—Recuerda, cualquier cosa solo sube las escaleras del fondo y yo vendré ¡Por venganza! ¡Que disfrutes tu primer día!
Jimmy vio alejarse a su hermana por el pasillo tras su enérgico compromiso. Tras dos años de escolaridad sabía que a pesar de las buenas intenciones de Yuri, no podía confiar en sus palabras. Nunca la ha conseguido encontrar cuando la necesitaba. No la culpaba por eso. Sabía que esto iba más allá de sus intenciones.
Jimmy quedó en el umbral de la puerta del aula. Junto a su mochila azul y a sus compañeros, parecía poco menos que un niño del jardín de niños perdido en la escuela. Nadie se habría imaginado que ese adorable y retraído conejito era un muchacho a punto de iniciar su segundo grado.
Volver a la rutina. Era más bien un suplicio que un regalo para Jimmy, quien deseaba retrasar lo más posible el primer paso que lo llevaría a un año de infierno. No era solo su serie de dolencias y enfermedades que lo aquejaban desde el día en que nació. La mirada fija que sus compañeros le regalaron volvió a recordarle el año pasado.
—Oye niñito, la sala cuna queda al otro lado del patio —un lobo gris oscuro se acercó a él en tono amenazante. Traía el mismo uniforme que todo el colegio, salvo que no traía corbata.
Tras su exclamación, todos los demás niños lo apoyaron con una risotada general que le atravesó los tímpanos a Jimmy. Además de todas sus enfermedades, también tenía una sensibilidad auditiva que lo enloquecía frente a ruidos estridentes.
De inmediato sujetó sus orejas con sus manos y corrió hacia el interior en busca de algún asiento vacío. Las risas fueron superpuestas por el timbre que indicaba el inicio de las clases. Cuando el timbre se detuvo, Jimmy se atrevió a destapar sus orejas. Por fortuna, las risas habían cesado.
Lentamente y con desconfianza fue soltando sus orejas. Una vez que la maestra Pickles entrara al aula, estaría seguro. Él le tenía un cariño especial. Era como su segunda madre, y esto traía resquemores entre sus compañeros.
Un fuerte chillido reventó sus tímpanos. No sabía lo que pasaba, ni de dónde venía. Solo pudo sentir como un tirón atravesó todo su cuerpo hasta que golpeó su cabeza contra el techo. Un ataque nervioso que lo privó de sus sentidos y de la consciencia del tiempo y del espacio. De lo único que no pudo privarlo fue del dolor, que llegaba a su cuerpo de diferentes maneras.
El primer sentido que pudo recuperar es la visión. La situación que le presentó sus ojos era algo que no lograba comprender. Se encontraba tirado en el suelo en medio de la sala. Sobre su cabeza se encontraba un perro de largas orejas que le caían hacia los hombros y de enormes y finos lentes. La tonalidad roja de su rostro, sus cejas arrugadas y el continuo batir de su hocico mostrando unos filosos colmillos le hacía inferir que estaba furioso. Gracias a que su audición no había vuelto, no recibía los feroces gritos de aquel perro, pero su mente lo ayudaba a imaginarlo. Extendiendo su vista se percató que sus manos estaban estiradas, sosteniendo algo con fuerza. Frente a él se encontraba uno de sus compañeros. Era un cerdo delgado y de piel pálida. Podía notar en sus nalgas que había bajado de peso durante las vacaciones. Pero, ¿por qué podía ver sus nalgas? Siguiendo sus piernas hacia abajo pudo notar que se encontraba aferrado a los pantalones de aquel cerdo. Incluso tenía hasta los calzoncillos abajo.
Antes de que pudiera reaccionar, el perro lo levantó de un pescuezo y lo arrastró fuera de la sala. Intentaba reincorporarse, pero sus extremidades no le respondían. En el trayecto pudo notar que el perro que lo arrastraba traía un traje de tela color marrón. Se notaba que su tenida era vieja; estaba roída y con olor a naftalina. Al notar aquel aroma se percató que el olfato había regresado.
Se detuvieron frente a una puerta. El perro habló con otro maestro, y luego lo instalaron sobre una silla palmeta. Conocía esa habitación: era la sala de castigo. Sin duda había roto un récord del tiempo que demora un alumno en llegar a detención tras iniciar el año escolar.
ESTÁS LEYENDO
Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...