Capítulo 65

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Como lo dijimos ayer y lo repetimos hoy: un abrazo patotástico a todos nuestros amigos de Haití, quienes están pasando por un mal momento. Les dedicamos este capítulo para regalarles aunque sea una sonrisa en estos momentos tan tristes y dramáticos.

Con amor, patito.

PD: En memoria de José Luis Ysern de Arce.

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—¡Papá!

Los soles se estaban ocultando. Yenny había regresado al punto de encuentro que había acordado con su padre. Se encontraba destrozada por dentro, y desastrada por fuera. Había ido a dejar a cada una de las niñas donde sus padres. También entregó el cadáver de la gatita a las autoridades. Cada momento fue más desgarrador que el anterior. Ya no le quedaba corazón para vivir nada más. Solo quería un rincón para descansar y olvidarse del mundo.

Cuando vio a su padre, sus pies le regalaron el suficiente impulso para correr hacia él. No hubo preguntas. No hubo cuestionamientos. Cuando se sintió rodeada entre sus brazos, pudo sentir la calidez y la protección que más necesitaba. No soportó más y se largó a llorar. Lágrimas amargas, lágrimas dolorosas. Un descanso del alma que necesitaba con suma urgencia. Yang, al notarla en ese estado, simplemente la abrazó con fuerza. Sabía que estaba viviendo uno de los momentos más críticos de su vida. Era un peso demasiado grande para una chica de tan solo dieciséis años. Solo la abrazó. Solo la dejó llorar. Solo la dejó desahogarse. Se le partía el corazón tenerla así. Cuando la amargura era sembrada sobre su alma, la abrazaba con aún más fuerza.

No se imaginaba que podía ponerse peor.

—¿Usted es Yang Chad?

Padre e hija se voltearon hacia un costado. Se encontraron con Richard Thompson junto con dos oficiales más de policía.

—Sí, soy yo —respondió extrañado mientras daba el abrazo por finalizado.

—Deténganlo, muchachos —le ordenó a los dos policías.

Más por la sorpresa que por otra cosa, ni Yang ni ninguno de sus dos hijos reaccionaron mientras los policías le colocaban las esposas.

—Usted está detenido por el artículo 285 del código penal por cometer incesto —anunció la cebra revisando un papel que traía consigo—. Según el reporte, usted mantiene una relación íntima con su hermana gemela, con quien ha concebido cinco hijos vivos. Jamás lo imaginé de usted —agregó levantando la vista hacia el conejo.

—¿Qué? ¡No! —gritó Yenny presa de una repentina exasperación que le cayó de golpe rompiéndole los nervios—. ¡No lo hagan! —alegó quebrando su voz mientras intentaba forcejear con los policías. Solo uno bastó para contenerla.

—Pequeño —la cebra se acercó a Jimmy, quien se había aferrado a una de las piernas de Yang—, sé que esto es difícil para ti, pero es nuestro deber llevarnos a tu papi —agregó en tono condescendiente—. Por mientras, puedes quedarte con tu hermana. Te prometo que apenas se aclaren las cosas, vendré personalmente a contarte las novedades. ¿Está bien? —agregó con una sonrisa.

Como respuesta, Jimmy se aferró con más fuerza a la pierna de su padre.

—¡Oh, vamos! —insistió Richard mientras comenzaba a forcejear con el pequeño sujetándolo de los hombros.

Yang, mientras tanto, quedó congelado en su sitio, preso de un repentino terror que ni siquiera lo dejaba moverse.

«¿Qué ha dicho?»

«Cometer incesto»

«¿Qué?»

«Usted mantiene una relación íntima con su hermana gemela, con quien ha concebido cinco hijos vivos»

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora