Capítulo 105

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-¿Pudiste verlo?

-No, lo siento mucho.

Dos voces discutían al interior del ático de la casona. Una voz era femenina mientras que la segunda era masculina. La oscuridad era absoluta. El olor a polvo y moho hacían irrespirable el sitio. Intentar moverse por ese sitio era una tarea titánica. En cualquier rincón el polvo, las telarañas y otros depósitos de dudosa procedencia te daban la bienvenida. El ruido de la lluvia y la tormenta, aunque distantes, se hacían sentir al interior. Si se prestaba la suficiente atención, podías oír un par de goteras forjadas por el paso del tiempo.

-¿Por qué no? ¿No pasó por el jardín de las almas perdidas? -preguntó la voz masculina con curiosidad.

-Es probable, pero como no tenía nada pendiente en este mundo, pasó velozmente al más allá -respondió la voz femenina.

-¿Y no alcanzaste a verlo?

-¡Ya te dije que no! -alegó la voz femenina con hastío.

-¡Perdón, perdón! -farfulló la voz masculina-. Estoy nervioso.

-¿Por qué? -cuestionó la voz femenina.

-Por esta lluvia interminable -respondió la voz masculina con incomodidad-, y porque ahora dicen que estamos encerrados.

-Pero tú puedes salir -sentenció la voz femenina.

-¿Qué? -exclamó la voz masculina con confusión.

-Si es lo que yo creo que es, puedes salir de aquí.

-¿A qué te refieres?

-Tú estás muerto -afirmó la voz femenina con seguridad.

-¿Qué? ¡No! -alegó la voz masculina con un grito.

-¿Entonces cómo puedes verme?

-Ahora no puedo ver nada.

-¡Deja de hacerte el idiota! -alegó la voz femenina-. ¡Sabes a lo que me refiero!

Tras unos segundos de silencio, la voz femenina prosiguió:

-¿Tuviste algún entrenamiento espiritual?

-No.

-¿Alguna clase de truco?

-No.

-¿Tienes algo pendiente en este mundo?

-No lo sé.

-No, tú estás muerto. ¿Dónde está tu aureola?

-¡Que no estoy muerto! -alegó molesto el dueño de la voz masculina.

-En serio, si estás muerto y perdiste tu aureola, es muy grave... -le explicó la voz femenina.

-¡No! ¡No estoy muerto! -gritó la voz masculina.

-...deberías pedirle ayuda a Pablo -sentenció la voz femenina.

-¿Y por qué no vas tú? ¿Eh? -replicó la voz masculina con impaciencia.

-Tú estabas más cerca ese día.

-¿Y ahora?

-Mientras Marcelo no llegue a la casona, dudo que sigan habiendo problemas.

Un nuevo silencio trajo de regreso el relajante ruido de fondo de la lluvia cayendo sobre el techo de madera.

-Yo no estoy muerto -insistió la voz masculina.

-Tranquilo, no le diré a nadie -respondió la voz femenina-. En todo caso no tengo a nadie a quién decirle. Pero en serio, el no tener tu aureola es un asunto grave -agregó con tono serio.

Amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora