—¿Jobeaux?
—¿Sí?
—Gracias.
La tarde pasaba tranquila en aquella sala de hospital. El paso de los días imperturbables entre esas cuatro paredes impidió que Yin terminara aplastada por el mar de cobertura, información, noticias, rumores, comentarios y fakes news que se generaban afuera cada segundo por medio. Prácticamente el goblin era el único con el permiso de atravesar el umbral de la puerta. Le regalaba compañía, la información justa, la ayuda necesaria. Yin poco a poco terminó sintiéndose en deuda con él. Esa era la paradoja que más la perturbaba. En otras circunstancias no hubiera permitido que se le acercara. Ahora, de él dependía prácticamente su vida.
—Por nada —el goblin, quien se encontraba junto a la ventana observando el exterior, se volteó y le regaló una sonrisa.
Aquella imagen, aquella sonrisa, no pudo evitar recordarle al goblin que conoció en su infancia. Era un chico sencillo, de procedencia honorable y humilde. Príncipe de Rednickistan que, al igual que su gente, solía aparecer desastrado y desaseado. Siempre acompañado de su armadillo mascota. Alguien agradable a quien juzgó mal tras una primera impresión. Le enseñó una valiosa lección de no juzgar a un libro por su portada; lección que le tomaría años interiorizar. Tras la derrota de Erádicus, Jobeaux regresó a Rednickistan con el propósito de heredar el trono y a su vez enseñar el Woo Foo. Pasarían años antes de tan siquiera volver a verse las caras.
Los segundos trascurrieron, y por primera vez las preguntas se agolparon en su cabeza. Antes ni siquiera las asimilaba con tal de no darle el derecho al goblin de hacer las mismas preguntas. Ahora que todo ya estaba desparramado, ya no quedaba nada más que ocultar.
—Jobeaux —auspiciada por el silencio y la tranquilidad, Yin se decidió a abrir la boca.
—¿Sí? —el goblin se volteó nuevamente hacia ella.
—¿Qué... ha sido de ti... en todos estos años? —la coneja le costó pronunciar aquella pregunta.
—Es extraño que me preguntes eso —le respondió el goblin con una tranquilidad imperturbable.
—Digo —prosiguió tomando seguridad—, tú ibas a ser rey de Rednickistan. ¿Qué ocurrió con eso?
Para su sorpresa, el silencio fue su única respuesta. Ella prefirió dejarlo pasar. No quería insistir.
Unas cuantas habitaciones de distancia, en aquel mismo hospital, Yuri ya se encontraba despierta. Estaba de un ánimo tan energético que nadie podría adivinar que había cruzado el umbral entre la vida y la muerte.
—¿Ya estás lista para ver a tu mami? —le preguntó Pablo con una sonrisa.
El felino se encontraba sentado en la cama junto a la pequeña. El buen ánimo se le había contagiado. Junto a la puerta se encontraba Marcelo de brazos cruzados. A pesar de la seriedad que pretendía transmitir, caballo no podía evitar sonreír ante la presencia de la niña.
—¡Sí! —exclamó feliz—. Ya quiero contarle el extraño sueño que tuve.
—¿A sí? —inquirió el felino.
—¡Sí! —exclamó nuevamente—. Soñé que estaba en el pasado. Conocí a mis bisabuelos, y mi abuelita no daba miedo. ¡Y tú estabas ahí! ¡Y tú! —agregó apuntando al felino y luego al equino.
—Ehm... no fue un sueño, Yuri —le aclaró Marcelo.
—Pero fue divertido, ¿no? —respondió.
Fue una respuesta que descolocó al caballo. «Divertido» no era precisamente el término que tenía en mente.
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Amor prohibido
FanfictionYin y Yang mantienen un matrimonio normal con cinco hijos, sin que nadie sospeche que son hermanos gemelos. Dejaron atrás el Woo Foo, su pasado, su vida, su historia, todo para comenzar una nueva vida juntos, en una nueva ciudad. Todo cambiará cuand...