—Volví a ganar.
Ella Mental sonrió levemente. Había perdido la cuenta sobre la cantidad de triunfos en las damas chinas. Carl no dijo nada. Las piezas nuevamente regresaron a su sitio. Habían perdido la cuenta de la cantidad de días que llevaban en eso. La tigresa no parecía aburrirse. Al contrario, le divertía vapulear una y otra vez a la cucaracha. Carl por su parte, resistía estoico ante este desafío a la resistencia mental. Jugaban en silencio. Cualquier tema de conversación moría apenas nacía.
Cuando no estaban jugando damas chinas, estaban comiendo o durmiendo. La cucaracha dormía en un sofá junto a la ventana. Ella dormía en un cuarto en el segundo piso al que Carl jamás pudo acceder. Al amanecer, la tigresa lo despertaba con un tazón humeante. A veces era café, otras veces era leche, chocolate caliente, o té. Raras veces le daba algo más para acompañar al tazón. Los almuerzos y cenas eran un poco más contundentes. Al mediodía Ella detenía la partida para el almuerzo. Muchas veces se valió de ese truco justo cuando Carl le estaba por ganar. La tigresa solía preparar estofados, guisos, sopas, entre otros platos calientes en general. Jamás permitió que Carl le ayudara, a pesar del ofrecimiento de la cucaracha. Le servía platos tan hirvientes como el café del primer día. Todo era ideal para combatir aquellos días tan helados en la montaña Denali. Al atardecer, Ella nuevamente le ofrecía un café o un chocolate caliente para pasar la tarde. Entrada la noche, detenían la jornada de juego para cenar lo que quedaba del almuerzo. Aquella comida siempre era acompañada de una taza de té verde que siempre inducían al sueño a la cucaracha.
Una noche, un fuerte golpe interrumpió la rutina de ambos. Estaban cenando cuando un golpe seco remeció la cabaña. El golpe desparramó gran parte de la sopa de pollo que tenían en sus platos y el agua que tenían en sus vasos. El golpe se volvió a repetir en variadas ocasiones, estremeciendo todo el lugar.
—¿Qué es eso? —preguntó Carl tras buscar con la mirada el origen del golpe.
La cucaracha se percató de inmediato que Ella se había quedado observando fijamente hacia una pared detrás de ella. Los cuadros se remecían amenazando seriamente con caerse. Pronto pudo notar que el patrón del movimiento delataba a dicha pared como el origen de los golpes. El polvo de las tablas caía como la harina desparramada para preparar el pan. Las embestidas proseguían moviendo los focos del techo. Carl se puso de pie, seguidamente de Ella. Ambos centraron su mirada en aquella pared, esperando lo que fuera que pasara.
Y finalmente ocurrió. La pared cedió, rompiéndose en una de las embestidas. Una enorme figura salió desde las sombras. Carl retrocedió instintivamente tirando su silla en el proceso.
—¡Bob tiene hambre! —oyó una voz furiosa.
Antes de reconocerlo, pudo verlo abalanzarse sobre la mesa. Tomó el estofado de vacuno puesto en un gran plato al centro y se lo devoró de un bocado. Se tragó el caldero con sopa, se abalanzó sobre los platos de los comensales, vació el frutero, se devoró el pan. No tuvo piedad con absolutamente nada sobre la mesa.
—¡¿Bob?! ¡¿Qué rayos estás haciendo?! —le gritó Ella prácticamente fuera de sus cabales.
Ahí se encontraba. Frente a ellos, una bola con patas y cabeza con pinchos comenzaba a devorarse los cubiertos. Lo reconoció de inmediato. Era Indestructi Bob.
—¡Basta Bob! —le recriminó Ella quitándole los platos de sus enormes manotas.
—Bob sigue con hambre —repitió molesto volteándose hacia la tigresa.
—¡Basta Bob! —repitió Ella—. ¿Qué no ves que tenemos visita?
Solo en ese instante la bola con patas se percató de la presencia de Carl.
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Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...