas chinas con Ella Mental.
—Ya es la octava derrota consecutiva —contestó la tigresa mientras reordenaba las piezas por telequinesis—. ¿Ya te rindes?
—¡Una vez más! —exclamó la cucaracha apretando los puños.
El silencio se hizo presente entre los dos. El crepitar del fuego era la única compañía y las llamas eran el único brillo al interior de la cabaña.
—¡Oh vamos Carl! —exclamó la tigresa—. ¿Por qué no me dices para qué rayos quieres el amnesialeto?
—Ese no es asunto tuyo —respondió tajante.
—¿A no? —cuestionó alzando una ceja.
En ese instante un fuerte ruido estruendoso se posó sobre Carl, acompañado de un agudo dolor de cabeza que rápidamente lo atrapó en una tortura inimaginable. Su vista se nubló y sintió un mareo que amenazaba con hacerlo vomitar. El mundo le daba vueltas, el ruido lo ensordeció, y el dolor no lo dejaba en paz.
De repente todo se fue a negro.
Lentamente despertó. Escuchó una estruendosa y larga risa. Poco a poco estaba recobrando el conocimiento. Se encontraba en la misma cabaña. Estaba tirado en el suelo a la sombra de su asiento. Ella Mental se partía de la risa desde su asiento, como si le hubieran contado el chiste de su vida.
—Ay... no puedo... no puedo con esto —balbuceaba mientras se sujetaba de su asiento para evitar caerse de la risa.
—¿Qué rayos te pasa? —le recriminó la cucaracha sosteniéndose de su asiento para intentar ponerse de pie. Sentía el peso de estar viviendo una resaca.
—Es que... es que... no puedo —Ella Mental intentaba calmarse, pero le parecía imposible.
La risotada de la tigresa le dio tiempo a Carl para reincorporarse, regresar a su asiento, y esperar pacientemente a que terminara su espectáculo.
—¡Ya basta! —le gritó impaciente—. ¿Vamos a jugar o me vas a decir de una buena vez qué rayos te pasa?
—Es que... es que —balbuceaba mientras se enjugaba una lágrima—... no sé qué es más gracioso. Qué Yin y Yang tengan una relación incestuosa o que tú te hayas enamorado de Yin.
En aquel instante la cucaracha palideció. Se sentía completamente al descubierto mientras la tigresa no paraba de reír. Hacía mucho que nadie se reía de él. Apretó los puños con fuerza. Deseaba callarla de una vez, pero las fuerzas no lo acompañaban. Era un libro abierto para ella. Claro, con la capacidad de leer la mente aquello era fácil.
—¿Qué pretendías? —continuó la tigresa divertida—. ¿Conseguir el amnesialeto para solucionarle la vida a Yin a cambio de que deje a Yang y se case contigo? —un nuevo ataque de risa la volvió a dominar.
La cucaracha cerró los ojos con fuerza. No podía replicar. No podía responder. No podía actuar. Solo debía esperar a que aquel trago amargo le dejara de ser divertido a Ella.
Yuri despertó lentamente bajo la luz brillante del sol. Pronto, sus ojos le dieron formas divertidas a las diferentes nubes que iban cruzando el cielo. No entendía nada. Estaba en la nada. Era un estado de nada que le regalaba bienestar. Un bienestar esquivo que pretendía no abandonar.
—Oye, ¿estás bien? —preguntó una voz condescendiente.
—¡Hey! ¿Quiénes son ustedes? —agregó otra voz mucho más amenazante.
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Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...