—¡Papá!
A Lina no le importó chocar con un par de enfermeras despistadas, ni casi voltear a un anciano. La chica corrió directamente hasta el fondo del pasillo. La puerta abierta le daba la bienvenida a una habitación humilde. Sobre una cama, se encontraba recostado un anciano de piel calipso. Parecía grueso, fofo, acabado, con múltiples yesos y vendajes. Traía un cuello ortopédico, su pierna izquierda enyesada, y su brazo izquierdo en el mismo estado.
—¡Papá! ¿Qué te pasó? —insistió Lina con un temblor en su voz.
—Hola hija —respondió su padre con voz débil.
—Papá... —musitó sin poder creerse lo que estaba viendo.
Tras su despido del colegio St. George, la chica consiguió empleo en una clínica psiquiátrica en aquella misma ciudad. El doctor Zepbrep, director de la clínica, fue su profesor en la universidad. Al reconocerla, recordó que era una flamante alumna, y decidió contratarla de inmediato. Fueron los días más increíbles de su vida. El viejo sapo parecía ser un ser muy metódico, masticando cada momento de su vida, pero en realidad tenía una mente aguda y una mirada completa. Podía lograr descubrir cosas al interior de las personas que ni ellos mismos se habían descubierto.
—Ayer volvió el pequeño Jimmy Chad a mi consulta —el doctor interrumpió el silencioso almuerzo en su oficina. Ambos comían legumbres de un táper recién calentado en el microondas.
La mirada sorpresiva de Lina confirmó sus sospechas.
—Creo que el niño está perdido —continuó ajustándose sus anteojos—. La familia no me ha hecho caso de las advertencias.
—¿Cuáles advertencias? —preguntó Lina con preocupación.
El sapo centró su mirada en su táper con legumbres, revolviéndolas con lentitud con su cuchara.
—Señorita Swart —prosiguió con voz grave—, usted me dijo que conocía a esa familia. ¿No es verdad?
—Sí —se apresuró en contestar—, le conté todo lo que sabía sobre ellos, y el por qué prefería mantenerme distante del caso.
—¿Todo? —la mirada del sapo fue disparada hacia Lina con la potencia y velocidad de un balazo.
Ambos quedaron en silencio. Lina, luchando contra aquella mirada que amenazaba con arrancarle la verdad. El doctor, observándola sin siquiera pestañear. Ella le había dicho todo lo que sabía sobre los Chad, todo menos el hecho de que los padres del pequeño eran hermanos. Conociendo al doctor, sospechaba que no era necesario decírselo para que por lo menos lo llegara a intuír.
—Hija... estoy bien, tranquila —la voz de su padre la trajo de regreso a la realidad.
Lina corrió apenas se enteró del accidente de su padre. Simplemente dejó todo tirado. Apenas alcanzó a avisarle al doctor Zepbrep de las noticias. Tomó el siguiente bus que salió de la ciudad, y en unas pocas horas se encontraba en su pueblo natal. No saludó a nadie. No se detuvo ante nada. Simplemente preguntó por su padre, y se dirigió corriendo hacia su habitación.
—Me dijeron que tuviste un paro cardiaco —respondió la chica con voz temblorosa.
—Los doctores exageran —respondió su padre desviando la mirada—. Fue solo que me caí de las escaleras. Estaba arreglando el techo, me empezó a doler el pecho, perdí el equilibrio y me caí.
—Papá —balbuceó la chica sujetando una de sus gruesas manos. Su padre le sonrió débilmente—. Nunca debí dejarte solo...
—Hija... —balbuceó su padre.
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Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...