—Yang.
El aludido alzó las orejas y observó a su esposa con atención.
—Tú sabes que puedes contar conmigo.
Yin no tenía mayores planes detrás de aquella frase. Su intuición le decía que algo no andaba bien. La verdad es que muchas cosas no marchaban bien. Quería saber cuál de todas motivó a su esposo a esta cena, o si había algo más que no sabía.
Yang solo pudo entregarle una sonrisa. Habían sido tantas cosas en tan poco tiempo. Solo quería un descanso en el camino de la vida. Una simple noche con su esposa. Solo con ella. Sentía que los problemas los habían distanciado. Si no tomaba pronto cartas en el asunto... no quería imaginarse el siguiente paso que hubieran tomado.
—Sé que hemos tenido problemas últimamente, pero estamos saliendo adelante con todo esto —Yin colocó su palma sobre la mano de su pareja en señal de confianza. Quería que terminara confesando qué es lo que le provocaba su vacilación.
Él simplemente acercó su segunda mano, con la cual sostuvo la de su esposa. Podía notar la suavidad de su pelaje corto y casi imperceptible en su palma. Sus miradas se encontraron en su silencio que decía mucho, pero que poco se podía explicar. La mirada directa a los ojos, sin interrupciones, sin preocupaciones, con la simple música distante como compañía, los encerraba en un universo en que solo cabían ellos dos. ¿Hace cuánto no estaban así? En ese segundo, Yin comprendió qué había detrás de esa cena. Era una válvula de escape ante una distancia cada vez más grande.
—¿Sabes? Hace mucho que no teníamos un momento a solas como hoy —respondió el conejo esbozando una sonrisa—. Y no sé, creo que nos merecemos algo así hoy.
Yin sonrió. Acercó su silla junto al conejo y le dio un largo y sorpresivo beso.
—¿Y eso? —preguntó Yang con una sonrisa en su rostro.
—Tienes razón —respondió su esposa con un brillo en su mirada—, nos merecemos algo así.
Yang retomó el beso mientras sus brazos se entrelazaban rodeando el torso del otro. En ese minuto simplemente dejaron atrás todo. Solo existía el uno para el otro, en un oasis que los separaba del tiempo y del espacio. Solo existía el instante, el minuto para unir los cuerpos y las almas en un solo ser. Un simple alto en el camino, de la vida, de los problemas, de los pesares.
O al menos eso era lo que creían.
«Si el Maestro de la Noche llegase a tomar el control de Jimmy, tendrás dos alternativas: o lo matas, o dejas que acabe con el mundo».
Aquella frase cayó como un disparo certero en la mente de Yin, lanzado por un experto francotirador. Parecía tomar la forma de un susurro en el oído proveniente desde un helado más allá. Podía percibir como aquel susurro helado tomaba la forma de Carl, quien desde la distancia la observaba con el triunfalismo en su mirada. Estaba dispuesto a perseguir a su conciencia hasta que su nefasta profecía se hiciera realidad.
«Sé que el esposo que hoy tienes es tu hermano».
—¿Ocurre algo Yin?
La voz preocupada de su pareja borró todos los susurros que la atraparon. Podía verlo frente a frente. Sus manos estaban entrelazadas con las de él. Aún seguían en el mismo comedor, con las velas encendidas y la música lenta. A pesar de todo ya nada era lo mismo. El oasis se había terminado.
—Yo... debo irme —la coneja se puso de pie inmediatamente rumbo a la salida. Recordar aquella entrevista que tuvo con Carl perturbó su mente. Solo quería escapar. No quería ver a nadie. Su verdadero oasis ahora era la soledad. No quería mirar a los ojos a Yang mientras aquellas frases lanzadas por Carl rondaban por su mente. Era inconcebible. Imposible de vivir.
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Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...